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viernes, noviembre 22, 2024

La obra urbana de España en Tetuán en 1860-62: Un urbanismo militar, instrumento de dominio colonial

 

Rue20 Español/FEZ

 

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Mustafa Akalay Nasser

 

“La guerra de África de 1860-62 no ha sido estudiada de un modo amplio y ecuánime. Su bibliografía es copiosísima y variada; los principales episodios de la lucha y sus figuras más destacadas llegaron fácilmente al conocimiento, y a la exaltación popular, pero faltaron, no obstante, aportaciones importantes sobre aspectos generales o particulares, faltó el estudio serio y ponderado que permite obtener enseñanzas claras y justas”, (Tomás García Figueras: Recuerdos centenarios de una guerra romántica).

 

Tras la ocupación manu militari de Tetuán en 1860, todas las estructuras y dinámicas tradicionales del Marruecos precolonial quedaron profundamente alteradas. La colonización, con su panoplia de reformas (urbanas, culturales, administrativas, etc.), estuvo particularmente decidida a socavar los cimientos del carácter o ethos de la sociedad musulmana tetuaní al tiempo que depositaba en ellas estructuras materiales y mentales exógenas.

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tetuan en 1860 2

 

Manifestada a través de fenómenos específicos de desestructuración y reestructuración de los marcos espaciales; la conquista militar de Tetuán fue implementada por la violencia que marcó incansablemente el sacrificio de las formas urbanas autóctonas en el altar de una nueva era pretendida moderna.

 

La aplicación del principio de la tabula rasa y el disfraz de los edificios de la medina mediante fachadas de estilo ecléctico, por un lado, el ensanchamiento y rectificación de las calles con la creación de plazas, por otro lado, han verdaderamente correspondido a la apertura sistemática de la medina, a la violación de su estructura íntima en forma de útero, a la alineación de sus espacios, así como al establecimiento de símbolos de un nuevo discurso ideológico. A través de transformaciones radicales de espacios, una especie de inversión aplicada particularmente a su entorno memorístico, despojándolo al mismo tiempo de sus contenidos simbólicos, míticos y mágico-religiosos vistos como competidores de una nueva monumentalidad.

 

A través de la implementación de reglas de disociación y desorientación, esta transformación tendió así a separar a los nativos de sus estructuras identitarias con el objetivo previsto de su españolización. Según Charles Émile Yriarte seudónimo del marqués de nacionalidad francesa De villenier, corresponsal del “Monde Illustré”: “ Movidos por no sé qué entusiasmo y engañándose un poco sobre el objetivo de la guerra y sobre las verdaderas intenciones de la nación , o más bien del gobierno , las nuevas autoridades militares de Tetuán querían españolizar la ciudad ; se habían bautizado las calles , los monumentos , las mezquitas ; se había ido más lejos : se habían querido importar los usos nacionales y estaban cada día en nuevas imposibilidades , en contradicciones flagrantes, resultantes de un clima , de costumbres de religión , de lengua … se había, pues, cambiado la ciudad, demolido casas, prolongado calles, creado nuevos establecimientos: Es cierto que en el fondo de todo esto había la idea de conservar Tetuán para España; una población fija comenzaba a constituirse Allí”.

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Plano de Tetuan de 1860.

 

Las propiedades de dominio público (bienes Makhzen) fueron inmediatamente confiscadas y los bienes habús (bienes muertos) corrieron la misma suerte, casas y monumentos se transformaron en tiendas, en ambulancias, en parques militares, en polvorines o en cuarteles. Lo mismo ocurrió con los edificios de carácter religioso que fueron rehabilitados durante la primera etapa de la ocupación y transformados en depósitos, establecimientos militares o utilizados para el culto católico. Desde la toma de Tetuán en 1860, los ingenieros militares emprendieron unas reformas urbanas tales como: La instauración de la plaza, siendo esta una característica del urbanismo español, la implementación de un nomenclátor de las calles, el alargamiento de las calles y su alineación. La apertura de largas arterias a fin de facilitar la circulación y el desplazamiento de las tropas y su maquinaria, Dichas obras urbanas emprendidas por ingenieros militares, estaban motivadas por razones estratégicas y lógicas de control militar de la ciudad antigua, es un urbanismo vencedor nada protector mejor dicho un urbanismo militar.

 

Si nos remitimos a los textos árabes de la época, la apertura técnica de la medina procedió de un mecanismo percibido por el nativo como una introducción masiva de impurezas y sacrilegios en lugares donde la vanidad colonial del espectáculo ha sustituido ahora a prácticas y rituales colectivos islamizados. Atribuye En-Nassiri Eslaoui en su Kitab Elisticsá: “a la furia destructiva el derribo de casas y taladro de árboles que las autoridades españolas se vieron obligadas a hacer durante la ocupación de Tetuán, cuando unos y otras obedecieron meramente a razones militares o a motivos de ornato y salubridad, En otro párrafo relata el mismo autor multitud de hechos que da como ciertos, y que tienden a probar la falta de caridad de las fuerzas españolas y los malos tratos que dice infligieron a los musulmanes.”

 

La forma de la ciudad preexistente: un laberinto organizado producto de un urbanismo del signo, que incorporaba una larga memoria colectiva y remitía a un mito de los orígenes, fue mutilada por los dispositivos de representación y poder de la sociedad colonial que se presentaba como modelo a reverenciar. Reivindicando una misión “civilizadora”, impuso su propia memoria legitimadora, representada por un nuevo sistema de signos y emblemas, y proclamando valores e ideales “superiores” reiterados durante actos propagandísticos patrióticos y militares de conmemoración.

 

Foto del solar donde se ubicara el ensanche en 1860.

 

Así, siguiendo el ejemplo de Tetuán, las obras emprendidas en la medina se llevaron a cabo con el objetivo de domesticar el tejido «extranjero», sentido como amenazante a la cultura y la imagen urbana que los nuevos usuarios querían darse. Presentada desde hace mucho tiempo por las descripciones de los nuevos ocupantes como la ciudad «opaca» y «cerrada» por excelencia, sin orden ni seguridad, sin arte ni industria, sin aire ni luz, la medina tetuaní ha servido a la vez de argumento y de banco de pruebas para múltiples técnicas de teatralización de su forma laberíntica. La apertura forzada de la estructura de la ciudad es tanto más significativa cuanto que en Tetuán, por ejemplo, la ubicación de la Plaza de armas en el Feddan, llamada Plaza de España, que glorificaba y conmemoraba en cierto modo la fractura practicada que permitió la conquista de la ciudad. Su superposición a una configuración eminentemente sagrada del musulmán tetuaní corresponde claramente a la extroversión brutal de las formas de este última, al deseo de vaciarla de sus mitos y significados, para darle la vuelta como un guante. Es obvio, en efecto, que el carácter “claustrofóbico” de la ciudad precolonial–(ya que el nuevo usuario le cuesta orientarse en dicha medina)-se percibía entonces como una expresión concreta, sino de una inferioridad, de una menor regresión civilizatoria y de una alienación de una ideología considerada arcaica.

 

El espacio moderno no sólo se concibió a partir de entonces como un medio para realizar los nuevos objetivos asignados por el «interés nacional» (que en última instancia prevaleció sobre la «misión civilizadora»), sino que también se afirmó como el instrumento más eficaz de negación y rechazo de la población nativa. Las técnicas de producción de tal tipo de espacio euclidiano y disciplinario que constituía un saber hacer basado en la violencia ejercida sobre los ambientes, sirvieron luego para extirpar o mutilar la memoria colectiva del otro.

 

En este contexto, la plaza mayor instrumento urbanístico de dominio colonial aparecía como el lugar teatral por excelencia para el dominio del objeto técnico y su representación, la figura más lograda que representaba la idea de una civilización «superior» al mismo tiempo que el ideal de asimilación de nativos a las normas culturales y sociales dictadas por la metrópoli. Así, todavía en Tetuán, esta figura paradójicamente concentraba en un solo espacio el «dispositivo» para desmantelar las estructuras colectivas preexistentes y para reprimir/castigar la resistencia. Vemos, pues, la ciudad colonial como un discurso de ordenamiento y disimulo de la violencia, enmascarando la realidad del oriundo como víctima sacrificial, y un discurso del deseo de irracionalidad simbolizado por el otro (el musulmán, el oriental).

 

Foto de La Medina de Tetuan en 1860.

 

Pedro Antonio Alarcón y otros cronistas nos describen “una ciudad donde el dinero fluye a raudales y donde un barullo de nuevos ricos, principalmente israelitas, se codea con los hacendados locales, los generales, los políticos españoles y aventureros llegados de toda Europa. Frecuentan los lugares de moda y acuden a los espectáculos de opereta y de prestidigitación presentados en el teatro Isabel II, a las recepciones oficiales de Dar El Majzén y a las fiestas organizadas por los notables de la ciudad”. No hay semana o mes sin que abra sus puertas un nuevo negocio, un café, una pensión, un restaurante, una peluquería en el Tetuán de estos años, según las informaciones que se pueden leer en el periódico local El Noticiero de Tetuán vemos nacer la tienda de ultramarinos “del Sevillano”; los cafés de las Dos Mañanas, del Teatro, de Correos, de las Siete Puertas, del “Vapor”; el círculo militar; la “Fonda de Europa”; la peluquería de la plaza de España, etc.

 

“Todos estos nuevos establecimientos hacen aún más tangible la conquista definitiva de Tetuán puesto que los españoles, persuadidos por la insolvencia de Marruecos, esperan perdurar mucho tiempo en Tetuán donde ya estaba establecida una colonia española. Pero era sin contar con Inglaterra que había consentido un importante préstamo al Sultán a fin de satisfacer totalmente la deuda de guerra y recuperar de esta forma Tetuán. A los pocos meses de dejar los militares Tetuán, sus habitantes no consideraron que las mejoras introducidas por los españoles en la medina debían ser aceptadas por ellos y tan pronto las tropas abandonaron Tetuán cuidaron de borrar cualquier huella de la dominación española. Así la medina había sido barrida de toda innovación, hasta el punto de que hubiera sido difícil localizar el emplazamiento de las anchas arterias abiertas, que habían desaparecido totalmente bajo las reedificaciones que volvían a presentar las formas y el aspecto de la vieja ciudad. Tetuán volvía a ser la santa ciudad de los muslimes, sus mezquitas eran purificadas de las pasadas profanaciones y sus barrios y calles habían recobrado la antigua topografía”. (En-Nasiri Eslaoui en su Kitab Elisticsá.)

 

Mustafa Akalay Nasser es Director de la escuela superior de oficios de la arquitectura y edificación, UPF.

 

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