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martes, octubre 22, 2024

Akalay: Tánger, tierra de todos y de nadie

 


Rue20 Español/ Fez

 

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Mustafa Akalay Nasser*

 

 

Ya es hora de lanzarse al ruedo como ese Torero leído y culto José Tomas, que desafía en sus faenas taurinas a la muerte, jugándose la vida en una plaza mejicana delante de 6 miuras, el símil que hago cuando digo ruedo que en este caso es la hoja en blanco a la cual hay que enfrentarse para tejer una historia plasmando literariamente lo que vivo en estos momentos de la vida, donde ejerzo de escritor solitario abrumado de no haber todavía escrito una obra testamento sobre esa extraña y bella Tingis y que tanta gente amiga me reclama.

 

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En todo caso, fue pensarlo lo que me hizo querer escribir este artículo y dedicarlo a la ciudad que aspira ser frontera donde se condensan infinidad de procesos socioculturales. Hacer un esfuerzo de subjetividad no es caer en una introspección narcisista. La subjetividad no tiene nada que ver con los estados de ánimo melancólicos de una clase de nostálgicos de los que se alimenta hoy toda una nueva literatura sobre Tánger.


Según José Maria Lizundia el melancólico o nostálgico blanco vive en un lugar “arquetópico”, el cual es un sitio pasado, feliz, al que regresa cada vez que busca su identidad, su edén invertido ubicado en Tánger, se remonta al cosmopolitismo y lo exalta. Sin embargo, al momento que se encuentra cara a cara con el nativo o indígena, lo quiere ver lejos de él y que no venga a molestar lo discrimina, lo ningunea, lo maldice. Es el imperialismo blanco reinventado del cual habla Roger Bartra.

 

Trabajar con la subjetividad es considerar que ciertas capas de la realidad, y en particular estos momentos vivos del presente volátil, esos que la historia aplastará, sólo son accesibles y descriptibles a costa de un encuentro y travesías que afectan emocionalmente a los sujetos. El desconsuelo y la pena del que extraña su ciudad y habla de ella con pesar son muestra de amor sincero. No hay mayor dolor que el que nace de la decepción.

 

Mi relación con Tánger es de amor odio, tengo una relación ambigua de amor profundo, pero también de reticencia razonable solo puedo volver a ella puntualmente (una conferencia, el homenaje de unos cabales, la invitación individual de algún amigo). Es una ciudad que hoy se debate entre una invención ya desgastada de territorio mítico, una ciudad pseudo moderna en donde llegan todos los días los ecos de la cercana península ibérica y ese mercado encubierto de casi todo, propio de las ciudades fronterizas: contrabando, prostitución, especulación inmobiliaria, pateras, visados falsos, drogas.

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Tánger fue una ciudad internacional en otra época, cuando estaba gobernada por un consorcio que representaba naciones y muchos empresarios turbios, Tánger hoy es transnacional. Es decir, vive cotidianamente en un espacio-tiempo no nacional. Para entender la diferencia, es necesario precisar que lo internacional es un exceso de nación. En el Tánger de los años 30, todas las potencias coloniales estaban allí, tan allí y tan poderosas que tuvieron que crear  un comité para gestionar la ciudad y vigilar las ansias de hegemonía de unas u otras. Lo transnacional, por el contrario, es lo que excede a lo nacional, lo desborda. A los seguidores del Barça o del Real no se les pasaría por la cabeza pensar que están apoyando algo así como el espíritu nacional español al seguir distraídamente la liga de fútbol Santander. Lo hacen precisamente sin pasión nacional, como diletantes hastiados decepcionados por el nivel pobre de la “botola” (campeonato de fútbol marroquí). Por lo tanto, una parte de Tánger vive hoy en un espacio-tiempo transnacional euromediterráneo. Tánger es, por tanto, ahora una de esas ciudades cuyos contrastes y diferencias son tan desmedidos que quienes los soportan o los sufren parecen no vivir ya en el mismo mundo. Transnacional también lo es, con esa imposible y no localizada idoneidad de dar un sentido común a estas quimeras y derivas. ¿Podría ser una fuente de inspiración, devolver a los artistas que siguen viviendo allí y viniendo allí la doble seguridad de encontrar allí la serenidad de un mito ahora anclado como las columnas de Hércules al borde de las orillas, al mismo tiempo el tiempo como un soplo de aire fresco? (Michel Peraldi,2008).

 

Esta es una ciudad díscola, ahora es la ruina la que va devorando las fachadas de los edificios eclécticos del bulevar y la piqueta que derriba los chalets de estilo coqueto art déco abandonados a su suerte por sus propietarios sefardíes que se han trasladado a vivir allá por los 60 a Caracas los Bentata y Chocron. El bulevar Pasteur ya no es de antes, el de los tiempos en que los Sindis Ramech, Lashmi, Kappur vendían relojes de marca y equipos de radio de importación japonesa Sanyo. Estos hindúes se han trasladado a Melilla y sus tiendas compradas a precio de saldo por nacionales presentan un aspecto decadente están desprovistas y las estanterías anticuadas y polvorientas llenas de géneros de imitación o de segunda mano.

 

“El misterio de Tánger ha atraído en los dos últimos siglos la mirada curiosa y ávida de una pléyade de pintores, novelistas, cineastas y poetas venidos de diferentes regiones del planeta, y ha enriquecido su pincel y su pluma, imantando la brújula de su imaginación… el atractivo y originalidad de Tánger no sucumben ante todo contraste y desidia. La luminosidad del aire, la superposición de planos blancos de la Medina vista de la playa o abarcada desde la alcazaba, el panorama grandioso del café de la jafita o hafa, conservan toda su fuerza impregnadora y única. Mientras los detalles y vistas parciales denuncian suciedad y abandono, el conjunto es magnífico: una paradoja que roza el prodigio. Será éste, me digo, el auténtico misterio de Tánger…” (Juan Goytisolo “El misterio de Tánger”, 2010).

 

¿Se puede hablar de una identidad tangerina hoy día?Tajantemente No, todo hoy fluye, fluyen las identidades, que, en lugar de constreñirse en uno de aquellos moldes modernos, de orden moral, mutan en objetos flexibles, adaptándose a la vasija que las contiene. Es una urbe líquida para definir el actual momento de la historia en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido. Y han dado paso a un mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador. Un mundo que Zygmunt Bauman supo explicar como pocos al forjar el concepto modernidad liquida, ya no se trata de una identidad dada sino construida por el propio sujeto mediante un proceso de individuación. Una identidad a la carta y con repuestos.

 

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Los tangerinos son hoy especialistas de substitución. Cuando identificamos la identidad personal o social con una cultura específica nos olvidamos de que la identidad cultural nunca es homogénea con respecto a nosotros mismos ni al grupo al que adscribimos. La identidad personal la construimos socialmente a partir de rasgos culturales diversos, cada uno de los cuales nos vincula a un grupo diferente.

 

Pertenecemos, pues, como afirma Amartya Sen, de un modo u otro, a muchos grupos diferentes y nos vemos obligados a decidir cuáles de los diferentes grupos a los que pertenecemos son importantes, y necesarios, para nosotros; cuáles son prioritarios y cuántos podemos relegar a un último lugar. Debemos y podemos decidir libremente, de entre todas nuestras pertenencias identitarias, cuáles son las primordiales e irrenunciables, puesto que a pesar de que algunas categorías nos fueron impuestas por la historia, la tradición o los hábitos, podemos renunciar libremente hasta de la lengua que, como hemos dicho, es la categoría originaria de la identidad. ¿Qué es la identidad? Es la conciencia de ser uno mismo, escribe Yves Michaud, pero es también una ficción no quiere decir irracionalidad, sino construcción más o menos artificiosa…Así nos pasamos el tiempo inventando ficciones. El “nosotros” debe tomarse en el sentido del plural, porque en tanto que individuos apenas somos dueños de nuestra identidad. Esta se construye por medio de la familia (con la imposición del nombre propio y los hipocorísticos), el grupo (el barrio, el pueblo, la generación), los grupos extensos (región, etnia, nación). En un sentido, es agradable y lúdico. Sabemos muy bien que sólo somos “uno entre muchos”, pero nos liberamos “personalizando” nuestra identidad a base de modas, ropas, tatuajes y piercings. En otro sentido, es fragilizante y deprimente: muchos no saben dónde están y se lanzan a reconstrucciones histéricas, poniendo en juego una convicción y unas creencias simuladas. Muchos regresos identitarios, sobre todo de naturaleza religiosa fundamentalista, ponen de manifiesto esa búsqueda de la identidad perdida, imposible de encontrar en la convicción sólida y natural. La apoteosis del identitarismo es uno de los más acuciantes síntomas de la crisis general que vivimos en un ámbito cada día globalizado. La atención al pasado y a las costumbres antiguas es tanto más fuerte cuanto más lejos ha ido el proceso de modernización y el desbarajuste provocados por la economía turística. Y también el apoyo a los equipos nacionales o locales en las grandes competiciones deportivas muestra un patriotismo identitario: (Pan y circo) que solo encuentra ese apoyo al que agarrarse, en el fútbol que sirve como una diversión que halaga las bajas pasiones del pueblo llano y amortigua los conflictos sociales.

 

Yo no tengo tribu o más bien tengo varias que a veces se destrozan entre ellas por el reparto de la herencia llegando al odio y a la quiebra para siempre de la lealtad del clan familiar. Los tangerinos de nacimiento hoy no representan ni el veinte por ciento por lo que me han contado, se han diluido en la masa y viven un exilio interior, se encuentran solamente en los entierros y bautizos, los que mandan son foráneos desmemoriados como dice el ultimo juglar de los cafés, discípulo del famoso humorista  Gurfti, el acérrimo hincha del Real Madrid El Khribi ,Tánger favorece Al Barrani (la etimología viene de las torres albarranas)– o visitante.

 

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“Los tangerinos pasan su tiempo sentados en los veladores, sin café ni refrescos, sin prisas ni quehaceres, en el mismo lugar en el que se colocaron el día de la pérdida del estatuto internacional y de la huida masiva de los capitales a la costa del sol. El mundo se está unificando por el lado malo, porque los adolescentes visten Chándal de pantalón ancho y gorra con la visera hacia atrás como si estuvieran en Brooklyn en lugar de en Babilonia. Los más viejos todavía conservan en la mirada el brillo de la esperanza, pero en el fondo de sus corazones parecen satisfechos de haberse quedado allí dedicados a la narración de otros tiempos. Todos miran hacia las costas andaluzas. Las terrazas y las sillas están orientadas al norte. Nadie mira hacia dentro de Tánger, porque creen todos que eso es mirar hacia atrás en el tiempo.” (José Luis Serrano, 2008).

 

Los tangerinos vivimos aislados, compartimentados, nos destruyamos en querellas absurdas, somos segmentarios, hemos capitulado, nos hemos rendido y como dijo Ángel Vázquez, Tánger es una puta. El heroinómano, homicida y pedófilo escritor que lleva nombre de una máquina de calcular William Burroughs, retrataba muy bien la desidia cultural de Tánger en sus escritos   allá por los cincuenta, escribiendo que esta ciudad era un desierto cultural y lo de “la culture en partage” era solo un mero eslogan del instituto francés, eso sí era un refugio de timadores, perdedores, desahuciados, pederastas, drogadictos y alcoholizados, abusadores de menores y corruptos de toda estirpe. Los escritores de la Beat de paso encumbraban el misterio de Tánger para mejor callar lo que habían venido a buscar: la satisfacción de sus fantasías sexuales este es el caso del autor de Junky, el hombre invisible, que vivía desconectado de la vida social tangerina y pasaba horas encerrado en su tugurio con Marv, pinchándose heroína y practicando sexo en plan sádico con menores tal como lo contaba en cartas de Tánger a Ginsberg.

 

“El Tánger literario convive en la narración con el Tánger de la pobreza, que es del oprobio. La escritura y el turismo sexual se interpenetran en la misma membrana. Una membrana pantanosa y empantanada, donde los limites- pese a la apariencia- están claros: el cliente y el trabajador, el explotador y el explotado, el que tiene francos o dólares y que aspira a tenerlos, con el francés como lengua franca entre ambos bandos, enfrentados pese a la apariencia de dialogo. El rastro de Foucault y de Barthes se confunde con el de Burroughs y Ginsberg, convergentes en los burdeles donde los jóvenes marroquíes se han prostituido desde siempre.” (Jorge Carrión, 2013).

 

De aquella ciudad-mujer o mujer –ciudad,«esa puta llamada Tánger», decía Ángel Vázquez, autodefinido en carta a Emilio Sanz de Soto de 1966: «Yo también soy un corrompido. Sin fe en Dios, egoísta y sin ninguna confianza en mí mismo. Homosexual, alcohólico, drogado, cleptómano».

 

Ciudad de viaje y tránsito, y también centro de las traiciones y misterios, refugio de emigrantes y apátridas, tierra de todos, tierra de nadie o puta Tánger parafraseando al maldito escritor tangerino Antonio Molina versus Ángel Vásquez, autor de uno de los soliloquios literarios más excelsos de la narrativa española: La vida perra de Juanita Narboni, encontrado muerto en una pensión muy cutre de Atocha, las malas lenguas dicen que se había suicidado y que después del más completo olvido en el  que fue sumido, durante años, por fin se le ha hecho justicia al dedicarle el ayuntamiento de Madrid presidido por la jueza Carmena una placa donde vivió en Madrid y un documental estrenado en la  Casa árabe de Madrid .

 

Tánger, aquel Tánger Internacional, fue una deliciosa mentira. Lo dijo Emilio Sanz de Soto, exquisito diletante, tangerino multidisciplinar que hizo todo y apenas escribió algo: hojas sueltas, entrevistas, cine, con esa generosidad que tienen los corazones desprendidos para dejarle la gloria a otros.(Vicente Molina Foix 2007). Emilio Sanz de Soto, que llegó a perfilar con tino a Luis Buñuel —con quien colaboró— en las páginas de El País, formó parte del círculo intimísimo de nuestro autor, Ángel Vázquez. “Era ese círculo por el que brujuleaban Chukri y aquella Jane Bowles que supo ver la tragedia sexual de Vázquez y al que la americana, tan suya, adoptó como un par, como un confidente triste; una víctima de la ‘peor España’, o de la mentalidad de la ‘peor España’ capaz de traspasar el Estrecho y colarse, negra, en ese París africano —Tánger— que fue una casi fiesta. (Jesús Nieto, Zenda 2018)”.

 

Existió también un Tánger que ya tampoco existe, que describió el que fuera director del diario de España de Tánger Eduardo Haro Teglen en el prólogo del libro catálogo de la exposición fotográfica “Tánger en Blanco y Negro” organizada por el amigo y autor de Vademécum del español urgente, Alberto Gómez Font, escribiendo lo que sigue:

 

“Muchas veces pienso que Tánger era un estado de ánimo y probablemente se instala para siempre en esa parte un poco fantasmal de la memoria en la que algunas personas no sabemos distinguir lo que fue verdad de lo que fue mentira”.

 

Yo hablaría de una sociedad jerarquizada propia del apartheid sudafricano ya que el extranjero estaba favorecido jurídicamente y se sentía en su casa mientras los autóctonos sí que eran extranjeros en su tierra. Esta ciudad Tánger internacional suena a puro teatro y falsedad bien ensayada como cantaba la Yiyiyi de la canción latina La Lupe:

 

Igual que en un escenario
Finges tu dolor barato
Tu drama no es necesario
Ya conozco ese teatro.

 

Teatro,
Lo tuyo es puro teatro
Falsedad bien ensayada
Estudiado simulacro.

 

“En este pasado siglo veinte, Tánger ha ejercido particular atracción sobre numerosos escritores que pasaron por la ciudad o que vivieron parte de su vida en ella. Tanto han sido aquellos que hasta se puede hablar de colonización literaria” según la expresión acuñada por Marie-Haude Caraes  y Jean Fernández  en su ensayo “Tanger la dérive littéraire , essai  sur la colonisation d’ un lieu : Barthes, Bowles, Burroughs, Capote , Genet ,Morand” 2002.Colonizacion no violenta  pero con efectos perversos puesto que contribuyó en cierta medida a la negación de la identidad propia de la ciudad  y a la elaboración de un mito literario en el cual ella aparece como abierta  y cosmopolita , como lugar de todos los posibles. A lo largo del siglo veinte, Tánger el blanco entre mar mediterráneo y océano atlántico, ni totalmente africano ni totalmente europeo, a la vez seduce y repele a escritores y artistas (Sanz de Soto, 1988), apareciendo casi siempre en las obras como telón de fondo exótico descontextualizado. Si bien pocos escriben sobre Tánger, todos, por el mero hecho de escribir desde aquella ciudad, legitiman queriendo o sin querer, la imagen de lugar elegido por las musas propicio a la creación y le otorgan el estatuto ciudad de internacionalmente literario. En la mayoría de las obras escritas en Tánger, la ciudad en si no interesa pese a que está erigida en lugar iniciático, especie de Finisterre al que el escritor acude en busca de la revelación de su propio ser. La ciudad – espejismo funciona como pantalla neutra que proyecta un yo desconocido y a veces inconfesable. El encuentro de la ciudad con el autor se podría cifrar en la fórmula: “Yo y la ciudad”. Como lo corroboran los numerosos textos autobiográficos que se producen en el puerto internacional. (Marie Thérèse Garcia, 2010).

 

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En palabras de Mokhtar Chaoui: La Generación Beat no es más que una banda de pequeños burgueses en busca de aventuras, en busca de emociones y múltiples placeres, que ha dejado unos textos, que ha sido consagrada por ciertos extranjeros de Tánger de la misma calaña trasladándola al panteón y por muchos franquiciados marroquíes o colonizados que quedan fascinados por todo lo occidental, aunque huela a queso añejo Maroilles… No fue Paul Bowles o la Generación Beat quienes hicieron Tánger, fue Tánger quien los hizo. Tánger es más grande que todo eso. Tánger no comenzó con Beat Generation y no ha terminado con ella. No se trata de borrar del mapa el patrimonio literario y artístico los miembros del BG. Estos son parte de la historia de Tánger, por supuesto; contribuyeron a su manera a la fama de la ciudad, sin duda; han hecho un amplio uso de ella, ciertamente; pero son el pasado y hay que devolverlos a su lugar, del pasado y no en el presente. Desprenderse de una vez por todas de la BG es seguir adelante. No es el Tánger internacional el que me interesa, es el Tánger contemporáneo, y en ese Tánger ya no hay lugar para Bowles ni para la Beat Generation.

 

 

Mustafa Akalay Nasser, director de L’Esmab de L’UPF Fez.

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