Rue20 Español/ Agadir
Abderrahmane Belaaichi
En pleno periodo de la pandemia en 2020, la Asociación Familia de Paz tomó la iniciativa de contactar con personas/escritores de España, América Latina y países árabes para que hiciéramos una reflexión colectiva, en español y/o en árabe, sobre la nueva situación en que la humanidad se encontró de manera súbita. Era para mí una ocasión para plasmar en las dos lenguas mis primeras impresiones no sólo sobre la pandemia pero sobre todo sobre la actitud que teníamos todos frente a esa pandemia.
Las primeras imágenes de los primeros infectados por el Coronavirus nos vinieron de muy lejos, de Wuhan en China, para muchos y para mí, instalado en la ciudad de Agadir en la Costa Atlántica de Marruecos. Casi pasaron desapercibidas. Casi nadie les dio la atención que se merecieron ni pensó que podrían atraparnos a nosotros sin previo aviso, sin dejarnos siquiera el tiempo de prepararnos. Siempre creemos, equivocados por supuesto, que los males sólo llegan a los demás.
Un infectado, dos, cien, mil y la cadena ya no se puede parar y la llama se extiendió como el fuego en la paja, incontrolable, imparable, inclemente. De repente se declara una pandemia universal cuando ya es tarde. Otros siguen creyendo, indiferentes, que era-es una mentira. Luego la des-información excesiva y rápida que no te deja tomar tiempo ni distancia para pensar, reflexionar, valorar.
La manipulación gana, otra vez, y de repente nos vemos caídos en la trampa, una trampa de la que no sabemos salir ni sabemos cómo deshacernos de ella. Y llega el confinamiento. Una situación nunca vista ni imaginada. Cuando se declaró, aquí o allí, ni teníamos la menor idea de cómo teníamos que portarnos. Empezamos a hacer especulaciones de todo tipo. De las más alentadoras a las más pesimistas.
La gente se sentía metida, gratis y casualmente, en un rollo del que no sabía si iba a salir algún día o no, y si lo consigue seguro que pagará muy caro. Las secuelas serán muy profundas, muy dolorosas, muy tristes. Al día siguiente, o incluso antes de que entrase en vigor ese famoso confinamiento que nos encarceló sin causa ni delito, sin proceso ni justicia, se desencadenó una sarta infinita de mensajes de humor y de sátira por la redes sociales. Una manera de aliviarse, de consolarse. Nos reímos de nuestra situación, compasivamente. Conscientes de que nos esperan intensos momentos.
Aislados, desconectados, aturdidos descubrimos, por fin, nuestra fragilidad, nuestra sumisión, nuestra derrota. Pero también aislados, descubrimos nuestras fuerzas, nuestras capacidades de aguantar crisis. Cada uno se las arregla como pueda: actividades, lectura, deporte, etc. que tienen en común el estar un rato consigo mismo. Un confinamiento con su ser, con su intimidad, con su alma y espíritu. Me planteé entonces muchas preguntas y me proyecté muchas reflexiones. Pensé en lo que podría ocurrir si el confinamiento dura mucho tiempo, si la pandemia resiste y persiste, y decide estar más tiempo con nosotros. A cada momento que la desesperación intentaba apoderarse de mí, tenía muy presente en mi mente que el ser humano es fuerte y así tiene que ser frente a condiciones como éstas.
No tenemos derecho a rendirnos así fácilmente. La vida merece la pena. Merece la pena por nosotros mismos, por nuestras familias, por nuestros amigos, por la gente que no conocemos, por este mundo tan bonito que nos une aunque no lo cuidamos debidamente. ¿Será acaso esta pausa –forzada- que aplazó todo a nuevo orden desconocido, una oportunidad para una reconciliación incondicional con nuestro mundo, con nosotros mismos?
(Abderrahmane Belaaichi, Agadir, Marruecos, 11/06/2020)
Coincido con todo lo que dice: primero desinterés (el mal está muy lejos); luego incomprensión; después ambivalencia: creer o no creer en la pandemia; y llegó lo que nadie creía que iba a vivir alguna vez en la vida: el confinamiento (un encarcelamiento «sin proceso ni justicia»). En fin, fueron momentos de volver a considerar a sí mismo y a los que nos rodean. Es verdad, la pandemia fue algo horrible pero tuvo también sus lados positivos.
Gracias por su artículo, nos recuerda que la pandemia nos permitió volver a considerar y valorar lo que realmente poseemos.