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miércoles, enero 1, 2025

Argelia desconecta la verdad: el régimen militar contra los saharauis de Tinduf

Rue20 Español/ Uxda


Parece que la última innovación del régimen militar argelino en su cruzada por reprimir a los saharauis en Tinduf consiste en… ¡atacar a las tarjetas de recarga de teléfonos! Quizás los estrategas de Argel se inspiran en algún oscuro manual de “dictaduras para principiantes”. En lugar de intentar resolver la desesperación que sufren los habitantes de los campamentos, optan por sofocar sus voces. Total, en un régimen obsesionado con silenciar, lo que importa no es arreglar el desastre, sino que nadie se entere.

Las grabaciones enviadas por WhatsApp que revelan las miserias cotidianas en Tinduf deben haber encendido alarmas en los despachos argelinos. «¡Alerta! ¡Los oprimidos están hablando!» La solución del régimen, en su proverbial astucia, no ha sido mejorar las condiciones de los retenidos, sino privarlos del único medio para conectar con el mundo exterior. Prohibir las recargas telefónicas es, además de un acto patético, un reconocimiento tácito de su incapacidad para controlar la narrativa.

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La situación de los saharauis en los campamentos es un tema incómodo para los títeres del Polisario y sus maestros de Argel. Los testimonios filtrados no solo desnudan el fracaso absoluto de una causa que lleva décadas en bancarrota moral, sino que evidencian un régimen militar que usa a estas personas como peones descartables en su juego geopolítico. Y como cualquier mal ventrílocuo, el régimen teme que las marionetas hablen por sí mismas.

Los gerontócratas de Argel deberían saber que las baterías, como los sueños de libertad, siempre encuentran la manera de recargarse. Por más que intenten aislar a los saharauis, la verdad se filtra. Tal vez mañana prohíban las linternas porque «iluminan demasiado».

Lo que queda claro es que el régimen militar argelino y su Polisario llevan años atrapados en la misma estrategia fallida: negar, reprimir y controlar. Pero el tiempo, como siempre, tiene la última palabra, y el grito de los oprimidos nunca ha necesitado permiso para hacerse escuchar.

 

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