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viernes, noviembre 22, 2024

Por y para Sanaa, la niña de Tifelt y todos los nin@s del mundo: “¡somos sobrevivientes!”

 

Rue20 Español/ Rabat

 

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Aicha EL MAATI

 

Con una permanente sonrisa de esperanza y con un grito que ya se niegan a sofocar, salen en Gira Visibilizadora Silvia Piceda y Sebastián Cuattromo; dos argentinos que han optado por romper el silencio, “globalizar” los tabúes, hablar por sí , por y de tod@s los nin@s abusados del mundo, por y para todos “los sobrevivientes” del pasado, del presente y del futuro (¿del futuro?), sí:”¡ojalá entre tod@s podamos cambiar la suerte de la infancia!”.

 

Después de su acertada gira nacional en Argentina, Sebastián Cuattromo y Silvia Piceda salieron rumbo a Marruecos, a finales de Febrero, para empezar una nueva etapa de su lucha por los derechos de la infancia, con el objetivo de animar a los niños y adolescentes abusados a romper su silencio y atreverse a denunciar a sus agresores; y, por otra parte, con el fin de sensibilizar a la Sociedad acerca de este fenómeno mundial que es abuso sexual de los niños y adolescentes, que ,según el Consejo de Europa, lo sufren uno de cada cinco niños/adolescentes. Desde Marruecos, empezaron su vuelo, abriendo el debate sobre el tema con el público marroquí: con actores de la sociedad civil y con investigadores universitarios y defensores de los derechos humanos( en Dakhla junto con el Centro Internacional de investigación  para la prevención de niños soldados; en Mohamedia, Facultad de Letras y Ciencias Humanas; en Casablanca, con la Asociación Nueva Visión y la Facultad de Letras Ben Msik, Universidad Hassan II; en Rabat en la Facultad de Letras Universidad Mohamed V y en el Consejo Nacional de los Derechos Humanos). Después, alzaron más la voz hacia el norte: hacia España, Portugal, Francia, Bélgica, Italia…donde su instancia y su lucha fueron todo un éxito.

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Lo particular en la lucha y en la historia de Sebastián y Silvia es que el abuso sexual lo cuentan en PRIMERA PERSONA, y allí radica toda la diferencia y el éxito:

 

Sebastián CUATTROMO:

“Soy Sebastián Cuattromo… fuí víctima del delito de abuso sexual a los 13 años.

 

Los abusos sexuales que padecí ocurrieron en los años 1989 y 1990 en el Colegio Marianista del barrio de Caballito de la Ciudad de Buenos Aires donde asistía como alumno, siendo mi agresor un docente y religioso católico de esa institución llamado Fernando Enrique Picciochi, quien en esa escuela también abusó sexualmente de otros niños.

 

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Durante 10 años no pude poner en palabras lo sucedido, sobrellevando mi adolescencia con un sentimiento de profunda soledad, aislamiento y vergüenza. Y al evocar los múltiples padecimientos de esa etapa de mi vida, siento que lo que sobresale es el recuerdo de una dolorosa actitud de retraimiento, de una fuerte inhibición a la hora de desarrollar relaciones afectivas, que no fue advertida por ninguno de los/as adultos/as que estaban a mi alrededor, tanto a nivel familiar como escolar, y que no contó con ningún contexto que me hiciera sentir que podía expresar esa herida. Trauma que padecí contemporáneamente al bochornoso comportamiento colectivo adulto en torno a los abusos sexuales perpetrados por el famoso entrenador “Bambino” Veira en perjuicio de un niño de mi misma edad en aquella época, situación que fuera objeto de escandalosas banalizaciones en los medios de comunicación y en las tribunas de las canchas de fútbol a las que yo asistía por ser un niño futbolero.

 

 

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A mis 23 años pude comenzar a hablar acerca de los abusos; y tuve la suerte de que mi primer interlocutor escuchara mi dolor con atención, empatía y respeto, actitud que posibilitó que naciera en mí una firme convicción de que lo que había sufrido era un delito y que tenía que buscar justicia y reparación por lo sucedido.

 

Así fue como en Junio de 2000 presenté una denuncia penal contra mi agresor, en compañía de otra de sus víctimas de aquel Colegio Marianista, en el ámbito de la Justicia Nacional con sede en la ciudad de Buenos Aires.

 

A pesar de realizar la denuncia 10 años después de ocurridos los abusos, los hechos, legalmente, no habían prescripto. Así comenzó una descomunal odisea personal que me significó 12 largos años de una dura y solitaria pelea como víctima y querellante en esta causa penal, debido a que mi abusador estuvo prófugo de la Justicia durante años (en los que se cometieron groseros errores institucionales en su proceso de búsqueda, y que sólo salieron a la luz y fueron rectificados debido a una decidida acción e implicancia mía). Hasta que finalmente en 2012 tuvo lugar un memorable y muy emotivo juicio oral y público en la ciudad de Buenos Aires que culminó con la condena a doce años de cárcel del ahora ex hermano marianista Fernando Enrique Picciochi por el delito de “corrupción de menores calificada, reiterada”.

 

A su vez, a lo largo de esta búsqueda de justicia también logré que el Colegio Marianista tuviera que asumir su responsabilidad civil por este delito; conquista por la que luché duramente contra una inaceptable pretensión de silenciamiento de lo sucedido que quería imponerme la Congregación de los Hermanos Marianistas, actitud que contara con un lamentable aval por parte de la jerarquía católica de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2002, cuando era encabezada por el entonces Cardenal Jorge Bergoglio.

 

Siempre soñé que esta larga búsqueda de justicia tuviera un sentido de aporte colectivo y en el año 2012, en ocasión del juicio oral contra mi abusador, comencé a hacer pública mi historia, a través de entrevistas con diversos medios periodísticos, para brindar un testimonio en defensa de la infancia ante esta injusticia.

 

Silvia PICEDA:

 

“Mi nombre es Silvia Roxana Piceda, fui abusada sexualmente entre los 9 y los 11 años aproximadamente, por personas cercanas a mi hogar. Cuando se lo conté a mis padres, no hicieron nada. Nunca más se habló del tema en mi casa, y nunca se consultó a nadie para saber si podía traerme consecuencias. El impacto del abuso fue muy importante, y a medida que más me comprometo con el tema y escucho múltiples testimonios de compañeros y compañeras que sufrieron el mismo delito, más me doy cuenta de la dimensión enorme de dicho daño.

 

Esto lo digo hoy, después de haber andado algunos caminos de búsqueda, pero durante muchos, muchos años, el tema del abuso sexual era para mí sólo parte de mi infancia. Nunca lo negué ni lo olvidé, pero sí le resté importancia, ya que pensaba que podía seguir adelante y que simplemente era algo que permanecía en mi pasado y de lo que ya estaba a salvo. De hecho soy profesional, independiente económicamente, y no soy sumisa ante ninguna persona de poder: características que me hacían pensar que el “tema” abuso sexual contra la infancia ya había quedado atrás.

 

Pero en el año 2009 aparece en mi vida Romina, la hija mayor del padre biológico de mi hija Jazmín, quien tuvo la gran valentía de buscarme para contarme que había sido abusada sexualmente por este hombre cuando tenía la misma edad que Jazmín en ese momento y que ahora estaba decidida a defenderla del que fuera su agresor. Hermoso coraje que la llevó a denunciar legalmente los abusos que había sufrido en su infancia pero que el Poder Judicial ni siquiera investigó, por considerar que estaban “prescriptos” los plazos para hacerlo.

 

Esto me trajo al presente mi peor pesadilla: el abuso sexual contra la infancia no estaba en mi pasado, ni era una anécdota triste de mi niñez, ya que la persona que más amo en el mundo, mi hija de entonces 11 años, estaba en riesgo ya que me había enamorado y la había concebido con un abusador con el que Jazmín seguía teniendo contacto, más allá de que yo estaba separada de él desde el año 2004.

 

Ahí empieza la otra pesadilla, el recorrido que como madre, intentando proteger a mi hija, inicio en los juzgados de familia de la ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires. Calvario que incluyó la gran injusticia de tener que escaparnos abruptamente con Jazmín de nuestra casa y vida cotidiana para protegerla de una aberrante orden judicial de “vinculación” con su progenitor denunciado por abuso, que fuera emitida por el Juez Hugo Rondina. Lo que nos llevó a tener que vivir clandestinas durante un tiempo e iniciar una nueva vida en la Ciudad de Buenos Aires, sin poder volver durante años a nuestro hogar y modo de vida rural en Abasto, zona de campo del partido de La Plata, donde además quedaron abandonados a su suerte nuestros queridos animales y plantas.

 

Durante este andar de dolor en dolor y de angustia en angustia, sentí necesario encontrarme con otras mamás que estuvieran atravesando el mismo horror: saber que sus hijos e hijas habían sido abusados/as por el hombre que habíamos elegido como pareja. Para mí la sensación corporal, el espanto inscripto en el cuerpo, a partir de la noticia (a pesar de haber estado separada del delincuente desde varios años antes), era una sensación dolorosa e indescriptible. Quería compartir con otras, además, hallazgos y esperanzas con respecto a la relación con nuestros hijos e hijas, nuestras causas legales, nuestra vida a partir del horror”.

 

La historia de Sebastián y Silvia tomó una dimensión más amplia al crear la pareja la Asociación “Adultos por la infancia” y a la que se adhirieron  tanto los abusados como los protectores y defensores de los niños y adolescentes de Argentina y de otros países; asociación que va haciendo eco en todas las partes del mundo y a través de la cual se demuestra la toma de conciencia por la Sociedad de la dimensión y gravedad del abuso sexual de los niños y adolescentes.

 

Pero, a nuestro parecer, lo verdaderamente insólito y más llamativo en la experiencia de Sebastián Cuattromo y Silvia Piceda y que es uno de los argumentos más sólidos del éxito de su lucha vivencial es el compromiso de los escritores, novelistas argentinos para con su historia. Una historia real y verdadera que no pudo dejar indiferentes a grandes novelistas sensibles a los cuentos reales y ficticios. La historia de Sebastián y Silvia pasa de ser una historia personal y oral-que ellos van contando-,  a ser una historia novelada, escrita por autores argentinos muy famosos y a ser una historia colectiva. Pues, a finales del año 2021, sale a la luz el libro “Somos sobrevivientes: crónicas de abuso sexual en la infancia”, editado en Argentina por la renombrada editorial Alfaguara. En el libro, se cuenta la historia de otras seis víctimas del abuso sexual, además de los principales héroes de esta tragedia humana-Silvia y Sebastián-con el estilo y la pluma de Claudia Piñeiro, Dolores Reyes, Claudia Aboaf, Félix Bruzzone, Gabriela Cabezón Cámara, Juan Carlos Kreimer, Fabián Martínez Siccardi y Sergio Olguín. 

 

Dice Fabián Martínez Siccardi, novelista y prologuista del libro: “Ocho adultos cuyos cuerpos y mentes fueron abusados en la infancia confían sus memorias a escritores para que transformen sus heridas en relatos. Los escritores, acostumbrados a habitar los cuerpos y las mentes de sus personajes, reconstruyen las crónicas de esos hechos —y de sus secuelas— desde ese umbral donde la realidad convive con los fantasmas. Estos elementos forjan el alma de este libro..”

 

Es un verdadero acto, no solamente de solidaridad ,de humanidad.. sino un acto de alto sentido de responsabilidad y de compromiso por parte de los autores argentinos y del prologuista Fabián Martínez Siccardi- novelista e intermediario entre los diferentes intervinientes en este libro-para con el tema del abuso sexual. Es verdad que muchos autores latinoamericanos trataron y denunciaron una de las facetas de este tema en sus novelas, como es el tema del incesto como fenómeno social-tabú- latinoamericano y mundial, pero que ocho novelistas muy famosos se unan a escribir/reescribir las historias de ocho víctimas del abuso sexual  no puede ser sino una nueva etapa en la concienciación colectiva de los intelectuales y su total compromiso para con la sociedad y con el ser humano y sus tragedias sobre todo las que marcan su infancia y se ve obligado, injustamente, a llevarlas por el resto de su vida.

 

La intervención de los novelistas en la vida de estas víctimas tiene innombrables efectos positivos  tanto sobre las víctimas como en la sociedad en general, de los que sólo citaremos unos: *es una rica terapia la de confesar y volver a vivir su tragedia con sus más pequeños detalles,*otra terapia es la de leer su propia historia-una vez publicada-y poder deshacerse del niño/víctima, personaje que ya no significa el “yo” sino el “él” colectivo y ajeno.*por otra parte, el hecho de ver las victimas sus historias reunidas en un solo libro puede aliviar su sentimiento de culpabilidad. De igual modo, las supuestas víctimas del abuso sexual  entre el público lector del libro encontrarán, seguramente, en estas historias reales, noveladas por novelistas de gran renombre un impulso para romper el silencio y exteriorizar el dolor enterrado en sus almas….

 

Si nos percatamos de que el porvenir es y lo hacen los niños y adolescentes y si todos los agentes sociales, culturales, políticos….se deciden a asumir su responsabilidad frente a cualquiera de los crímenes que se cometen contra la infancia, y si la ley deja de mostrarse indulgente para con los agresores, la dimensión de estos fenómenos irá retrocediendo.

 

Esta semana termina la Gira Visibilizadora de Silvia y Sebastián que han tenido mucho coraje hablando a un vasto y diverso público de su propia historia y de la de otras víctimas; una gira que repartió y compartió mucha esperanza en un porvenir mejor de la infancia.

 

Sí, se necesita mucha esperanza, un verdadero compromiso y grandes luchas: es así como lograron ellos justicia y así también, obtuvo justicia la niña Sanaa, al pasar la condena de sus tres agresores de tres a  cuarenta años.

 

     

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