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viernes, abril 26, 2024

A la memoria de Mohamed Choukri, Tánger y “el yo-ciudad”

 

Rue20 Español/FEZ

 

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Mustafá Akalay Nasser

 

 

“Para mí la escritura es una denuncia, no un esnobismo,

escribo sobre los temas de la marginación que imperan

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en una ciudad como Tánger: robos, prostitución, drogas, paro.”

Choukri.

 

 

Pocas veces toparemos con una trayectoria literaria tan singular y productiva, como la de éste abanderado de la picaresca árabe y escritor del Tánger subrepticio, Mohamed Choukri, que nos abandonó en 2003. Vaya en su memoria este repaso a su obra literaria. La primera vez que conocí a Choukri, fue en la década de los setenta, cuando ejercía de bibliotecario en el instituto de secundaria “IBN BATOUTA” de Tánger y nos aconsejaba la lectura de los clásicos cuando íbamos a prestar los libros, pero fue en París en mi época de estudiante de urbanismo, y en los años ochenta donde nos hicimos grandes amigos, con ocasión de su memorable paso por el mítico programa literario de la televisión francesa “Apostrophes” dedicado a los libros y dirigido entonces por el periodista cultural Bernard Pívot, y a raíz de la traducción al francés por Tahar Benjelloun de su historia novelada el Pan desnudo y editada por Maspero en 1980.Dicha obra autobiográfica Al-jubz al-hafi, primero se había publicado en inglés por el que fue su descubridor Paul Bowles con el título For Bread Alone en 1973 en las ediciones Peter Owen. La versión española se editó en el mismo año que la francesa, y fue prologada por nuestro amigo común Juan Goytisolo.

 

A los principios de los años noventa tuve la gran satisfacción de traducir al castellano un capítulo del segundo tomo de su autobiografía “Tiempo de errores”, y acompañarlo en sus conferencias impartidas en Granada, Motril, y Almería, tanto como ponente o declamador de su prosa. También colaboré con Choukri en las revisiones y pruebas de sus textos.

 

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Mohamed Choukri, rifeño de nacimiento y tangerino por residencia, fue considerado como uno de los sólidos valores de la narrativa árabe como lo demuestra su extensa y prolífica producción literaria que tuvo sus comienzos a mediados de los años sesenta: Abarca tanto novelas , como relatos breves y teatro, publicó diversos ensayos en revistas árabes de crítica literaria ,así como traducciones al árabe de poetas españoles, tales como los hermanos Machado, Miguel Hernández , Federico García Lorca , etc. También escribió acerca de sus vivencias con “los malditos”: Jean Genet y Tennessee Williams.

 

Aunque su obra más célebre y traducida a más de cuarenta idiomas fue al-jubz al hafi (el pan a secas en vez de pan desnudo), fue rechazada por los editores árabes aduciendo estos la inmoralidad pornográfica que en ella se reflejaba. La publicación de esta obra, supuso una conmoción en el panorama literario árabe, esta autobiografía novelada como le gustaba designarla, es un relato duro, cruel, sin concesiones de la lucha diaria de un niño por sobrevivir en una zona castigada por largos años de sequía y hambruna: el Rif y una ciudad burdel llamada “hotel Tánger” donde se codeaban aventureros, mafiosos, toxicómanos, bohemios, desalmados, escritores de “la Beat Generation” y chaperos del burdel andaluz , ubicado en el barrio Bnider de la medina y frecuentado por Michel Foucault, Roland Barthes , Jean Genet, William Burrougs como relata el sociólogo friki Georges Lapassade en su libro“le bain Andalou” editado en 1971 por L’Herne , él también asiduo cliente de dicho Bain à vapeur o Hamam Manolo.

 

La vida de Choukri está relacionada fundamentalmente con la ciudad de Tánger, aunque no nació en esta ciudad, estuvo predestinado a residir en ella, y ambos se pertenecen. Dicha ciudad aparece por doquier en su obra literaria como un tema recurrente: el “yo” del escritor y el “yo” de la ciudad se funden en uno solo constituyendo lo que se denomina el “yo- ciudad”. Los temas preferidos del desaparecido escritor fueron los tocantes al mundo marginal, tal y como lo expuso en una rueda de prensa con los medios granadinos en 1997: “Soy hijo de las barracas y de la podredumbre, pertenezco a una clase sin clase donde en principio escribir me parecía un prestigio social, aunque luego lo vi como un arma. Para mí la escritura es una denuncia, no un esnobismo, escribo sobre los temas de la marginación que imperan en una ciudad como Tánger: robos, prostitución, drogas, paro… La desesperación de una juventud diplomada pero que no puede trabajar y está abocada a expatriarse y a morir en el estrecho como espaldas mojadas.”

 

El territorio de Choukri es un mundo de adversidades, presenta quiebras, altibajos, rupturas, crudeza no exenta de ternura, marginación y violencia. Choukri recurría a la transgresión para recuperar la inocencia perdida y a través de la impureza y violencia del texto contaminaba fecundamente la lengua árabe con palabras o kalimat en tarifit, en castellano y en árabe dialectal, infringiendo las leyes sagradas de la gramática. Decía, que las lenguas evolucionaban con el uso que de ellas hacen los hablantes, y no con los academicismos establecidos. En eso tenía un punto común con Gabo García Márquez.

 

En su obra El pan a secas, nos habla de una desgarradora vivencia personal respecto a su padre desertor del grupo de fuerzas regulares indígenas de Beni Chiker, de un mundo familiar hecho de violencia y miseria (malos tratos, hambre, etc.) en el que sobrevivir fue la principal tarea cotidiana: “yo insultaba a mi padre en mi imaginación. Si no hubiera sido por la imaginación, habría reventado.” En esta autobiografía, Choukri intenta recuperar y reconstruir el pasado logrando transformar su experiencia vivida mental y oralmente en escritura. Analfabeto hasta la edad de 21 años. Se preocupó de perseguir su memoria en lugar de construir mundos imaginarios, en sus escritos cuenta los hechos que a él le han sucedido en los lugares y ambientes en donde se produjeron, describiendo siempre los acontecimientos diarios, y las situaciones marginales.

 

Siguiendo a Dris Guzmán: “¿Cómo leer sin estremecimiento un libro autobiográfico escrito en el más descarnado a la vez que en el más lírico y efectivo realismo con el que el autor narra sus primeros veinte años, – un joven rifeño sin más fortuna que inteligencia para sobrevivir- transcurridos en el Marruecos Español, la Argelia francesa y el Tánger ciudad internacional, durante los años cuarenta y cincuenta? Para un conocedor elemental de la literatura española de los siglos de oro, la comparación con el arquetipo literario y vital del pícaro constituirá una motivación complementaria a la hora de internarse de la mano del joven Mohamed, haciendo esta vez de guía ocasional para el temeroso y fascinado viajero lector, por los laberintos callejeros de las medinas norteafricanas, y por el cúmulo de aventuras, en pos de ganarse la sola existencia, en que se verá envuelto el protagonista. En su singularidad, este testimonio ciñe lo literario a unos efectos realistas que, para la conciencia creadora de Mohamed choukri-autor, despiertan sus propios recuerdos, en calidad de material fundante de la personalidad, pero también de su posterior transformación en discurso artístico. La memoria es lógicamente el motor que da forma y contenido al relato a lo largo de su desarrollo; y no es una memoria que se limite a informar de lo biográfico, sino que, en el hecho mismo de hacerlo, según observa Juan Goytisolo en el prólogo a esta edición, se implican categorías de una denuncia tanto cultural y moral como lingüística. Denuncia que supone desde esta perspectiva una valoración marginal de la narración si nos atenemos al contexto, asimismo cultural, moral, lingüístico y, en última instancia, ideológico, del que surge: el mundo árabe y en particular el Marruecos colonial hoy ya independizado”. (Véase Dris Guzmán, no problema, no paranoia. Revista puerta oscura).

 

En su novela Rostros, Amores y Maldiciones, el autor Choukri se introduce en el interior de la miseria de esas gentes que viven en Tánger. Su prosa desgarrada, aguda, precisa, alcanza sus mejores momentos para relatar el perfil interno y externo de quince personajes que se encuentran y se pierden en la geografía nocturna de una ciudad autentico mercado del sexo en el que se comercia con mujeres. Seres en la frontera de la marginalidad deambulan por las páginas de Choukri intentando reconocer un oscuro túnel del sentido de la supervivencia y paradójicamente del gozo, un submundo donde Putas, puteros, proxenetas terminan siendo cofrades de la hermandad de la santa patraña alojada en Hawma de Chaitan o Calle de satanás.

 

Su fallecimiento constituye la pérdida de un brillante símbolo de la cultura tangerina, prueba de ello el artículo del columnista de la Opinión de Granada José Luis Serrano titulado: “Con Choukri, este otoño, Tánger se ha vuelto a morir”, y que vamos a reproducir en lo que sigue integralmente:

 

“Al atardecer, el escritor Mohamed Chukri nos recibió en un restaurante. Se sentaba a escribir en una mesa lateral junto a la ventana y había mandado decorar el local con las fotos de su vida. Escribía en hojas sueltas de cuaderno escolar, con una caligrafía menuda de renglones torcidos, casi circulares. Tenía la cabellera rizada y gris, un bigote grande y sincero, y sus ojos negros y tristes revelaban la serenidad del que ha leído mucho. Vestía una chaqueta excesiva para octubre en ciudad de mar, llevaba la camisa abierta hasta el pecho, y no desatendió la escritura para ver quién había llegado. Después de abrazarlo, Mustafá Akalay me presentó como un escritor granadino. Chukri me examinó desde el fondo de sus ojos, y sus párpados no cambiaron el gesto de la pena. «Entonces usted es de la tierra de Federico García -me dijo-. Siéntese aquí y hágame el honor de tomar una copa de vino». Contó que él ya no bebía, sólo un poco de coñac por la mañana para frenar el temblor de alcohólico irredento que tenía en las manos. Nos contó que los fundamentalistas lo habían amenazado de muerte por hablar de las putas de Tánger, nos dijo que Paul Bowles se había muerto sin pagarle los derechos de autor que le correspondían, nos habló del espíritu de los rifeños, y de Juan de la Cruz. Nos explicó por qué sus renglones eran torcidos: en su juventud, aprendió a escribir sobre los papeles de estraza de las churrerías de Tetuán. Para hacerlo tenía que rodear los manchones de aceite y ahora, tantos años después, seguía escribiendo como si en el centro de su discurso quedara pringue de churros.

 

Parecía vencido, Tánger también parece una ciudad vencida. A mediados del siglo anterior, con la pérdida del estatuto internacional y la independencia del estado de Marruecos, la ciudad cayó en un abandono del que ya no la puede rescatar ni siquiera el talante resuelto y viajero de sus gentes. La dispendiosa ciudad de los cabarets y las sombrererías terminó sumida en el fracaso. El Boulevard Pasteur ya no es el de antes, el de los tiempos en que los hindúes cenicientos vendían relojes y grabadoras, llaveros y baterías alcalinas. Se han ido, y los bazares están desprovistos, los géneros desfasados, y los mostradores polvorientos. Las librerías que dieron tanto nombre a la ciudad se han transformado en quioscos de prensa y chucherías, tebeos en inglés de los héroes Marvel y del Capitán América, y administraciones de loterías con boletos de dibujos simples. Los tangerinos están sentados en los veladores, sin café ni refrescos, sin prisas ni quehaceres, en el mismo lugar en el que se colocaron el día de la pérdida del estatuto internacional y del comienzo de la huida masiva de los capitales a la Costa del Sol. El mundo se está unificando por el lado malo, porque los adolescentes visten chándal de pantalón ancho y gorra con la visera hacia atrás como si estuvieran en Brooklyn en lugar de en Babilonia. Los más viejos todavía conservan en la mirada el brillo de la esperanza, pero en el fondo de sus corazones parecen satisfechos de haberse quedado allí dedicados a la narración de otros tiempos. Todos miran hacia las costas andaluzas. Las terrazas y las sillas están orientadas al norte. Nadie mira hacia dentro de Tánger, porque todos creen que eso es mirar hacia atrás en el tiempo.

 

Todo esto comenzó a suceder por los años en que Mohamed Chukri nació, pero no por ello su muerte es menos relevante. Con Chukri, este otoño 2003, Tánger se ha vuelto a morir”.

 

Mustafá Akalay Nasser es intelectual y profesor en la Universidad Privada de Fez (UPF)

 

 

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