Rue20 español/ Mohammadia
Toufiq Slimani
¿Por qué la embajadora marroquí, Karima Benyaich, no ha regresado a Madrid desde el pasado 18 de mayo tras la crisis migratoria provocada por la entrada ilegal en España del líder del Frente Polisario, Brahim Gali? Se preguntó José María Triper, periodista económico, pidiendo explicaciones a su Gobierno en un artículo publicado por el diario Eleconomista, bajo título: “Marruecos o la amenaza fantasma” (09/12/2012).
Una pregunta lógica en plenas declaraciones oficiales españolas que dan por terminada la crisis diplomática desatada entre Marruecos y España por la entrada ilegal y bajo identidad falsa de Ibrahim Gali a España el pasado 18 de abril de 2021.
Entre la realidad de las relaciones hispano-marroquíes y los anhelos de una parte del Gobierno español hay un Estrecho. Más que el Estrecho que separa a ambos vecinos.
No es ningún secreto que el Gobierno de Coalición español liderado por el socialista, Pedro Sánchez, está dividido. Una parte del Partido Socialista en su nueva versión sanchista no oculta su apoyo al separatismo tanto en el Sáhara marroquí como en Cataluña.
El Partido de Podemos, la izquierda radical, la Izquierda Unida, los comunistas, la izquierda republicana catalana y los nacionalistas son pro Polisario.
Los amigos de Marruecos dentro de la Moncloa no pintan nada por el momento. La panda pro Polisario acecha tanto a los estrategas, las cabezas pensantes como a los promarroquíes. La ideología manda hoy en España más que la lógica, la razón y la realidad.
Después de un año del hielo diplomático y después de más de ocho meses de la crisis diplomática, es probable que Marruecos haya llegado a la conclusión de que no hay futuro con la España de Sánchez y Podemos.
Hoy Marruecos no aboga muchísimo por la Vecindad y la proximidad, sino por la confianza y la fiabilidad. Marruecos se ha convertido en una isla sitiado de enemigos más que amigos. Por lo tanto no tiene más remedio que buscar amigos lejos de la vecindad.
A veces unos vecinos lejanos podrían ser mejor que unos vecinos poco fiables. No estoy hablando de los pueblos, sino de los regímenes y los gobiernos. Por el momento, Marruecos tiene al régimen militar argelino al Este y España al Norte y una parte del Oeste. Rabat se está adaptando a la situación a su manera basándose en la diversificación de los socios.
José Manuel Albares, ministro de Exteriores español, acusado de ser un amigo de Marruecos (si por los dichos, sí, pero por los hecho, no creo) trata de devolver la confianza pedida a las relaciones bilaterales entre ambos reinos. Un intento sin ofertas ni ideas claras para construir una asociación sólida que impida que dentro de unos años estemos ante una situación similar o peor.
“Me felicito de que no haya ninguna crisis con Marruecos en estos momentos, pero no me conformo, quiero una relación a la altura del siglo XXI”, ha asegurado el ministro en su comparecencia en la comisión de Asuntos Exteriores del Senado esta semana.
El ministro español dijo que la crisis entre ambos países “ha quedado atrás”. La historia hispano-marroquí nos enseña que la crisis nunca ha sido parte del pasado, son cíclicas. Nunca se sabe cuándo salta la libre de la crisis. A veces donde menos se piensa, salta la liebre. Marruecos esperaba que saltase de Argelia, por sorpresa, saltó también desde España en una maniobra planificada entre Argel y Madrid.
Está más claro que el agua que la maniobra le salió rana a España. Argelia involucró al Gobierno español en un juego geopolítico que supera a los mismos generales argelinos. Estos últimos querían matar dos pájaros con un tiro: crear una crisis diplomática entre Marruecos y España, por una parte; y llevar a España al Eje del Mal (Rusia, Irán), por otra.
Madrid no supo interpretar el nuevo orden mundial y regional por el gran peso del Poder ideológico izquierdista y comunista. Hoy está muy claro que España está lejos de Marruecos, de Estados Unidos y de la misma Unión Europea.
El mismo nuevo Gobierno alemán liderado por los compañeros socialistas de Sánchez está dispuesto a trabajar con Marruecos. El Ministerio de Exteriores alemán ha dejado muy claro esta semana que es posible adoptar una postura más atrevida y clara acerca del conflicto del Sáhara como venía pidiendo Marruecos.
Marruecos ya no aboga por la vecindad sino por la confianza. En otras palabras, Rabat ya no apuesta por Madrid, y tampoco espera milagros del régimen argelino. La gira del ministro de Exteriores por la Europa Centra y Britania es un mensaje directo a España y Alemania.
Lo bueno es que Berlín lo ha entendido y tomó la iniciativa para no perder al actor más influyente y posicionado en la región del Magreb. El problema está en la España sanchista que sigue estando fuera de juego y fuera del nuevo orden geopolítico regional que se está formando.
“la proximidad ya no es un activo importante, lo que cuenta es la confianza y la fiabilidad de un socio”, expresó Nasser Bourita en la cadena de televisión húngara Hir Tv, sobre la primera reunión ministerial «V4 Marruecos» del Grupo de Visegrado, celebrada los días 6 y 7 de diciembre en Budapest.
En 2007 Marruecos llamó a consultas a su embajador marroquí en Madrid y actual consejero del Rey, Omar Azziman, para protestar por el anuncio de la visita de los Reyes de España a Ceuta y Melilla. Hace más de catorce años.
En 14 años muchas cosas han cambiado tanto en España como en Marruecos a nivel de política exterior. Rabat ganando muchas batallas diplomáticas gracias a su perspectiva pragmática. En la otra orilla, Madrid está en decadencia por dar prioridad a la ideología en detrimento de la pragmática.
Así, sin volver a la pragmática que rigió las líneas generales de la política exterior de los gobiernos de Zapatero y Rajoy resultaría difícil ver a la embajadora marroquí en Madrid. Si Madrid no siguió los pasos de EE.UU. Está obligada ahora a seguir los de Alemania y esperar…