Rue20 Español/Rabat
El Abbas Tahri Joutey Hassani
Argelia, un país que enarbola la causa palestina como un estandarte en la escena internacional, no duda en morder la manzana de Israel entre bastidores. La diplomacia argelina se ha convertido en una maestra del «haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago».
Por un lado, nos obsequia con discursos apasionados sobre los derechos de los palestinos, jurando boicotear todo lo que tenga que ver con el Estado hebreo. Por otro lado, firma un contrato con una empresa de lobby estadounidense íntimamente ligada a Israel; y he aquí que Argelia come de la mano que pretendía morder. Irónico, ¿verdad?
El gobierno autoritario de Argelia acaba de añadir una nueva página a su gran libro de contradicciones diplomáticas. ¿Qué hay más natural que firmar un contrato de lobby en Washington con una empresa estrechamente vinculada a… Israel?
Pero, ¿qué hacer? Durante años, Argel ha construido su reputación defendiendo con uñas y dientes la causa palestina, Irán, Siria, los hutíes, Hezbolá… En cada evento internacional, el régimen de Argel se esconde tras la fachada de un gran caballero blanco.
El show de los Muppets made in Algeria no deja de recordarnos que son el último baluarte contra los «peligros» de Israel. Los discursos llueven, las palabras son altisonantes y las acusaciones fáciles.
Es Sabri Boukadoum, embajador de Argelia en Washington, exprimer Ministro y Ministro de Asuntos Exteriores de Argelia, quien firmó a principios de septiembre un contrato con BGR Group, una de las firmas de lobby más influyentes de Estados Unidos.
Por un módico precio de 720.000 dólares al año (sin contar los gastos adicionales, por supuesto), BGR tendrá la misión de pregonar las virtudes de Argelia en Estados Unidos. Wait and see.
Hay que decir que las relaciones bilaterales necesitan un poco de chispa, sobre todo porque Washington tiene los ojos puestos en otra parte. Y, para llevar a cabo esta tarea, ¿quién mejor que una empresa vinculada a Israel, ese país que Argel denuncia con tanta vehemencia?
Nada más clásico en Estados Unidos que recurrir a los lobbies para influir en las políticas. Pero, al elegir BGR Group, Argelia parece haber olvidado algunos pequeños detalles. Entre los asesores de esta empresa se encuentra Ehud Barak, israelí de origen marroquí, exprimer Ministro de Israel y exjefe de las Fuerzas de Defensa israelíes.
Además, BGR no oculta sus vínculos con Israel, llegando incluso a mostrar con orgullo su apoyo al país durante los recientes acontecimientos en Oriente Medio.
Es sorprendente que Argel no se haya preocupado de estas conexiones antes de firmar en la línea de puntos.
BGR Group no es nuevo en este tipo de cosas. Ha trabajado con clientes tan prestigiosos como Bahréin y Arabia Saudí, y también ha desempeñado un papel clave en los Acuerdos de Abraham, facilitando la normalización de las relaciones entre Israel y Bahréin.
Pero, ¿dónde han quedado las grandes convicciones argelinas? Esas mismas convicciones que le llevan a apoyar a Hamás y a señalar con el dedo a todos los que se atreven a normalizar sus relaciones con Israel. Hay que hacerse oír, y si eso implica asociarse con una empresa que ha trabajado para la normalización entre Israel y Bahréin en el marco de los Acuerdos de Abraham, que así sea.
Pero, ¿qué mensaje enviar al pueblo argelino, tan rápido en indignarse por los acuerdos de normalización entre Israel y otros países árabes? El pragmatismo político es un arte, sí, pero también tiene sus límites. A fuerza de hacer malabares con sus principios, Argelia corre el riesgo de perder el hilo y de mostrar al mundo que sus discursos apasionados no son más que una cortina de humo.
Parece que Argelia, siempre dispuesta a mostrar su oposición a Israel, es mucho más flexible cuando se trata de defender sus intereses en Washington. Con esta nueva alianza a medias tintas, Argelia demuestra una vez más que su diplomacia es de geometría variable.
Ayer, enemigo jurado, Israel se convierte hoy en un aliado indirecto para acceder a los círculos de poder en Washington. Argelia ha decidido comer en todas las mesas, aunque eso signifique traicionar sus propios ideales. Pero cuidado, a fuerza de jugar a este juego, se acaba perdiendo de vista los principios… y la credibilidad.
