Rue20 Español/ Rabat
En medio de una economía tambaleante y un descontento generalizado, el presidente argelino Abdelmadjid Tebboune ha decidido lanzar una licitación internacional para la producción de una película sobre el emir Abdelkader. ¿El problema? No estamos hablando de una construcción de carreteras ni de la creación de infraestructuras vitales para el país; se trata de una película histórica.
La ironía no pasa desapercibida: en un país que clama por mejores servicios y oportunidades, la prioridad gubernamental es invertir en un proyecto cinematográfico de dudosa viabilidad. Mientras tanto, los hospitales y escuelas se desmoronan y las promesas de desarrollo siguen estancadas. La gente se pregunta si este es realmente el momento para embarcarse en aventuras cinematográficas o si, como siempre, se trata de otro intento por desviar la atención de los problemas reales.
El anuncio de esta película “hecha a medida” parece más un esfuerzo desesperado por construir un mito sobre la grandeza nacional que una verdadera inversión en el bienestar del pueblo. En un contexto donde la infraestructura básica sufre y las prioridades parecen desdibujadas, esta iniciativa resulta tanto absurda como reveladora de un régimen más preocupado por su imagen que por el bienestar de sus ciudadanos.
¿Acaso no sería mejor utilizar esos fondos para resolver problemas urgentes como la falta de servicios médicos adecuados o mejorar las condiciones de vida del argelino promedio? Parece que la historia que busca contar Tebboune en su película no coincide con la realidad que vive su país.
