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domingo, abril 28, 2024

Literatura marroquí en lengua española: breve presentación crítica (1/2)

 

Rue20 Español/ Agadir 

Mohamed Abrighach*

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En paralelo al hispanismo de investigación, se ha venido desarrollando en Marruecos desde hace más de medio siglo una significativa literatura escrita en español. Es, por un lado, un manifiesto ejemplo de la diversidad lingüística y cultural del país, y del arraigo histórico en el mismo de la lengua de Cervantes, y por otro, un espacio hispano-marroquí intersticial que mantiene en el aspecto imaginario la vecindad intercultural entre las dos orillas y la memoria común que las une, al igual que la literatura española de origen migrante que aflora últimamente y la de tema marroquí que se remonta a siglos y se sigue cultivando también hasta el día de hoy en la península. 

El famoso adagio español de Hay moros en la costa se debe corregir hablando de Moros con letras en la costa. Los moros aportan, en vez de peligro, amenaza o lo que se quiera, complicidad emocional y lingüística, y apuesta natural por la alteridad. 

La literatura marroquí en lengua española (LMLE) es una neo-literatura en el actual paisaje de las letras hispánicas, que se incorpora a la familia tanto ibérica como iberoamericana. No ha tenido hasta hoy en día buena prensa y necesaria acogida en España, siendo además casi desconocida en Hispanoamérica. Tiene un estatuto afín a la vez que diferenciado en textualidad y evolución de las literaturas que se desarrollan en el mundo no hispano tanto en Asia, caso de Israel y Filipinas, como en África cual ocurre en Túnez, Camerún, Costa de Marfil y en algún que otro país, a excepción de Guinea Ecuatorial cuya literatura nacional goza ya de identidad propia. 

Este artículo habla de estos moros, léase entonces marroquíes, que escriben en español. El objetivo es presentar de modo sinóptico al público esta literatura a través de algunas reflexiones teórico-críticas abordando algunos de sus problemas y rasgos, y estableciendo una propuesta de tipología.   

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Comparada con las literaturas hispánicas, la literatura marroquí en español puede considerarse en términos de lengua, edición, difusión y recepción como desterritorializada, minoritaria, marginal, sin canon todavía y en plena fase de gestación evolutiva y de autodefinición crítica, incluso con futuro incierto.   

Ha sido objeto, hasta el momento, de casi veinte antologías, dedicadas parcial o totalmente a ella siendo las últimas Letras marruecas II, de Ricci, publicada en 2018 y La palabra iluminada. Antología de la poesía hispanomagrebí, de José Sarria, editada en el corriente año. Tenemos un total general de 127 obras físicas, repartidas entre poesía, 53 poemarios, narrativa, 68 obras tanto de novela como de relatos breves, y drama, con casi 6 textos teatrales. 

A ello hay que añadir centenares de cuentos, poemas o conjunto de poemas que han venido saliendo desde los años ochenta en muchas publicaciones periódicas tanto en nuestro país como en la península. En Marruecos, son dignas de mencionar, el semanario Marruecos (1976-77) que dirigió Mohamed Chakor y L’Opinion semanal (1982-1994), el suplemento en español, al principio llamado “Página en español”, del diario francófono L’Opinion, que creó y dirigió Said Jdidi con el apoyo del también hispanista Laarbi Messari, entonces director del periódico. En 1990, se funda el semanario La Mañana del Sáhara y del Magreb en su primera fase, La Mañana a secas después, cuyo jefe de redacción que los dirigió desde el principio hasta su desaparición en 2006, fue Mohamed Lahchiri. Aljamía (1991- ) que es la revista de la Consejería de Educación de la Embajada de España en Marruecos, jugó también un papel decisivo, primero, por ofrecer un espacio para la creación en español a alumnos y profesores universitarios en la mayoría de los casos, y segundo, por crear el Premio de Poesía Rafael Alberti y el de Relato Corto Eduardo Mendoza. Premios, que, por desventura, dejaron de convocarse desde no poco tiempo, no sé si por falta de voluntad o por problemas presupuestarios, pese a que no eran gravosos considerando la exigua suma pecuniaria que se entregaba a los premiados. 

En el norte del país, en Tánger y Tetuán particularmente, siguieron apareciendo con irregularidad otros periódicos o revistas en español o con suplemento en castellano en que se editaban de vez en cuando textos de creación, poesía y relatos breves esencialmente. 

De las publicaciones periódicas españolas cabría destacar la granadina Revista EntreRíos que dedicó en 2007 un monográfico coordinado por José Sarria al tema de “Al Ándalus, el paraíso”, en el que se recogen en parte textos creativos de varios autores magrebíes, algunos de ellos marroquíes. No obstante, Tres Orillas. Revista Cultural y Transfronteriza (2004-2012) y su sucesora, Dos Orillas. Revista Intercultural (2013- ), ambas dirigidas por la incansable poetisa Paloma Fernández Gomá, han desempeñado, y lo sigue haciendo esta última, una encomiable labor entusiasta y de vanguardia en el apoyo y difusión de las letras marroquíes. 

Ambas publicaciones las edita el Ayuntamiento de Algeciras teniendo como línea editorial la pretensión general de favorecer más la dinámica intercultural y transfronteriza que caracteriza la zona del Estrecho en particular, siempre puente entre dos continentes, lenguas y culturas. Tres orillas y Dos Orillas son los únicos espacios de prensa cultural española en que se publican no solamente textos en español de autores marroquíes. sino también en árabe con su correspondiente traslación al castellano en textos bilingües, continuando la tradición de las revistas coloniales hispano-marroquíes Al-Motamid (1947-1956) y Ketama (1953-1959), que dirigieron en su momento Trina Mercader y Jacinto López Gorgé respectivamente.

Son 52 nombres los que asumen la autoría de la literatura marroquí en lengua española, 41 son hombres y 11 mujeres, en su mayoría originario/as del norte del país. La excepción la hacen Aziz Tazi, Ahmed Doudi y Ahmed el Gamoun que pertenecen a zonas de Marruecos nada vinculadas con la presencia colonial española, como Fez y Khenifra. Otro tanto podría decirse de algunos nombres jóvenes como Rachid Boussad y Mustapha Handar, el primero del Medio Atlas y el último del sur, Taroudant.  

El ochenta por ciento de las creaciones de la LMLE se ha hecho en concepto de autoedición. Los autores y autoras costean su obra encargándose incluso de su difusión. Es, a este respecto, muy famosa la frase de Sibari: “Yo escribo, imprimo y vendo”.  Una realidad que influye negativamente en la recepción que se hace de la literatura que nos ocupa mermando, además, su calidad tanto en términos de valor literario como de su concepción o preparación tipográfico-artística. 

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Si bien esta situación sigue todavía constituyendo una marcada nota de una parte de esta literatura, no pocos de los escritores y escritoras ya empiezan a ocupar un lugar en el mercado editorial español publicando en casas editoras no tan prestigiosas, pero sí de cierto calibre en el paisaje peninsular de la edición como la granadina Port-Royal, las madrileñas Sial editores y Editorial Diwan, la gaditana Quórum Editores, etc. Incluso ya cruzan la otra orilla, haciendo algún que otro sitio en el ámbito sudamericano en países como Chile (publicaciones del Centro Mohamed VI para el Diálogo de Civilizaciones de Coquimbo), Argentina (Editorial Alción en su Colección Biblioteca Marroquí, dirigida por Leandro Calle) y México. 

Otro índice más de la solvencia que está teniendo y por supuesto otro incipiente que se da a los mismos escritores y escritoras para sofisticar más su creación literaria en perspectiva de calidad e inventiva imaginaria de cara a ganar más terreno y visibilidad en el mundo literario y editorial hispánico.

Desde el punto de vista de la recepción, la literatura marroquí en lengua española no ha gozado desde el principio de unanimidad crítica y se ha dado a su respecto una polémica que sigue vigente. Un escepticismo que, si bien no la niega absolutamente, la concibe como un imaginario alienado con poco arraigo cultural en órbita nacional y escasa posibilidad de futuro, aparte de no tener acumulación creativa y calidad estética en lenguaje e imaginación. 

Hay incluso un tan imprevisto como ideologizado juicio que vincula la referida literatura con el sionismo o la complicidad proisraelí al salir algunos de sus autores, los más representativos, con otros escritores hispanos pero israelíes en una antología titulada Caminos por la paz, editada por Ricci y López Calvo en Argentina en 2009. Salvando esta doble, negativa e impresionista opinión, la detracción se asume también desde el silencio y la indiferencia, y nunca sus signatarios se las han ingeniado para justificarse a base de planteamientos sistemáticos y estudios analíticos exhaustivos. Los pocos textos críticos que se pueden citar a este propósito son el célebre estudio-panfleto de Driss Jebrouni (2006) y el breve artículo periodístico de Rosa María de Madariaga (2007). 

La otra vertiente de la polémica, muy positiva, vindica esta literatura a todas luces, defendiendo con aire panegírico su existencia, pero en clara apología personal y subjetiva, acaso con amiguismo, como se nota en muchos de los estudiosos esporádicos y superficiales del fenómeno, así como en los mismos escritores y artífices de esta literatura que reconocen honestamente sus supuestas y reales lagunas, pero defendiendo su creación, al fin y al cabo. Se ha generado a este respecto una serie, aunque limitada, de estudios de alcance general que se han llevado a cabo en perspectiva tanto individual como colectiva. 

Se ofrece en ellos una plausible exégesis de muchos de los aspectos temáticos de la literatura que nos ocupa, pero no han corrido el riesgo de hacer una evaluación estética con vocación de totalidad que tome el hecho creativo en sus diferentes vertientes, textual, intertextual y de invención de mundos posibles. Me refiero precisamente a los diferentes enfoques ofrecidos por Abdellatif Limami, José Sarria y los demás editores de la antología Calle del Agua (2008). 

No debo no mencionar el mérito académico del poscolonialismo estadounidense y europeo (Cristián Ricci. Adolfo Campoy-Cubillo, Gonzalo Fernández Parrilla, Enrique Lomas López (2017), Laura Casielles Hernández, etc.) cuyas investigaciones sobre las literaturas norteafricanas, las tres confundidas, la francófona, la arábiga y la española, son de lo más acertadas en objetividad y bastante pertinentes en planteamiento intelectual y metodológico, aunque tienen cierto exceso, si no de poscolonialismo filosófico, al menos de comparativismo por confundir las tres literaturas, pese a que estas poseen sistemas relativamente distintos con desigualdad en evolución, difusión y atención crítica. 

Una literatura como la literatura marroquí escrita en español está todavía en ciernes y cuyo sistema intrínseco-constitutivo está también por perfilar. Confrontar un código literario en fase de autodefinición y sin estructura interna clara con otros casi ya consagrados, encierra, a grandes trazos, cierta incoherencia al menos en clave de prioridad metodológica. 

Debo abrir un paréntesis para afirmar que, hasta el momento, no hay ningún estudioso marroquí que se ha dedicado a analizar con detalle y vocación académica la literatura marroquí en lengua española. Existen no pocos estudios, en su mayoría pequeños artículos que se han hecho sin espíritu de totalidad y de modo ocasional en coloquios o revistas principalmente, pero faltos de profundidad y a veces parciales y con lecturas impresionistas de los textos. 

No obstante, se debería señalar, por una parte, los cuatro congresos internacionales que se celebraron en la Universidad de Fez por su Departamento de Español en 1995, 1998, 2001 y 2018, dedicados en parte al tema en cuestión, y por otra, a algunas tesis defendidas o en ciernes en algunas universidades marroquíes. No se deben olvidar asimismo varias de las Jornadas de Estudio que se celebraron sobre la LMLE en Fez (2017), Rabat (2018) y Agadir (2018). 

De mediar el escritor de estas líneas en la anterior querella, se situaría en el justo medio, oscilando entre detracción y reconocimiento, no por simple eclecticismo sino por objetividad crítica, convicción intercultural y apertura intelectual. Reconozco que la literatura marroquí escrita en español es ya una realidad en tanto que textualidad; existe como tal en criterio cuantitativo, aunque se aprecian serias dudas en percepción cualitativa sobre su calidad y su existencia como literatura en mayúscula en no pocas de sus ficciones. 

La labor que queda pendiente es, pues, intentar estudiar desde una perspectiva filológica esta literatura en su conjunto con espíritu crítico de totalidad considerando todas sus vertientes: la textual, la intertextual y la semántico-imaginaria, con el objetivo de nombrarla, determinar con rigor y claridad sus categorías y establecer su aproximativa y racional taxonomía, a más de plantear sus problemas y problemáticas. 

Este estudio filológico debería, en mi modesta opinión, enfocar la configuración formal y significante analizando lo siguiente: Primero, el uso que se hace en esta literatura del español con todas las posibilidades de hibridación tácita e implícita, consciente e inconsciente con la lengua arábiga y amazigh de los autores en aspectos no solamente léxicos, sino sintácticos y semánticos. 

Esta labor, que yo sepa, apenas se ha iniciado. Segundo, la posible vinculación intertextual de las estructuras compositivas utilizadas, por un lado, con la cultura oral y popular local, así como con la literatura culta oriental, y por otro, con el sistema literario hispánico y universal. Ambas tareas son susceptibles de calibrar en su justa medida bien el primitivismo creativo de esta literatura y su conservadurismo canónico, bien su originalidad y sus alcances de viso renovador. 

El tercer aspecto relacionado con la invención imaginaria ha sido objeto de análisis y se han destacado a este efecto varias constantes temáticas tales como el realismo social y costumbrista, el panarabismo nacionalista, la poética de las dos orillas teniendo como trasfondo común la mediterraneidad y el Al-Ándalus, el compromiso y la crítica social, la transgresión a través de la ironía y el humor de tabúes, etc. Sigue todavía habiendo valencias a explorar y, por ende, supuestos huecos de significado que llenar y explicar, con miras a completar más la cartografía imaginaria que la literatura en cuestión contiene con todos los matices diferenciales que ello supone entre los autores en cuestiones de planteamiento estético, posicionamiento ideológico y actitud ética. 

El origen de la literatura marroquí en lengua española se suele remontar, como se atreven a hacer Mohamed Ckakor y Sergio Macías, al siglo XIX, a un tal desconocido Lahssen Mennun por un texto publicado en 1877 en el periódico madrileño El Imparcial titulado ‘Carta de Marruecos”, una crónica periodística sobre la visita de una representación española a la ciudad de Fez, de dudosa autoría marroquí y de escaso valor literario. Sin embargo, la verdadera y real genealogía de la literatura que nos ocupa habría que buscarla en las famosas e insólitas revistas literarias hispano-marroquíes de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, particularmente en Ketama, el suplemento literario de Tamuda, que dirigió en Tetuán el poeta melillense de origen alicantino Jacinto López Gorgé, entre 1953 y 1959. En ella salieron dos de los primeros textos verdaderamente literarios en plasmación lingüística y construcción imaginaria; son dos cuentos, “La proscrita” de Abdullatif Al-Jatib en 1953 y “Zulija” de Mohamed Temsamani en 1955. Ambas narraciones se pueden considerar como los primeros atisbos literarios de la literatura marroquí en lengua española en la época colonial, los únicos, si no exagero, que se merecen este calificativo.

Según la fecha de su edición, los dos textos salieron a luz a principios de los cincuenta, a poco tiempo de darse por finalizado el Protectorado y la consecuente independencia de Marruecos. Las demás creaciones concebidas como literarias y que a veces se citan por algún estudioso, tipo Rihla por Andalucía de Ibn Azzuz Hakim de 1948 y algún que otro poema, como “Luna” de un tal Addeslam Grifti, aparecido en 1928 en Revista de la raza, no tienen valor estético ni imaginario, amén de que sus autores son ocasionales y sin clara vocación creativa. Ambos hechos fueron confirmados por estos últimos posteriormente al no dejar huella de obra física o de algún texto literario a considerar. Rocío Velasco, gran especialista de Ibn Azzuz Hakim, niega en un reciente estudio sobre el autor que Rihla por Andalucía, al igual que La Intifada de Tetuán (1997) y Diario de un alfaquí rural (2002) sean obras literarias.

El caso de Mohamed Sabbag es particular y su poemario El árbol de fuego (1954) no se redactó originariamente en español como se dio por pensar; fue una auto-traducción, mejor dicho, una co-traducción que el poeta tetuaní realizó auxiliado por Trina Mercader. Por añadidura, las contribuciones que él hacía, primero en Al-Motamid y, más tarde, en Ketama no eran ficciones ni poemarios escritos en español, sino traducciones de poemas de lo mejor de la poesía española de entonces, pero también auto-traducciones, tarea esta última en que fue siempre secundado por la arabista Leonor Martínez Martín. La real y natural pertenencia de Sabbag es entonces la literatura nacional marroquí escrita en árabe. Un dato importante a considerar. Después de la independencia de nuestro país, el escritor de El árbol de fuego no volvió a escribir nada en español y no tenemos constancia de traducciones del español al árabe, ni de co-traducciones o de supuestas auto-traducciones. 

El mismísimo cuento “La proscrita” de Al-Jatib fue publicado simultáneamente en versión árabe y española en el mismo número de ketama; a falta de datos fidedignos, no sabemos si fue auto-traducción, co-traducción o pura creación, por lo que nace desde el principio como texto híbrido en términos de pertenencia literaria. Lo mismo que Sabbag, Al-Jatib se le secó la inspiración y no produjo nada que se citara en creación en español después de 1956. Da la impresión de que ambos autores, Sabbag y Al-Jatib, se enrolaron o se vieron enrolados en la actividad literaria en torno a Al-Motamid y Ketama, llevados en su momento por la energía vital de la juventud, pero, a buen seguro, sin suficiente fe en la acción que desenvolvían e indubitablemente con reserva intelectual. 

Dris Diuri (1926-1979) merece una atención especial. A decir verdad, es un escritor que pertenece a la generación de Al-Jatib y Temsamani, pero ha sido injustamente olvidado y debe por ello ser recuperado. No se entiende en términos de historia literaria no haber sido nunca incluido en muchas de las antologías que se han hecho de nuestras letras marruecas en lengua española. Tiene una significativa obra inédita que desgraciadamente no pudo publicar pese, según comentaba muy dolorido en una carta dirigida a Fernando de Agreda, a haber buscado afanosamente apoyo ante editoriales e instituciones hispano-marroquíes. Es conocido por su obra maestra, Miscelánea que salió en 1963 y en que recoge textos escritos en época colonial e inmediatamente poscolonial.  Según afirmaba Trina Mercader, tiene magnífica dicción castellana, lo cual se nota en su poesía en que canta el amor y su ciudad Larache. Es también el primer autor marroquí que inicia, por una parte, la escritura dramatúrgica publicando tres breves piezas teatrales: Un grito en el aire, Laura (drama en un acto) y Conversación entre dos viandantes. y por otra, el ensayo literario y no de investigación como era común en la época del Protectorado y lo sigue siendo hasta la actualidad. Un ensayo de buen verbo que trata temas filosóficos y universales en base a una inequívoca argumentación a la par lógica e intelectual.

 

*Catedrático de Teoría Literaria y Literatura Española (Universidad Ibn Zohr- Agadir)

 

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