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jueves, mayo 2, 2024

La diplomacia paralela y el Sáhara marroquí

 

Rue20 Español/ Madrid 

 

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Ilyass Benamar*

 

La diplomacia es la herramienta más importante para el ejercicio de la política exterior de cualquier sistema político organizado y desarrollado. 

 

En las circunstancias actuales, la diplomacia paralela juega un papel destacado debido a la convergencia y complejidad de los temas y al aumento de las relaciones y desafíos institucionales a nivel internacional. 

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Sin embargo, la diplomacia, a través de sus medios tradicionales, ya no es capaz por sí sola de gestionar todas las cuestiones pendientes.

 

La mayoría de los países han llegado a confiar en la lógica de combinar e integrar la diplomacia oficial e informal para dar a la acción diplomática la capacidad de influir, ser eficaz y participativa en las negociaciones, así como defender las cuestiones nacionales, por lo que la diplomacia oficial no debería limitarse únicamente a gestionar el expediente del Sáhara marroquí.

 

El discurso de Su Majestad el Rey Mohammed VI constituyó una hoja de ruta para todas las formas de diplomacia marroquí, oficial o paralela, cuyos rasgos se hicieron claramente visibles a la hora de defender la causa nacional, mantenerse firme frente a los oponentes de Marruecos y defender sus intereses estratégicos, y adoptar una política basada en una diplomacia blanda, una expansión económica y una sobriedad política pragmática. La sobriedad de Marruecos como país dada su arraigada profundidad histórica y su poderosa fuerza espiritual.

 

Esta tendencia se confirmó durante los desafíos que atravesó Marruecos recientemente, comenzando con la crisis del cruce de Guerguerat y la crisis con Alemania, primera potencia económica de la Unión Europea; y con España, vecino del norte y primer socio económico de Marruecos en la Unión Europea, y con la propia Unión Europea, con la que se identificaba. 

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A veces con los opositores a la integridad territorial, sin dejar de persuadir a la economía más poderosa del mundo para que reconozca la soberanía de Marruecos sobre su Sáhara, abriendo varios consulados diplomáticos tanto en Dakhla como en El Aaiún, y destacando la iniciativa marroquí de autonomía en las provincias del sur como una iniciativa realista, creíble y aplicable. 

 

Se trata de victorias que confirmaron la fortaleza de Marruecos en el ejercicio de la diplomacia a través de la profesionalidad de su modelo de sistema político y su distinción a nivel regional y global. 

 

El asunto del Sáhara marroquí constituye hoy el tema más importante de la política exterior marroquí, desde que surgió la cuestión de completar la unidad territorial, porque el Sáhara es una zona natural y estratégica que expresa profundamente la realidad de la existencia del Estado marroquí y de una integración integral. Forma parte del territorio nacional, de modo que no podemos imaginar la existencia del Estado marroquí sin su extensión desértica, ni siquiera por un momento. 

 

También es imposible imaginar la existencia del Sáhara separado de Marruecos, porque la relación que existe entre ellos política, histórica, geográfica, económica, cultural y socialmente es una relación inseparable, y el Sáhara marroquí ha desempeñado y sigue desempeñando importantes papeles políticos, encarnando su identidad histórica y ha contribuido fuertemente a la representación de la escena política marroquí en todas las sucesivas etapas de dominio en Marruecos, y ha contribuido también a cristalizar la cohesión de los países magrebíes, porque en el Sáhara marroquí aparece claramente la composición política, económica, social y cultural que caracteriza y distingue a la nación marroquí de otras naciones.

 

Finalmente, se puede decir que la diplomacia paralela, con su dimensión populista y elitista, cuando se aprende bien y se tiene una comprensión profunda de sus efectos y una buena aplicación en todos los niveles, tiene la capacidad única de influir en “la opinión pública global y debatir la ideología” de los individuos y las sociedades, de manera que se maximicen los intereses nacionales que se buscan en la actividad de política exterior” y la vitalidad de la acción diplomática.

 

Ahora ha quedado claro, en un mundo cada vez más en expansión e interconectado, que la difusión de la tecnología de comunicación masiva garantiza que todos tengamos acceso unos a otros más rápidamente que nunca.  

 

La diplomacia paralela, en sus diversas dimensiones «populares» u «oficiales», es crucial para promover la paz y la estabilidad en todo el mundo. 

 

Estamos en la era de la diplomacia paralela por excelencia, y esto nos resulta evidente cuando observamos la evolución en el ámbito internacional y las relaciones entre países a la sombra de la era de la tecnología.

 

 

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Ilyass Benamar

* Doctorando en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

 

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