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viernes, mayo 3, 2024

Akalay: Por los senderos de la indisciplina, un arma cargada de futuro

 

Rue20 Español/ FEZ

 

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Mustafa Akalay Nasser

 

“Soy hijo de las barracas, y de la podredumbre, pertenezco a una clase sin clase donde en principio escribir me parecía un prestigio social, aunque luego lo vi como un arma. Para mí la escritura es una denuncia, no un esnobismo, escribo sobre los temas de la marginación que imperan en una ciudad como Tánger: robos, prostitución, paro… La desesperación de una juventud diplomada pero que no puede trabajar y está abocada a expatriarse y a morir en el estrecho como espaldas mojadas.” Mohamed Choukri.

 

“Maldigo la poesía concebida como un lujo

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cultural por los neutrales

que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren

y canto respirando.

Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas

personales, me ensancho”.

Gabriel Celaya.

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Por los senderos de la indisciplina, titulo prestado a Driss Ksikess, que define: que la indisciplina no es ni anarquismo ni nihilismo, más bien es un camino que representa un espectro que estorba las instituciones (Estado, familias, culturas eruditas, profanas, indígenas, etc.) y los imaginarios.

 

No resisto, tengo que ponerme a escribir sobre mis escarmientos, es una decisión que llevo barajando desde años y que muchos conocidos me reprochan de no escribir y de no publicar una novela testamento sobre Tánger, porque ven en mí un narrador a la vieja usanza como los últimos cuenta cuentos de la plaza Jemaa El Fna de Marraquech, que defendió con ahínco el disconforme y difunto Juan Goytisolo hasta la saciedad para que sea declarada por la Unesco patrimonio inmaterial, y que los juglares de dicha emblemática plaza, tengan una renta mínima de inserción para seguir cultivando la narrativa oral, y no acaben desahuciados y sin medios pidiendo en la calle para sobrevivir como el insustituible Spoutnik, que recitaba poemas y narraba leyendas de manera oral, todo un portento de bardo y fino declamador.

 

Juan Goytisolo, autor y hombre rebelde que por su enfrentamiento con la censura franquista se exilió en Paris desde 1957. En la década de los ochenta fijó su residencia en la ciudad imperial de Marraquech. Desde esta exótica atalaya se erigió en estudioso de la tradición oriental y de la cultura árabe, en luchador incansable por el diálogo entre los pueblos de ambas orillas del Mediterráneo y por el conocimiento de una parte de nuestra historia manipulada, falsificada por el proceso “civilizatorio” de unidad nacional hispano-católica emprendido en la península ibérica a partir del siglo XV.

 

El destierro voluntario de Juan Goytisolo se transmuta en una forma de ser y en una desmitificación del lugar de nacimiento como elemento sustentador de una determinada identidad española: «Soy castellano en Cataluña, afrancesado en España, español en Francia, latino en Norteamérica, nasrani o Nazareno (cristiano en árabe) en Marruecos y moro en todas partes…”

 

La extensa obra de Goytisolo despierta sentimientos encontrados en todo lector interesado por lo español, en su pasado histórico y en su presente. Ensayista prolífico desde un exilio parisino-marakchi que le proporciona distancia para el análisis crítico y reflexivo, pertenece a esa categoría de autores que se esfuerzan por dar sentido a un pasado oculto y en ser la voz del otro (el judío, el morisco, el inmigrante), de los desterrados (Blanco White, Américo Castro) y de los olvidados por la historia oficial.

 

Un autor que llama la atención sobre lo propio y lo ajeno, sorteando el discurso de lo correcto, y buscando una mayor profundización a través del carácter reivindicativo de sus escritos y ensayos: “La única moral del escritor, frente a lo que no cabe recurso alguno, será devolver a la comunidad literaria- lingüística a la que pertenece una escritura nueva y muy personal, distinta en todo caso a la que recibió de ella en el momento de emprender su tarea”.

 

He acumulado hasta ahora un caudal enorme de información, de lecturas que me permiten tejer una historia, una especie de hibridación de ensayo-ficción a lo Bolaño, una reflexión literaria, plasmar todo lo que he asimilado hasta ahora, es una operación muy osada ya que soy poco versado en retórica y me embarga la oralidad, la escritura es un parto con dolor , desmembrarse el alma para que mane lo más oculto y la hoja en blanco sienta y encarne esa angustia desgarradora; Soy el enano de mí mismo. En el fondo de mi pensamiento hay solo palabras decía el maldito Choukri en su autobiografía novelada: Tiempo de errores.

 

A los principios de los años noventa tuve la gran suerte de traducir al castellano un capítulo de su obra Tiempo de errores, y acompañarlo en sus conferencias impartidas en Granada, Motril, y Almería, tanto como ponente o declamador de su prosa. También colaboré con Choukri en las revisiones y pruebas de sus textos. Corría el mítico año de 1992, el año de los fastos de Barcelona y Sevilla. Tiempo de errores, ilustra y da testimonio de ese balanceo vital y social, una existencia de resaca permanente ahogada en coñac barato o de garrafón, que supo sin embargo encontrar el significado de la lucidez. Así lo atestigua el siguiente párrafo del libro citado arriba, pleno en humor cruel y furia etílica, y donde el Bokouvsky rifeño Choukri nacido en Ait Chichar no lejos de Mrich aldea de Guelaya (los Alcalá) iqaleyeen en tarifit, despliega sus mejores artes de prosista despiadado:

 

“Soñamos un poco más, más allá del sueño, ¡oh espulga –buey, pez –piloto, pájaro- mosca, oh presidiario que rema, amarrado a su banco y golpeado hasta hacerle sangre. Hoy caerá a tiros antes de ver su sombra plasmada en el sol naciente, antes de convertirse en un espectro errante de la noche. No se espera a nadie después del último rezagado; Si soy aquel, ella tiene la culpa, la amarga y cruda vivencia. ¿Quién me mostrará el camino de la cordura para enfrentarme a tan difícil prueba?

 

Mis compañeros de viaje se han hundido en la locura o presos del delirio, deambulan sin rumbo por la ciudad; otros en busca de un paraíso de paso o de un mundo mejor, han tomado el camino del exilio. Su viaje empezó mucho antes, creo haber visto algunos tomarse el último trago y perderse definitivamente. Como amuleto, uno de ellos se llenó una bolsita de tierra para que le sepa a terruño o le sirva para plantar su hierbabuena en su extrañamiento.

 

Este es el precio de la miseria que impera en su país, se prevén tiempos difíciles, me ha dicho Benítez de Asilah. Pero, ¿cuándo hemos vivido tiempos mejores, me he preguntado? ¿De quién son estas tristes melodías que suenan en la lejanía? de los que se van, personas perdidas, desahuciadas, despavoridas, maltratadas por su sociedad, que huyen arrastrando su miserable existencia hacia su nuevo destierro.

 

Creo haber visto a alguna persona “harrag” dar un suspiro y proferir :<<qué espanto de travesía, será la travesía del adiós definitivo, la muerte en el estrecho>>. Tengo la costumbre de divisar el sol y el mar juntos. ¿Qué hacer de un mar sin sol? la niebla nos extraña. El cielo azul, espejo de nuestra tierra, ha perdido su fuerza luminosa y el sol caliente se ha transformado en penumbra.

 

¡Basta de tonterías! ¡Sueña con mundos mejores! ¡Basta de ceguera ¡A menudo el malvado se convierte en piadoso, hay caras que muestran desagrado, pero no me queda más remedio que aceptarlas como tales. Cuánta gente nueva ha llegado y cuánta gente se ha ido. Los nuevos bares de esta ciudad, auténticos antros de borrachines nos han arruinado. Las caras de los clientes reflejan agresividad y vulgaridad. Los dueños con cara de pocos amigos y gran afán de lucro, son un hatajo de ineptos.

 

Cómo se echa de menos la vida mundana y agitada de bares cómo “Le Grillon”, “Le Parade”, donde a nadie se le ocurría mendigar sus copas, y la noche de entonces donde los personajes eran tan distintos a como son de día, se podía uno acodar en la barra con madame Trudy y cambiar confidencias y risas. Los bares se han desfigurado y los dueños todavía más, como la ciudad misma (Tánger) tienen mala memoria, no retienen los nombres, apenas fomentan relaciones.

 

Me siento a veces como el toro que sale disparado de su toril, que se revuelve en el aire, afila sus cuernos y se da con el morro en la arena antes de enfrentarse a su suerte final. Esta es la vida en Tiempo de errores, me adentro por la noche en las calles desiertas. Los locos se han encerrado, se han ensimismado, se han vuelto cuerdos, se han dejado crecer la barba, no por rebeldía ni por sacrilegio, se han rendido y han capitulado. Cansado y aburrido de recorrer las calles de la ciudad, en las que no encuentro sino una desesperante monotonía, quiero dar más variedad a mis ojos y nuevas sensaciones al alma.

 

Sueño con grandes viajes, tengo ganas locas de expatriarme, sueño con una casa en el arrabal de una gran ciudad. Que mi camino sea polvoriento y de tierra batida. Allí sentaré mis reales. Vivo en Val- Fleuri, a la vera de mi escuela. Quiero escribir sobre las deficiencias de la ciudad y denunciarlas. Hace tiempo que no siento el olor del salitre, la brisa matinal, el vaho del rocío, “Anassim”, brisa marina, céfiro ¡Oh, espectro que me remite a mi cansada imaginación! Soñamos un poco más y más allá de los recuerdos de la infancia humillada y feliz”.

 

La vida de Choukri está relacionada fundamentalmente con la ciudad de Tánger, aunque no nació en esta ciudad, estuvo predestinado a residir en ella, y ambos se pertenecen. Dicha ciudad aparece por doquier en su obra literaria como un tema recurrente. El territorio de Choukri es un mundo de adversidades, presenta quiebras, altibajos, rupturas, crudeza no exenta de ternura, marginación y violencia. Choukri recurría a la transgresión para recuperar la inocencia perdida y a través de la impureza y violencia del texto contaminaba fecundamente la lengua árabe con palabras o kalimat en Tarifit o mejor dicho Taqr’act (variedad dialectal que hablan los Iqar’ yen o los alcalaínos), en castellano y en árabe dialectal dariya, infringiendo las leyes sagradas de la gramática. Decía, que las lenguas evolucionaban con el uso que de ellas hacen los hablantes, y no con los academicismos establecidos. Residiendo en los años 50 en el barrio Málaga de Tetuán español Choukri aprendió antes que el árabe, el castellano chapurreado por los chatarreros gitanos instalados en la ciudad de los manantiales, conocida también como La blanca ya que su medina tiene una forma de paloma, La semejanza forma urbana e imagen animal, era muy recurrente en el urbanismo organicista: Tetuán- pudiéramos decir “Tetuán la blanca”- es como una bandada de palomas (me refiero al blanco caserío de la medina ), abrigada en las patas de una gran esfinge, que es el Jebel Dersa, pues este monte tiene toda la figura esfinge a la que faltase la cabeza, y a sus pies como protegido entre sus garras, reposa todo lo blanco caserío.

 

El escritor Choukri con el tiempo alardeaba de haber dominado una lengua extraña para un amazigh o bereber el árabe fusha y que Mhand su nombre pasó a ser Mohamed, y su cerebro pasó del tarifit al árabe; y lo logró hasta el punto de que aquel chaval analfabeto de Beni Chiker acabo siendo un escritor de culto: «Conozco los asuntos de la vida errante, yo también he sido perseguido por niños y viejos, pero me fue dado aprender la lengua de mis perseguidores. Es verdad que intentaba disimular mi acento para ocultar mi origen indeseable en una sociedad que despreciaba a los rifeños- (Iros de aquí, ¡rifeños muertos de hambre!). Pero terminé por triunfar sobre esta lengua estructurada y poderosa (clara y extranjera)-. Estaba obsesionado con la lengua árabe; quería poseerla entera, La sometí a mi ley. La vencí».

 

Mi gran deseo era sentirme como en casa con la lengua árabe, y eso condujo a la integración de mis dos yoes. El hecho de vivir y pensar y traducir en otro idioma, comentaba te da cierto desapego y perspectiva, y te permite darte cuenta de lo que otros no se dan, es un signo de fuerza. En su obra El pan a secas o El Jubz al hafi, nos habla de una desgarradora vivencia personal respecto a su padre, de un mundo familiar hecho de violencia y miseria (malos tratos, hambre, etc.) en el que sobrevivir fue la principal tarea cotidiana: «yo le insultaba en mi imaginación. Si no hubiera sido por la imaginación, habría reventado”. En esta autobiografía, Choukri intenta recuperar y reconstruir el pasado logrando transformar su experiencia vivida mental y oralmente en escritura. Analfabeto hasta la edad de 21 años. Se preocupó de perseguir su memoria en lugar de construir mundos imaginarios, en sus escritos cuenta los hechos que a él le han sucedido en los lugares y ambientes en donde se produjeron, describiendo siempre los acontecimientos diarios, y las situaciones marginales. Su récit de vie o relato de vida, el pan desnudo o a secas, censurado, vilipendiado y prohibido por las editoras árabes, le torturó todo el resto de vida y le castigo con el estigma de ser un autor repudiado, excomulgado y tachado de antipatriota, la estigmatización social era tal que sumió al Bukouvski tangerino en un alcoholismo diario como analgésico frente a sus angustias y congojas. Nos llegó a decir en privado que dicho libro fue como una apisonadora que eclipsó el resto de su prolífica obra.

 

Hasta ahora he cultivado el ensayo. Mi inclinación francesa me ha permitido escribir sobre temas que atañen a la ciudad sin equipararse al ácrata Michel Ragon, historiador de la arquitectura ni a una experta de teorías urbanas de la estirpe de la autora de la antología: El urbanismo, utopías y realidades que lleva nombre de un famoso laboratorio farmacéutico francés Choay. Pero algo he aprendido por mi paso por los pupitres de Paris Vincennes universidad rebelde, cuna de la indisciplina pedagógica («Vincennes, c’est pour les emmerdeurs» Vincennes es para los alborotadores según palabras del General De Gaulle), La Sorbona, La Escuela de caminos de Paris, y los títulos que he ido acumulando a lo largo de los años en mis estancias parisina y granadina, me facultan a escribir. Hasta ahora he publicado algún que otro ensayo sobre un arquitecto visionario catalán y sobre una urbe española de nueva fundación al otro lado del estrecho. Pero creo que mi fuerte son las traducciones ya que por el mero hecho de haber acostumbrado mis oídos al retintín de varios idiomas siendo hijo de una ciudad vórtice como Tánger, donde se mezclaban las lenguas a lo largo del día y seres de diferentes nacionalidades sin cohabitar a pesar del mito vehiculado de ciudad cosmopolita o intercultural que no lo fue es una mentira como una catedral hoy dirían los gurús del algoritmo y de los fakes news.

 

Ciudad de viaje y tránsito, refugio de emigrantes y apátridas, tierra de todos, tierra de nadie o puta Tánger parafraseando al maldito escritor tangerino Antonio Molina versus Ángel Vásquez, autor de uno de los soliloquios literarios más excelsos de la narrativa española: La vida perra de Juanita Narboni, encontrado muerto en una pensión muy cutre de Atocha, las malas lenguas dicen que se había suicidado y que después del más completo olvido en el que fue sumido, durante años, por fin se le ha hecho justicia al dedicarle el ayuntamiento de Madrid presidido por la jueza Carmena una placa donde vivió en Madrid y un documental estrenado recientemente en la Casa árabe.

 

Tánger, aquel Tánger internacional, fue una deliciosa mentira. Lo dijo Emilio Sanz de Soto, exquisito diletante, tangerino multidisciplinar que hizo todo y apenas escribió algo: hojas sueltas, entrevistas, cine, con esa generosidad que tienen los corazones desprendidos para dejarle la gloria a otros. (dixit Vicente Molina Foix).

 

Emilio Sanz de Soto, que llegó a perfilar con tino a Luis Buñuel —con quien colaboró— en las páginas de El País, formó parte del círculo intimísimo de nuestro autor, Ángel Vázquez. “Era ese círculo por el que brujuleaban Chukri y aquella Jane Bowles que supo ver la tragedia sexual de Vázquez y al que la americana, tan suya, adoptó como un par, como un confidente triste; una víctima de la ‘peor España’, o de la mentalidad de la ‘peor España’ capaz de traspasar el Estrecho y colarse, negra, en ese París africano —Tánger— que fue una casi fiesta. (Jesús Nieto, Zenda 2018)”.

 

Existió también un Tánger que ya tampoco existe, que describió el que fuera director del diario de España de Tánger Eduardo Haro Teglen en el prólogo del catálogo de la exposición fotográfica “Tánger en Blanco y Negro” organizada por el amigo y autor de Vademécum del español urgente, Alberto Gómez Font, escribiendo lo que sigue:

 

Muchas veces pienso que Tánger era un estado de ánimo y probablemente se instala para siempre en esa parte un poco fantasmal de la memoria en la que algunas personas no sabemos distinguir lo que fue verdad de lo que fue mentira”.

 

Yo hablaría de una sociedad jerarquizada propia del apartheid sudafricano ya que el extranjero estaba favorecido jurídicamente y se sentía en su casa mientras los autóctonos sí que eran extranjeros en su tierra. Esta ciudad Tánger internacional suena a puro teatro y falsedad bien ensayada como cantaba la Yiyiyi de la canción cubana La Lupe:

 

Igual que en un escenario

Finges tu dolor barato

Tu drama no es necesario

Ya conozco ese teatro.

Teatro,

Lo tuyo es puro teatro

Falsedad bien ensayada

Estudiado simulacro.

 

El mismísimo Mohamed Choukri, años atrás también denuncio esta farsa o mascarade literaria neorientalista, al publicar en junio de 1996, un texto demoledor de memorias en árabe sobre Paul Bowles y su destierro en Tánger, en el que Choukri haciéndose pasar por, Edward Said desarrolla una crítica radical contra el orientalismo como discurso construido por Bowles y “la Beat Generation Bowles. Discurso a su vez que ha fracasado como instrumento de poder que sostiene la empresa del colonialismo y el paternalismo. La imagen de oriente, en este caso Tánger, está compuesta por fragmentos intertextuales, superpuestos como un filtro, es una figura construida, no un yo verdadero. Detrás del exotismo cuántas veces no hay otra cosa que racismo más algo de lírica. Debajo de esa palabra, un mundo sometido, un zoológico a reconstruir, a definir. Otras disciplinas colaborarán a ello, serán inventadas prácticamente en el mismo marco y juego, piénsese en una antropología definiendo al primitivo, al salvaje o al bárbaro unida a la historia. El orientalismo no es más que el estilo y discurso occidental para dominar a oriente según Edward Said. Oriente ya no es -nunca lo fue- esa heteropía soñada por los pintores del XIX y del XX que, en busca de nuevos horizontes, de nuevas sensaciones, se desplazaban a este entorno geográfico llamado Oriente y concretamente el mundo musulmán. Pero Oriente, no es sólo una cartografía del deseo de alteridad, radical, sexual, cognitiva, literaria, religiosa, etc.… es también una cartografía real: sus problemas son los problemas del resto del mundo. Se expresan en términos y cuestiones relacionados con lo religioso y la difícil cuestión de la identidad cultural.

 

En palabras de Choukri: Los escritores y poetas de la generación beat, que se desplazaron a Tánger imitando al recluso Bowles, nunca se familiarizaron con el entorno diario y las huellas que dejaron en la ciudad se reducen a un puñado de fotografías, cuanta gente ha venido a escribir y no ha escrita ni una línea y pintores que se han sumido en una perdición sin retratar a nadie ni acaso llegaron a mezclar los colores, se han dedicado a satisfacer sus fantasías sexuales, en colonizar sexualmente los cuerpos. Para quienes iban a Tánger aquello era un paraíso sexual o mejor dicho un prostíbulo y lo sabían. Había una doble amoralidad. Allí no era condenable ser un pedófilo. El concepto de violación no existía porque se consideraba que el hombre blanco tenía derecho a poseer el cuerpo de un menor. Tánger era un inmenso burdel como lo fue la Havana de Batista para los norteamericanos.

 

Atrapado en una sociedad cuyos valores morales y burgueses, le dan asco y le repugnan, no duda en denunciar los principales problemas que acechan a Marruecos a través de la descripción que padece Tánger decía: “no añorar en absoluto el mito creado en torno a esa ciudad cosmopolita y lugar de cita de intelectuales y artistas porque en esa época él pasaba hambre y dormía en los cementerios. No siento ninguna nostalgia del Tánger internacional”.

 

Murió con 68 años, como Jean Genet, dejó el cadáver de un señor mucho mayor. A su entierro en el cementerio de al Marshán acudió la Tánger menos convencional. Los amigos fueron a despedir a un gran escritor. También acudieron los que suelen aprovechar cualquier ocasión para hacerse notar, pero no tuvieron nada que hacer. Quienes ansiaban protagonismo entre plañideros o llorosos encontraron el silencio.

 

Cuando el féretro se aproximó a la fosa, sólo se escuchó: ¡adiós Choukri! y ahí acabó todo. El homenaje más breve que cabía imaginar para una vida colmada de excesos.

 

Una existencia de resaca permanente ahogada en alcohol, que supo sin embargo encontrar el significado de la lucidez. Así lo atestiguan muchas de sus frases predilectas, como “he comprado mi hambre” o “soy el enano de mí mismo”.

 

Más allá del personaje que algunos quisieron explotar obviando su escritura, la verdadera genialidad de Choukri brilló siempre en los antros o bares, en compañía de sus fieles lectores y admiradores, que nunca le permitieron un resbalón.

 

Extraño espíritu indómito, coherente con sí mismo y transgresor hasta la muerte. Con él:” Tánger se ha vuelto a morir.”

 

 

Mustafa Akalay Nasser, Director de Esmab. UPF Fez.

 

 

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