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viernes, mayo 3, 2024

La medina o la otra ciudad resiliente: Fez

Rue20 Español/ Fez

Mustafa Akalay Nasser*

El concepto de resiliencia describe la habilidad de cualquier sistema urbano; en este caso la medina de Fez de mantener continuidad después de impactos o de catástrofes mientras contribuye positivamente a la adaptación y la transformación.

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El campo semántico de la resiliencia se ha extendido al urbanismo y ahora podría afectar a la ciudad musulmana. ¿Podemos hablar de una medina resiliente? Este patrimonio urbano descuidado durante mucho tiempo podría convertirse en un símbolo de resiliencia frente a las crisis que sacuden un mundo en rápida transformación. El terrible episodio del coronavirus nos ofreció un campo de observación y una oportunidad para detenernos a reflexionar sobre la eficiencia constructiva de la medina a lo largo de los siglos.

Vista desde lejos, uno podría preocuparse naturalmente por la población de la medina, en contacto con miles de turistas y peregrinos de todo el mundo, en un laberinto de calles muy estrechas y tiendas apretadas, donde la distancia física es difícil de imaginar. Sin embargo, durante este encierro nos dimos cuenta de que la medina de Fez, en el noroeste de Marruecos que es  una ciudad a escala humana y de proximidad , parecía haberse adaptado mejor que la ciudad nueva o los barrios periféricos. Esta antigua ciudad, una de las medinas más grandes del mundo árabigo-musulmán, una encrucijada de culturas y religiones, y un importante centro de poder y comercio que unía Marruecos con Europa y África.

Aparte de transformaciones puntuales, cambios ligados a la llegada de poblaciones rurales y a la huida de las clases más acomodadas, y de recientes reformas en el marco de su inscripción en la Lista del Patrimonio Mundial, su aspecto no ha cambiado mucho.

Durante esta crisis pandémica, la medina de Fez  demostró una gran capacidad de resistencia recurriendo a viejas recetas , las de la ciudad replegada sobre sí misma como cordón sanitario. En cuanto se impuso el toque de queda el 16 de marzo, la población se replegó tras las murallas y abandonó el laberinto de callejuelas. Todo el mundo se encerró en sus casas. Las tiendas han cerrado y los riads y pensiones han cancelado sus reservas.

Ante la amenaza, como las ciudades que solían cerrar sus puertas al anochecer, la medina se encerró en sí misma después de la última oración, para detener la propagación del virus. Una vez más, la ciudad vieja se replegó para defenderse. Por otra parte, durante este encierro, la periferia de la ciudad de Fez se hizo más vulnerable, y el contagio parece haber sido más fuerte en los suburbios. Habrá que analizar con precisión los resultados de la pandemia barrio por barrio, y es posible que nos sorprendamos de la resistencia y la resiliencia de la medina en comparación con los modelos urbanísticos más recientes.

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La crisis sanitaria nos brinda otra oportunidad para intentar cambiar nuestra forma de ver la medina y situar nuestro enfoque del urbanismo y la urbanización en una escala temporal diferente. La pandemia y el confinamiento en el espacio y el tiempo brindan una oportunidad para una posible inversión de la forma en que contemplamos la ciudad tradicional en relación con la llamada ciudad «moderna«, o más bien contemporánea.

El confinamiento nos ha dado otra oportunidad para hacerlo. Esta medina descuidada y mal entendida se ha convertido en objeto de fascinación para muchos arquitectos y urbanistas occidentales decepcionados por la simplicidad del urbanismo moderno. Ya en 1916-17, Albert Laprade, inspirándose en la antigua ciudad de Fez, proyectó la urbanización Habous en las afueras de Casablanca.

El arquitecto franco-suizo Le Corbusier fue el primero en reinterpretar la arquitectura vernacular de la ciudad santa de Ghardhaïa en el Mzab e incorporar algunos de sus principios a la arquitectura moderna. Con su Unité d’habitation en Marsella, creó una especie de medina vertical, con 360 viviendas dúplex unidas por «calles» interiores, comercios y equipamientos públicos sobre un tejado aterrazado.

Muchos arquitectos y urbanistas han estudiado y siguen estudiando (Suiza, Canadá…) las medinas, en particular la de Fez. Reconocen sus cualidades en los materiales utilizados y constantemente reutilizados, en la gestión de las aguas residuales , en los vínculos con las huertas cercanas y el interior rural, en el acceso a pie o en burro, en la gestión tradicional del agua potable , en el control de la temperatura según las estaciones y en todo un arte de vivir y habitar en un caserio muy denso. Aunque las observaciones de Jacques Berque sobre la «unidad de la medina«, la «existencia de barrios familiares» y la «extrema continuidad inmobiliaria» han cambiado naturalmente desde entonces, sobre todo como consecuencia del éxodo rural, algunas cosas no han cambiado. Las modificaciones de los edificios siguen rigiéndose por normas delicadas. En Fez todavía no se puede construir ni siquiera levantar un edificio, sin pedir permiso a los vecinos. Según la ética musulmana, «la medina es el lugar donde el testimonio se convierte en arquitectura«.

Aunque algunas de estas cualidades y competencias se hayan perdido, todas ellas son características que apuntan a la definición de una«ciudad sostenible» antes de tiempo.

Aunque residentes y visitantes disfrutan de estas cualidades, los investigadores las estudian con detenimiento y las autoridades se esfuerzan ahora por preservarlas, es posible que estos conjuntos arquitectónicos  aún no sean plenamente apreciados por el  conjunto de la población de un país joven en vías de desarrollo, para la que el éxito depende a menudo del acceso a nuevos modos de habitar tipo chalet y de una relación aún negativa con el patrimonio.

Por otra parte, las formas urbanas que se han desarrollado en los últimos años son poco atractivas. Lanzadas precipitadamente durante el boom inmobiliario de principios de la década 2000, las nuevas ciudades construidas en Marruecos han sido un abyecto fracaso. Han pasado de ser ciudades dormitorio a ciudades fantasma. ¿Qué decir ante la monotona visión de casas cúbicas sin ningún respeto por la belleza o el estilo? ¿Qué hacer ante la desolación de los barrios semiconstruidos, sin infraestructurasmínimas, y la mediocridad arquitectónica de estas ciudades sin alma donde reina la fealdad? Los arquitectos atraídos por el afán de lucro no son los únicos cómplices de este desbarajuste urbano. Hay otros culpables: responsables megalómanos, concursos trucados, jurisdicción engorrosa, empresas de construcción malas y corrupción a todos los niveles. Ha llegado el momento de cambiar el modelo urbano, y los responsables de la planificación y el diseño urbano deben cambiar su visión. ¿Cómo será «el día después» y cómo podemos prepararnos para ello? Entre el olvido de nuestro patrimonio y los peligros de la aceleración urbana, ¿qué modelo urbano queremos implantar? La crisis sanitaria provocada por el covid 19, un terremoto que ha puesto patas arriba la sabiduría convencional, debería brindar la oportunidad de imaginar nuevas formas de pensar y construir juntos las ciudades.

El gran reto de los fabricantes de ciudades en las próximas décadas será introducir la urbanidad en un urbanismo donde reina la fealdad arquitectónica. La impresión de fealdad surge de un principio de violencia y destrucción según Theodor Adorno. Para ello, los urbanistas marroquíes deberán revisitar su pasado, reinterpretar su tradición urbana encarnada por la medina y extraer lecciones del pasado para el futuro. Si bien dichos diseñadores urbanos deben estar familiarizados con las ideas y técnicas de su tiempo, también deben inscribirse en la continuidad de una larga historia . Deben analizar más de cerca las obras del pasado para transmitir a sus contemporáneos los marcadores de nuestra memoria colectiva. Se trata de un imperativo para arquitectos y urbanistas, que nuestras escuelas de arquitectura y universidades deben destacar en sus cursos de formación. La ciudad tradicional no se construyó en un día. Está hecha de sucesivos reajustes que la convierten en un conjunto adecuado a escala humana. Cuando Le Corbusier y sus seguidores de la Carta de Atenas ignoraron la ciudad antigua y pretendieron construir una completamente distinta, fracasaron en gran medida, porque la ciudad se niega  a romper con el pasado. La continuidad es la esencia de la ciudad y sustenta su profundidad existencial y humana. No es un apego nostálgico a la historia, sino un despertar de la conciencia que nos permite afrontar los cambios y las crisis.

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*Mustafa Akalay Nasser es Director de L’ Esmab UPF, Fez.

N.B. Este articulo fue seleccionado entre 40 artículos sobre mil propuestas de artículos presentados en el marco de la propuesta des presses universitaires de Grenoble en el marco de la colección: La recherche du virus y esta en formato electrónico.

 

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