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miércoles, mayo 8, 2024

Del Hirak a la represión, crónica de un régimen militar autoritario

 

Rue20 Español/ París

 

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Casi cuatro años después del Hirak, un levantamiento pacifista en 2019, el clima político se ha oscurecido en Argelia mientras el régimen intensifica su caza de los últimos manifestantes que quedan, escribe el sábado el diario francés Le Monde en un artículo titulado «Del Hirak a la represión, Argelia se inclina hacia una nueva era».

 

Frente a esta represión, los opositores optan por el éxodo y «huyen a gran escala de una Argelia cuya atmósfera se ha vuelto ‘irrespirable'», señala el diario, que añade que Argelia es un país «en plena deriva autoritaria, donde la detención es una amenaza constante para aquellos que han sido demasiado francos durante el Hirak, especialmente los que han continuado la lucha después de que la movilización popular comenzara a agotarse en la primavera de 2020, con las restricciones anti-Covid».

 

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Miles de ellos se han exiliado en Francia y otros lugares de Europa, o incluso en Canadá, precisa la publicación, que menciona el caso de la opositora Amira Bouraoui, que se enfrentó a una sencilla ecuación: prisión o exilio.

 

«Algunos transitaron por Túnez, una etapa delicada y peligrosa desde que Argel ha reforzado su influencia sobre el régimen de Kaïs Saïed. Bouraoui sólo debió su salvación a la posesión de un pasaporte francés», observa el periódico, precisando que otros no tuvieron tanta suerte, como «Slimane Bouhafs, partidario del Movimiento para la Autodeterminación de la Cabilia (MAK) y convertido al cristianismo, que fue secuestrado en agosto de 2021 en pleno centro de Túnez por desconocidos que lo devolvieron por la fuerza a Argelia».

 

Y prosiguió que «un éxodo así podría ayudar a las autoridades argelinas librándolas de activistas». Pero, por el contrario, Argel intenta frenar esta oleada de salidas por temor a que estos opositores, una vez en el extranjero, difundan información sobre la represión interna», de ahí los cientos de «prohibiciones de salida del territorio nacional» (ISTN) pronunciadas por los tribunales contra los partidarios de Hirak.

 

¿Cómo podría ser de otro modo cuando cerca de trescientos presos de conciencia están ahora encerrados? se preguntan los medios de comunicación franceses, señalando las disoluciones que siguen golpeando a estructuras emblemáticas de la sociedad civil.

 

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Al mismo tiempo, prosigue, el campo de los medios de comunicación ha seguido empobreciéndose, con el cierre de Interface Médias (que comprende Radio M y la revista Maghreb Emergent) a finales de diciembre de 2022 y la detención de su periodista fundador, Ihsane El-Kadi, como «culminación de una toma de poder que dura ya tres años».

 

La prensa argelina es hoy una sombra de lo que fue, señala el diario francés.

 

«Debemos afrontar los hechos: Argelia ha entrado en una nueva era. Esta «nueva Argelia» de la que ha hecho bandera el presidente Abdelmadjid Tebboune -elegido en diciembre de 2019- es en realidad un gran salto político hacia atrás», continua.

 

Con el Hirak, que marcó un «terremoto» y una «sacudida» sin precedentes de la sociedad argelina, parecían estar permitidas todas las esperanzas. De ahí el «dolor del desencanto» cuando el régimen, milagrosamente ayudado por Covid-19 en la primavera de 2020, recuperó gradualmente la ventaja, estrechando el cerco de seguridad en torno a un movimiento que se había vuelto impotente, destaca.

 

En su recuperación, añade Le Monde, el régimen se ha beneficiado de una doble ganancia inesperada: la crisis de Covid-19, que justificó oportunamente la prohibición de las concentraciones de protesta en nombre de la seguridad sanitaria, y la guerra de Ucrania, que fue providencial para la industria argelina del gas y del petróleo, y que disparó los precios de los hidrocarburos, ofreciendo al gobierno argelino un soplo de aire fresco que le permitió comprar la paz social, «al tiempo que imponía a Argelia como alternativa al gas ruso, y como tal cortejada por los occidentales, de repente menos preocupados por los derechos humanos».

 

El diario explica que esta doble situación internacional no habría bastado por sí sola para salvar el régimen. Sólo consolidó una recuperación interna que ya había comenzado y cuyos logros ya eran tangibles. Esta restauración comenzó tras la destitución de Bouteflika, un momento clave en el que el ejército estaba preocupado por la transformación de la movilización anti-Bouteflika en un movimiento antisistema. Siguió un modus operandi muy preciso, digno de un manual de recetas para poderes autoritarios en peligro.

 

Reminiscencia de la década negra, la infame acusación de «terrorismo» atemoriza, incluso a las familias de los detenidos que a veces se niegan a comunicar sobre la suerte de su pariente, indica Le Monde, argumentando que la «máquina es implacable».

 

Ante la escalada de la inseguridad en Argelia, el periódico concluye que el sentido del humor irónico frente a los meandros de una represión que se ha vuelto kafkiana no es más que un consuelo.

 

 

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