Redacción Rue20 Español
Veinte años después de la firma del Acuerdo de Libre Comercio entre Marruecos y Estados Unidos, conocido como MAFTA (según su sigla en inglés), es momento de hacer un balance que refleje tanto los logros como las perspectivas futuras de esta alianza. Tal como lo analiza Sabina Henneberg en su artículo publicado por The Washington Institute, este acuerdo ha sido clave no solo en el fortalecimiento de las relaciones comerciales entre Rabat y Washington, sino también en la consolidación de Marruecos como un socio estratégico en la región.
Desde su implementación en 2006, el comercio bilateral entre Marruecos y Estados Unidos ha experimentado un crecimiento espectacular, cuadruplicándose de $1.3 mil millones a más de $5.5 mil millones en 2023. Este notable aumento no es casualidad, sino el resultado de una política deliberada de diversificación por parte de Marruecos, que ha sabido aprovechar las ventajas del MAFTA. Productos clave como los fertilizantes, dispositivos semiconductores y vehículos de motor han encontrado un espacio importante en el mercado estadounidense, lo que ha contribuido a posicionar al reino como un actor relevante en la cadena de suministro global.
Además, tal como señala Henneberg, el acuerdo no solo ha beneficiado la dimensión económica, sino también el perfil estratégico de Marruecos en la región. El MAFTA fue uno de los motores que condujo a Estados Unidos a conceder a Marruecos el estatus de “aliado mayor no-OTAN”, lo que ha profundizado la cooperación en áreas como la seguridad y la lucha contra el terrorismo. En este sentido, la relación entre ambos países ha trascendido lo meramente comercial, configurándose como una alianza política y estratégica de gran relevancia.
Otro de los puntos fuertes del MAFTA, destacado por Henneberg, es la capacidad de Marruecos para atraer inversiones en sectores emergentes. En particular, la producción de baterías para vehículos eléctricos se perfila como una oportunidad clave para el futuro. Marruecos, con su abundancia de minerales y su estabilidad macroeconómica, ha sabido posicionarse como un destino atractivo para la inversión en tecnologías verdes y sostenibles, lo que refuerza su imagen como un actor proactivo en la transición energética global.
Es cierto, como menciona Henneberg, que persisten algunos desafíos, como el creciente déficit comercial con Estados Unidos, pero este no debe oscurecer los numerosos beneficios que ha traído el acuerdo. La relación sigue siendo altamente ventajosa para ambos países, y las oportunidades de expansión en sectores como el textil o los servicios son más que prometedoras.
Marruecos, tal como sugiere Henneberg, ha sabido consolidarse no solo como un puente entre África y Europa, sino también como una puerta de entrada clave para los mercados africanos. El MAFTA ha facilitado esta posición estratégica, permitiendo al reino expandir sus redes comerciales hacia nuevos horizontes, y fortaleciendo su papel en la cooperación Sur-Sur, especialmente con el continente africano.
El MAFTA ha sido mucho más que un acuerdo comercial. Ha sido una plataforma para que Marruecos afiance su presencia en el escenario global, diversifique su economía y refuerce sus relaciones con una potencia global como Estados Unidos. De cara al futuro, como concluye Sabina Henneberg, el desafío será continuar capitalizando esta alianza estratégica, asegurando que Marruecos siga siendo un líder en África y un socio confiable para Estados Unidos.
