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domingo, octubre 13, 2024

El nombramiento del primer ministro francés Barnier: una pesadilla que mantiene en vilo al régimen argelino

 

Redacción Rue20 Español

 

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La sola posibilidad de que Francia estreche aún más sus lazos con Marruecos ha sido suficiente para que los moradores de Argel se atiborren de somníferos, buscando desesperadamente conciliar el sueño. Pero esa posibilidad ahora es una realidad ineludible: Emmanuel Macron acaba de nombrar a Michel Barnier como primer ministro. No hace falta ser un adivino en política para captar el pánico que reina en las altas y envejecidas esferas del poder argelino ante la llegada de una figura que, durante décadas, ha sido un firme defensor de la integridad territorial del Reino de Marruecos.

Barnier, visto por expertos políticos internacionales como un estratega que ha protegido los intereses de Francia en Europa, es también un amigo fiel del Reino marroquí. Y si hay algo que aterra al régimen argelino, es precisamente eso: la presencia de un político de su calibre en una posición desde la cual, sin necesidad de grandes gestos, podría inclinar las decisiones en favor de Rabat.

En los pasillos del palacio de El Mouradia, los nervios están a flor de piel. El régimen, sumido en su estancamiento político y económico, no deja de cuestionarse qué pasos tomará el nuevo primer ministro francés para facilitar a Marruecos el acceso a los círculos decisorios europeos, con mayor soltura que nunca. La paranoia se ha desatado, y cada avance del Reino es percibido como una estocada directa en el corazón del régimen gerontocrático argelino.

Lo que realmente lleva a Argel por la calle de la amargura no es tanto lo que Barnier, con sus 75 años, pueda hacer, sino lo que representa: un líder europeo que nunca ha vacilado en su apoyo a Marruecos en temas clave, incluido el Sáhara. Este simple hecho levanta ampollas en Argelia, cuyo régimen desnortado y despavorido ya no sabe hacia dónde mirar para detener lo inevitable.

Atrapado en su retórica grandilocuente y maniobras sibilinas, Argelia ha agotado todo margen de maniobra. En medio de la parálisis, lo único que parece mantener a flote al régimen es el miedo constante al crecimiento de su vecino del oeste, un miedo que con la llegada de Barnier solo se intensificará. Para Argelia, el nombramiento de Barnier no es solo un descalabro diplomático; es una señal de que los tiempos están cambiando, y no precisamente a su favor. Para Barnier, esto es simplemente otro capítulo en su larga carrera. Para Marruecos, es la oportunidad de consolidar sus avances, mientras el régimen argelino se retuerce en su propio pánico. Y como reza el refrán popular: A perro flaco, todo son pulgas”.

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