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lunes, noviembre 25, 2024

Trujillo: si España cambió su posición sobre el Sáhara, por qué no con Ceuta y Melilla

 

Rue20 Español / Rabat 

 

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Durante los días 2 y 3 de septiembre de 2022, la Escuela Normal Superior de Tetuán (ENS-Tetuán), en colaboración con la Universidad Abdelmalek Essaadi y el Centro Marroquí de Estudios e Investigaciones en Economía y Desarrollo Sostenible, organizó un Congreso Internacional sobre “Relaciones hispano-marroquíes: presente y futuro”.

 

Este evento tuvo como objetivo debatir varios temas que tienen que ver con «la dimensión política en las relaciones hispano-marroquíes», «el acercamiento cultural y educativo entre Marruecos y España» y «la cooperación económica y comercial entre ambos países». 

 

El encuentro hispano-marroquí contó con la participación de varias personalidades de ambas orillas. 

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María Antonia Trujillo, ex ministra de Vivienda de España, fue una de las figuras destacadas en ese encuentro.

 

Su intervención llevó como título «Un plan para reforzar las relaciones entre España y Marruecos: ¿Dónde empieza la historia? ¿Dónde acaba España?»

 

Sus reflexiones se centraron en tres ámbitos: las relaciones bilaterales entre Marruecos y España, el asunto del Sáhara marroquí y los casos de Ceuta y Melilla.

 

He aquí el texto íntegro de la tercera parte de su conferencia al que tuvo acceso Rue20 Español:

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III.- Ceuta y Melilla 

 

Sobre Ceuta y Melilla las primeras preguntas que surgen son: ¿Qué es España? ¿Dónde acaba España? ¿Dónde empieza la historia? y ¿Por qué Ceuta y Melilla pertenecen a España si están en África? 

 

En pleno siglo XXI España mantiene controversias sobre determinados territorios: o bien porque los reclama España o bien porque son reclamados por algún país vecino. 

 

Es el caso de Ceuta y Melilla -y también de los Islotes y Peñones-. Dos ciudades españolas en el continente africano desde hace 5 siglos y reclamadas desde el primer momento. Marruecos reclamó formalmente la soberanía sobre ambas ciudades desde 1956. 500 años de españolidad y 500 años de reclamación. Son los únicos territorios europeos que quedan en África continental. Forman parte de la Unión Europea desde 1986 pero no de todo el acervo comunitario, particularmente del Acuerdo Schengen.

 

En el caso de Ceuta y Melilla también nos encontramos con unas relaciones bilaterales condicionadas por los lastres del pasado que impiden unas relaciones fluidas, armoniosas y plenas. Cada cierto tiempo salen a la luz pública estos casos con dos posiciones encontradas : Madrid destacando la soberanía española sobre Ceuta y Melilla y Marruecos reivindicando su marroquinidad.

 

Este asunto merece un análisis riguroso desde el punto de vista histórico, jurídico y político. Pero en este momento voy a hacer sólo una referencia breve a estos tres ámbitos.

 

En primer lugar, desde el punto de vista histórico, decir que Ceuta y Melilla han pertenecido a España antes de que existiera Marruecos como el Estado que hoy conocemos es detenerse en el momento histórico que interesa a quienes utilizan este argumento. Porque argumentos hay a favor y en contra de esta aseveración. Lo cierto es que Ceuta y Melilla, antes de pertenecer a España formaron parte de los territorios que comprendían la civilización islámica (y antes a fenicios, cartagineses, romanos, visigodos…) y siempre fueron reclamadas. Y durante más tiempo fueron árabes que cristianas. Con esto quiero decir que el recurso a la historia, al hecho histórico, debe hacerse con prudencia y en este caso concreto el argumento es debatible.

 

A finales del siglo XV Portugal y España culminaron una larga etapa de guerras en la península ibérica expulsando a los árabes e iniciando un proceso de expansión más allá de sus fronteras. 

 

Ceuta permaneció 700 años bajo dominio de distintos reinos islámicos. A comienzos del siglo XV Ceuta había estado controlada por varías dinastías bereberes y árabes y era uno de los puertos más estratégicos del mundo islámico. Portugal conquistó Ceuta en 1415 y por casualidades dinásticas Ceuta se convirtió en española en 1580 cuando Portugal pasó a formar parte de la monarquía hispánica compartiendo dominios. Ceuta pasó definitivamente a España en 1640 cuando se disolvió la Unión dinástica.

 

Melilla fue conquistada en 1497 tras la toma de Granada por los Reyes Católicos y tras el avance de estos por la costa norte de África estableciendo puestos militares destinados a proteger las costas andaluzas de las incursiones de los piratas berberiscos. Hay que tener en cuenta que en 1494 Melilla se rebeló contra el sultán de Fez y pidió ayuda a los RRCC.

 

A finales del siglo XVIII España sólo contaba con las ciudades de Ceuta y Melilla y otras posesiones situadas a lo largo de la costa marroquí, con una superficie pequeña, utilizadas como presidios y fortalezas, reductos defensivos, y con  apenas población civil hasta finales del siglo XIX ya que se había desplazado a las poblaciones autóctonas.

 

Tras perder España sus últimas colonias a finales del siglo XIX (1898) y ya a principios del siglo XX, en 1904, firmó un acuerdo con Francia para delimitar las zonas de África donde ambos países ejercerían su dominio. Esto originó una crisis que provocó la celebración de la Conferencia de Algeciras en 1906 donde se reunieron las potencias europeas y cuyos resultados se concretaron con el Tratado de Fez de 1912 estableciendo el protectorado español –y el francés-. Ceuta y Melilla no estaban incluidas en el protectorado español.

 

En segundo lugar, desde el punto de vista jurídico, hay títulos jurídicos suficientes de Derecho Internacional para avalar la pertenencia a España de estos territorios en tratados, convenios y acuerdos. A veces se trataba simplemente de acuerdos comerciales, alianzas o la  firma de paces. 

 

La españolidad de Ceuta y Melilla se recoge también en todas las Constituciones españolas desde 1812 hasta la actual de 1978. Con base en la CE actual se aprobaron mediante dos LLOO en 1995 los Estatutos de Autonomía  para Ceuta y Melilla. Pero no son CCAA, sino Ciudades Autónomas. Un término que no aparece en la CE. Y se hizo muy tarde, en 1995. Todavía muchos juristas nos preguntamos sobre esta solución desde el punto de vista jurídico-constitucional: cómo se forzó la interpretación del art. 144.b) de la CE para crear la ficción de considerar a estas ciudades como Comunidades Autónomas cuando realmente no lo son. 

 

En fin, todos los argumentos ligados a los títulos jurídicos son debatibles al menos y resultan contradictorios cuando se hace uso de unos títulos suscritos con un Estado al que no se reconoce su existencia. 

 

En tercer y último lugar, es el punto de vista político, el que debe dar respuesta a la problemática de Ceuta y Melilla. Aunque Ceuta y Melilla son jurídicamente parte de España ello no impide pensar que se trata de una supervivencia anacrónica del colonialismo en África y que estamos ante dos anomalías que nos ha dejado la historia. Se trata de un vestigio del pasado fruto de una coyuntura histórica favorable para España. 

 

Marruecos ha reivindicado estos territorios en muchas ocasiones hasta el día de hoy : en todo tipo de foros, internacionales y nacionales, y por múltiples actores. 

 

Con el despertar del nacionalismo marroquí se empezaron a reclamar todos los territorios que poseía España. No hay más que recordar la entrevista entre el Rey Hassan II y Franco, en 1963, conocida como el espíritu de Barajas, que congeló la reivindicación hasta 1974, año en que el Rey Hassan II volvió a reclamarlas. Pero los acontecimientos de 1975 precipitaron los acontecimientos y, años después, Marruecos pidió una « célula de reflexión » para llegar a un acuerdo pactado con España. A partir de 1994 se entró en una fase de cooperación pero nunca faltaron referencias a la liberación de las posesiones españolas hasta el día de hoy (desde el Discurso del Trono de 2002 hasta el año 2021 en que el anterior Primer Ministro marroquí declaró que Ceuta y Melilla son tan marroquíes como el Sáhara) y a asumir que el único camino para encontrar una solución es el campo político.

 

En España también han surgido voces, no tan escasas, que apoyan la devolución de estos territorios a Marruecos. Ya lo hicieron embajadores como Jaime de Piniés en 1975 o Máximo Cajal la última vez en 2003. «La marroquinidad de Ceuta y Melilla no debe ser puesta en cuestión por el bien de la salud colectiva de los españoles y para desactivar toda esa mezcla de temor, recelo y resentimiento histórico contra el moro… siendo una situación colonial que es una afrenta a Marruecos y un elemento de desasosiego y mala conciencia nacional para España, que se agita en cuanto se menciona el tema», decía el Máximo Cajal (embajador de España y asesor del PSOE) en su libro Ceuta, Melilla, Olivenza y Gibraltar ¿Dónde acaba España?

 

En 1979, el historiador Charles Powell, en su libro Rey de la democracia, refiere un informe cifrado del que mucho se ha hablado pero nada verificado sobre este asunto. Tampoco han faltado autores españoles que han planteado una cosoberanía hispano-marroquí durante un período de 50 años. Incluso el Partido Comunista de España en 1987 aprobó la retrocesión de Ceuta y Melilla a Marruecos en un plazo determinado.

 

Los discursos oficiales hablan de multiculturalidad, tolerancia y entendimiento. Pero hay muchos autores que dicen que ambas ciudades representan todo lo que está mal en Europa. Son ciudades con muchos conflictos y paradojas y con muchas excepciones en muchos ámbitos (económico, jurídico, político y social).

 

Para concluir, aunque dicen que los juristas tenemos la cualidad de saber evocar las tesis de otros juristas de renombre para justificar opiniones y alegatos en casos propios -esto se puede trasladar a cualquier ámbito del saber- no se trata en mi caso concreto de decir por boca de otros lo que pienso, posición que tampoco debe empañarse por tener amigos marroquíes o por defender posiciones a favor de Marruecos cuando lo considero oportuno. Lo único que pretendo decir es que no soy pionera en la defensa de esta posición. A saber:

 

Creo que los casos de Ceuta y Melilla –y los peñones e islotes- suponen una afrenta a la integridad territorial de Marruecos. Son vestigios del pasado que interfieren en la independencia económica y política de Marruecos y en las buenas relaciones entre los dos países. El peso relativo de los argumentos históricos y jurídicos ceden ante el devenir de los hechos que reclaman una respuesta política, ética, razonable y aceptable para ambos países mediante un diálogo abierto y sincero. Ante los efectos nocivos de unas « fronteras no sanas », la respuesta política es el diálogo y no mirar a otro lado y el silencio. La reivindicación marroquí está plenamente justificada, está inscrita en su ideario nacional y es irrenunciable. 

 

Teniendo en cuenta esto y si España ha cambiado su posición tradicional sobre el Sáhara ¿Por qué no puede cambiar España su posición sobre Ceuta y Melilla y los Islotes y Peñones? 

 

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