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Mustafá AKALAY NASSER*
Gaudí el Hombre.
Repasar, aun de forma somera, la figura de Antonio Gaudí y Cornet, es tarea que sorprende gratamente, ya que pocas veces toparemos con una personalidad tan singular, innovadora y prolífica como la de este visionario arquitecto catalán. Nace Gaudí en Reus el 25 de junio de 1852, en el seno de una familia catalana de Caldereros.
Tras estudiar en los escolapios, viajó a Barcelona para estudiar arquitectura y obtuvo el título en 1878, no sin dificultades, ya que iba aprobando con cierta irregularidad las distintas asignaturas de la carrera. Bernardo Giner de los Ríos, autor de los cincuenta años de arquitectura española, nos retrata a un irregular, transgresor pero emprendedor estudiante Gaudí en lo que sigue: “Fue lo que se llama corrientemente un mal alumno y tarda en terminar su carrera nueve años. Sus inquietudes, su afán de trabajo y observación del mundo que le rodea, hacen que preste poca o ninguna atención a las clases, a cuya disciplina no se ajusta su rebeldía. Descuella en las matemáticas, pero tiene aficiones a la filosofía y a los estudios de estética. Devora libros, hace ensayos de sus ideas, todavía dentro de la escuela, con maestros de obras, especialmente con el maestro Fontseré, y son muchos los proyectos de todo tipo que realiza a su manera en su época de estudiante.
Entre suspensos y aprobados, Antonio Gaudí terminó la carrera el 14 de junio de 1877. Tras el examen final, el titulo de arquitecto le fue concedido el 11 de febrero de 1878. Desde esta fecha ejerció su profesión hasta tres días antes de su muerte el 10 de junio de 1926, en el hospital de Santa Cruz de Barcelona atropellado por un tranvía.
Su vida estuvo unida a la arquitectura, fue creador de formas, diseñador de muebles, urbanista e inventor de espacios y volúmenes. El alarife Gaudí, fue un hombre de mediana estatura que supo ver en la naturaleza catalana un elemento de inspiración.
La naturaleza y su desbordante imaginación dieron origen a realizaciones como La Casa Vicens (1878-1885), El Parque Güell (1900-1906), La Pedrera o Casa Milà (1906-1910), La Casa Batllò (1894-1906), todas ellas en la ciudad condal, aunque hay otras realizaciones gaudianas diseminadas por el resto de la península como El Capricho de Comillas (1883-1885), El Palacio Episcopal de Astorga (1887-1894) y por último La Casa de los Fernàndez-Arbòs en León (1891-1894). Esta última obra, llamada también La Casa de los Botines, es coetánea de un proyecto excepcional: Las misiones franciscanas de Marruecos en Tánger. Es precisamente en esta época cuando Antonio Gaudí comienza a desarrollar sus teorías sobre la arquitectura de adobe o de barro de las ciudades de las caravanas, que desembocara, meses más tarde, en la proyección del monumental edificio destinado a colegio de las misiones e iglesia de Tánger. Imbuido en una profunda religiosidad, Gaudí quiso levantar una catedral comparable a Las Alcazabas del Atlas Marroquí o mezquitas de África.
Marruecos: un viaje iniciático de Gaudí.
1892 será un año clave en la historia de Antonio Gaudí. Después de un viaje por Marruecos con el Marqués de Comillas, diseñó un edificio destinado a iglesia e instituto de enseñanza para las misiones católicas de África. Pero ¿porque Gaudí usó África en vez de Marruecos? Hay dos respuestas posibles: Para Gaudí y sus contemporáneos, Marruecos era sinónimo de África, pues la guerra acaecida en los años 1859 y 1860 entre Marruecos y España se denomina generalmente como “la guerra de África”, y, por otra parte, en una ocasión apareció la denominación “Escuelas católicas africanas” en vez de marroquíes en un acta de 1889 de la Asociación de señoras de María Inmaculada.
El que mejor resume la fascinación de Gaudí por lo ajeno, es su compatriota y admirador, Juan Goytisolo que nos deleita en sus aproximaciones a Gaudí en Capadocia, con su prosa escribiendo lo que sigue: “El espacio físico y cultural del islam le fascinaba. Su único viaje de juventud fuera de España no fue a Paris ni siquiera a Italia sino a Marruecos. En los archivos de La escuela de arquitectura de Barcelona en la que estudió había fotografías de templos hindúes y alminares cairotas. También le atraían las formas esbeltas de las mezquitas de arquitectura de tierra de Mali. Su inspiración no fue nunca renacentista ni neoclásica: él buscaba, como Cervantes y Goya, la España profunda y la halló en los estratos ocultos delenjundioso mestizaje mudéjar. El rechazo del sistema y criterios de la época le condujo a la afirmación de los valores propios frente a los universalmente acatados. Su aprendizaje de la soledad fue duro pero fecundo. Conforme entraba en posesión de su verdad, rechazó y se alejó de la de sus paisanos… Paso a paso, el mudejarismo juvenil asimiló el gótico y el barroco, se explayó en una visión desconocida de la proliferante geometría de la naturaleza. El hombre ha de sumarse constantemente, día a día, explicaba, porque la inspiración no basta, Europa no podía aportarle ya nada; por eso se vino aquí”. (J. Goytisolo).
El viaje de Gaudí por Marruecos, se enmarca o mejor dicho se inscribe en esa atracción que ejercía el mundo arábigo-musulmán, sobre escritores, poetas y artistas de la época: “con toda convicción (Gaudí) dice que no se vaya al norte a buscar el arte y la belleza; que estas se encuentran en el Mediterráneo, de cuyas riberas –Egipto, Asiria, Grecia, Roma, España, Norte de África- han salido todas las obras de arte”.
La peregrinación a Oriente, fue la asignatura pendiente de todo creador de finales del siglo XIX, que en “mal d’exotisme” y a la búsqueda de nuevos horizontes, de nuevas sensaciones o de una nueva inspiración se desplazaba a este entorno geográfico llamado Oriente, y que según el promotor del orientalismo Edward Said está comprendido entre el Maghreb y la India, es decir el mundo islámico.
“Desde fines del XVII, el escenario morisco, divulgado por las traducciones del Abencerraje y Pérez de Hita, seduce e inspira a los poetas, narradores y dramaturgos europeos. El exotismo ornamental de los árabes, la gallardía y pundonor de sus caudillos, las exaltaciones amorosas de sus amantes ponen de moda fantasías históricas y cuadros orientales protagonizados por Abencerrajes y Zegris. A partir de entonces, cuando el tema oriental y morisco aflore en nuestra literatura lo hará no ya en virtud de nuestra profunda intimidad con el mismo sino de forma importada y mimética, en zaga y por efecto de algún modelo anglo-francés… Idéntico fenómeno de importación del tema árabe a través de Francia se reproducirá aun con nuestros modernistas; el decorado oriental, puro art Nouveau, y su panoplia de accesorios, referencias, imágenes, objetos presuntamente poéticos, será un eco desvaído de Víctor Hugo o Verlaine y no un retorno saldable a los orígenes de nuestro romancero”,(J. Goytisolo, Crónicas sarracinas).
Este es el caso también de Gaudí que, en su viaje por Marruecos, descubre un mundo mágico, mitológico y simbólico, es impactado por algunos elementos característicos de la estética marroquí. Tales como la fuerza de lo blanco, la estructura cúbica de las casas tetuaníes y tangerinas, la luz azulada y ocre, la vegetación salvaje y domesticada, las inmensidades desérticas, las soberbias y suntuosas torres de las mezquitas que abundan en el espacio urbano de las dos medinas de Tetuán y Tánger.
Cualquier arquitecto activo durante el último tercio del siglo XIX, por muchos deseos que sintiera de sacudirse el yugo de los estilos inspirados en el pasado, en un momento u otro de su carrera se dejó atraer por el ambiente orientalista de la época. Gaudí, a despecho de su inmenso genio, no escapó a esta regla, y fue también particularmente sensible a la policromía del monumento nazarí y a la arquitectura de los andalusíes, a los que atribuía un sentido superior de la mecánica. Algunos biógrafos sostienen que el arquitecto reusense visitó por vez primera, Málaga, Granada, Córdoba y Sevilla en las semanas previas a embarcarse para Tánger y no antes de 1891.
El proyecto que debía desarrollar en este momento era el edificio que albergase la misión franciscana en Tánger, construcción de la cual tan solo se llegaron a ejecutar los diseños que han sido señalados como el modelo en el que se contienen todos los componentes y elementos que Gaudí explotaría hasta el final de sus días en su proyecto emblemático La Sagrada Familia. Incluso debió ser notable la extraordinaria semejanza de los recintos interiores de la capilla central de Tánger con los de la Alhambra, iluminados con luces veladas-recurso frecuente en la arquitectura Gaudiana- o en el exterior donde se apunta la potente plasticidad del conjunto nazarí. (Dixit José Manuel Rodríguez Domingo).
La Alhambra es para el arquitecto la esencia de su juego de luces y colorismos que se imponen en el proyecto franciscano, con la ayuda de la policromía cerámica, lo mismo dentro de la iglesia como las estancias principales del edificio. La obra maestra nazarí, satisfizo los deseos de escapismo de Gaudí de llegar a lo remoto y a lo distinto, además encontró en el revestimiento cerámico de la Alhambra una variación de formas que le permitía concentrarse en el aspecto más cerebral del dibujo y este es el sistema en el que trabajaría a lo largo de toda su vida:(Trencadis, una técnica desarrollada por él y que fue muy popular en la corriente arquitectónica conocida como Modernismo Catalán en los siglos XIX y XX).
Desde Barcelona emprendió varios viajes a Granada, donde quedó embrujado por la ornamentación nazarí del palacio de la Alhambra; durante sus repetidas estancias en la capital granadina, el alarife Gaudí dio rienda suelta a su fantasía de exotismo y evasión, copiando las azulejerías que recubren las estancias principales de los palacios nazaríes. Ahondando en la génesis del proyecto tangerino de las misiones católicas, el nipón Tokutochi Toríi, revela la confluencia de formas y soluciones arquitectónicas procedentes de diversas regiones geográficas del Mediterráneo: Marruecos, Egipto y Andalucía.
El Marqués de Comillas mecenas de un Gaudí inédito.
La gente en general, excepción hecha de un grupo cerrado de estudiosos y tratadistas gaudinianos,ignoran que el ilustre y genial arquitecto Gaudí, proyecto hacia 1892 y bajo patrocinio de los marqueses de Comillas un original y formidable proyecto arquitectónico: las misiones franciscanas de Tánger. Al segundo marqués de Comillas, Claudio López y Brù (1853-1925) cántabro por su padre Antonio López y López (primer marqués de Comillas y grande de España en su villa natal) catalán por su madre, le unía una gran amistad con el santo padre Lerchundi, pro-prefecto de la santa sede en 1877.
Este último, hombre fecundo en ideas, desplegó su actividad en numerosos campos; fue arabista, investigador, interprete, consejero y constructor como lo prueban sus múltiples obras, y preocupado por la educación de las futuras generaciones, hizo saber en una relajada y amena conversación con el marqués, ya por el año 1890, su deseo de levantar un edificio destinado a iglesia e instituto de enseñanza en Tánger. Para hacer realidad dicho deseo, el marqués de Comillas, hizo venir a Marruecos, al arquitecto Gaudí, que después de pasar un tiempo inspeccionando el terreno y recorriendo las ciudades de Tánger y Tetuán diseñó el siguiente proyecto:
Gaudí planeó para Tánger una iglesia o capilla en el centro atendiendo a la necesidad de uno de los futuros destinos de este edificio, convento; a su alrededor dispuso cuatro espacios libres separados e independientes, uno de los cuales se destinaria a claustro para misioneros, y otro, a jardín o patio para esparcimiento y solaz de los alumnos de las escuelas, otro de los destinos del mismo; y cerrando todo, proyecto cuatro crujías en planta de medio circulo para el convento, colegio y escuelas propiamente dichos.
Imbuido de una profunda religiosidad, Gaudí quiso levantar una catedral comparable a Las Alcazabasdel Atlas o Mezquitas del África subsahariana. Desgraciadamente, por razones no obvias y todavía confusas y a pesar del empeño constante del padre Lerchundi y los Marqueses de comillas, promotores del proyecto. Éste quedó en agua de borrajas, y por suerte lo podemos conocer hoy día gracias al dibujo original localizado en la biblioteca franciscana de Tánger en febrero de 1991 en un álbum de grabados sobre Marruecos (1897).
A parte de este grabado original, hay constancia también de otros dos testimonios gráficos de este proyecto revelados por el nipón y tratadista gaudiniano Tokutoshi Toríí en 1983: hasta ahora, solo hay dos datos concretos e irrefutables sobre este proyecto; casi todos los tratadistas gaudinianos dicen que este proyecto data de los años 1892 y1893, porque el dibujo original en que figuraba el alzado y la planta del edificio llevaba la fecha “Barcelona 1892-1893” y por suerte, lo podemos probar actualmente gracias a la fotografía tarjeta postal de este proyecto enviada por Gaudí de su puño y letra a Mariano Andrés (copropietario de la casa de los Botines de León). Esta foto, que ahora se conserva en la cátedra Gaudí en la Escuela T.S. de Arquitectura de Barcelona, y un grabado, que se publicó en el primer libro sobre Antonio Gaudí de Rafols, (Barcelona, Canosa, p.87) son los únicos datos gráficos de este proyecto que conozcamos hasta ahora, pues todos los documentos y planos que se conservaban en el templo de la Sagrada Familia se quemaron en 1936 al comienzo de la Guerra Civil Española.
Si los documentos gráficos escasean por el contrario, existe hoy una nutrida literatura sobre el proyecto tangerino desarrollada por los estudiosos del alarife catalán en los últimos años. Hasta hoy no se sabe dónde está el proyecto definitivo de la catedral de Tánger. Es posible que duerma en algún anaquel de esta vicaría española, donde quedaría relegado al olvido, por la simple razón que no gustó nada a los PP. Franciscanos, por considerar la construcción como “revolucionaria”.
El eminente arquitecto Francisco de Asís Villadeval Marfá, a instancias de José Luis Sert (que por entonces preparaba la gran exposición homenaje a Gaudí en el Museo de arte Moderno de Nueva York) anduvo buscando el proyecto en la vicaría, pero no pudo obtener ningún resultado positivo, pues el archivero le dijo que necesitaría cinco años en poner en orden todos los papeles que allí se custodiaban. (Tomás Ramírez Ortiz)
Por supuesto en el proyecto de Las Misiones Católicas de África nos encontramos con la única obra que proyecta para ser construida en la ciudad del estrecho Tánger y la influencia africana está clarísima a pesar de estar proyectando unas Misiones Franciscanas en Marruecos (1892-1893). Se trata de una obra de un carácter mudéjar. Otras obras tales como las bodegas Güell de Garraf (1895-1901) o el palacio Güell de la calle conde del asalto (1886-1890) tienen también la misma influencia, pero allí el estilo se va mezclando con el propio estilo Gaudiniano y por la influencia modernista o Art Nouveau que empieza a prosperar en esa época a través del trabajo de otros artistas y arquitectos como por ejemplo Víctor Horta. Todas estas obras tienen una tipología estilística oriental e influencia musulmana y mudéjar. (Benet Meca).
Gaudí, cuyo espíritu abierto le permitió exaltar las formas del arte de la India, Persia, Egipto y otras construcciones africanas, se inspiró fundamentalmente en unas fotografías y grabados artísticos que pudo examinar en la biblioteca de la Escuela de Arquitectura mientras estudiaba.
En la época en que Gaudí estudió en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, el movimiento arquitectónico era bastante pobre estilísticamente ya que los constructores solo eran maestros de obras. Esto motiva que Gaudí buscase fuentes de inspiración fuera de las fronteras. Como era tan difícil viajar para él, dadas las dificultades económicas y de salud del joven Gaudí, su viaje por lugares tan lejanos fue un viaje imaginario a través de las fotografías de los viajeros aventureros del siglo XIX. Tenemos constancia de que el joven arquitecto viajó en 1892 al recibir el encargo de las Misiones Franciscanas al Norte de África, Tánger y Tetuán así como también a Andalucía para estudiar en detalle los monumentos genuinos del arte andalusí, entre las que incluyó la Alhambra de Granada, y en los que basó los proyectos de las obras de esos años. Tokutoshi Torii indica: “Gaudí visitó la Alhambra en un viaje previo con intención de proyectar un edificio para las misiones franciscanas de Tánger antes de dirigirse a la ciudad diplomática marroquí. ¿Por qué? Aparte de la gran admiración que sentía por esa joya arquitectónica de la España musulmana, la cual era ya un motivo suficiente de esta visita, Andalucía tenía, históricamente hablando, una estrecha relación con la parte occidental del Norte de África…. En el caso concreto de la Alhambra, su lenguaje arquitectónico y decorativo deriva en muchos aspectos, como inmediata procedencia, de la arquitectura almohade, cuya tribu tiene su origen en el Atlas marroquí, los almohades, a su vez, absorbieron las artes cordobesas.”
*Mustafá AKALAY NASSER, Director de Esmab UPF, Fez.