Rue20 Español/ Rabat
Tener dos nacionalidades, a veces, se convierte en un arma de doble filo, sobre todo en el fútbol. Los jugadores binacionales tienen que elegir y de la mejor manera. Tienen que definir su apuesta a tiempo. Además de rendir más que los locales.
Walid Regragui, seleccionador nacional, tuvo la valentía de ser franco con sus jugadores de la selección marroquí antes del Mundial. Les hizo llegar que la doble nacionalidad se puede convertir también en doble éxito. Y así fue.
Walid explicó sin tapujos cómo lograr amalgamar un grupo con orígenes culturales tan diversos.
«El gran éxito de esta plantilla es que reúne jugadores que pertenecen a la tercera o a la cuarta generación de familias emigrantes. Yo tengo una relación verdaderamente fuerte con Marruecos porque son mis padres quienes emigraron a Francia. Yo hablaba un poco de árabe en mi casa. Pero los chicos que descienden de abuelos emigrantes no lo tienen tan fácil. Marruecos les queda más lejos, lo frecuentan menos», dijo en una entrevista concedida a ElPaís antes el lunes pasado.
«Los binacionales nos sentimos un poco extranjeros en nuestro país de origen, al que le debemos todo, y cuando vamos a Marruecos todo está bien mientras ganamos, pero cuando perdemos te reprochan que no te sientes verdaderamente marroquí. Debemos tomar eso como una energía positiva. Nosotros somos fuertes porque tenemos dos culturas, e incluso tres, como es el caso de Chair, nacido y criado en Bélgica, hijo de padre marroquí y madre polaca. Viajar es una fuerza», agregó.
Regragui ha vuelto a insistir en el espíritu del grupos y la convivencia. «Viajar a dos países sin salir de casa es una fuerza que alimenta y que en este equipo hace más fuerte a Marruecos. En el vestuario hemos reunido chicos de España, Francia, Italia, Alemania, Bélgica y Holanda. Eso es magnífico», subrayó.
P. ¿Las ganas de estar juntos, el sentimiento de pertenencia, es más importante en un Mundial que en los torneos de clubes?
R. No quería que vinieran solo a participar en un Mundial. Jugar tres partidos no es suficiente. Había que cambiar la mentalidad. Me pasé meses viajando cada dos días para hablar con todos: a cada jugador que veía le decía: “está bien que te alegres de ir al Mundial pero no basta, es importante que compitamos”. El hecho de que lo organizara un país árabe nos hizo sentir en casa. Esa comunión fue mucho más fácil para rendir. Los jugadores comprendieron que tenían que estar juntos. Sin individualismos. Siempre hubo buenos jugadores. En 2018, Belhanda, Boussoufa, Ahmadi, Dirar, Ziyech, Hakimi… pero nos faltó fe. Debemos lograr que para los jugadores de Marruecos sea un hábito jugar con Brasil, España o Portugal.