Rue20 Español/Rabat
El contraste entre los retratos presidenciales oficiales de Donald Trump de 2017 y 2025 trasciende lo estético y está cargado de simbolismo. En 2017, Trump aparecía sonriente, proyectando una imagen de optimismo y confianza, enmarcada por un contexto político donde el énfasis estaba en «hacer que Estados Unidos volviera a ser grande». Aquella sonrisa buscaba conectar con una narrativa de renovación y prosperidad, destinada a calar en el imaginario colectivo estadounidense.
Sin embargo, en su retrato de 2025, la imagen del presidente es la de un hombre serio, ceñudo, con una mirada dura que parece desafiar al mundo. Este cambio no puede entenderse sin analizar los contextos políticos y geopolíticos que marcan el regreso de Trump a la Casa Blanca. Su semblante refleja una declaración de intenciones: un mensaje de firmeza, resolución y autoridad, destinado tanto a sus aliados como a sus adversarios, en un escenario internacional lleno de tensiones.
El contraste entre ambas imágenes es también un reflejo de cómo los líderes eligen proyectarse en función de sus circunstancias y prioridades. En 2017, Estados Unidos aún gozaba de una posición predominante en el mundo, mientras que en 2025, la nación enfrenta desafíos estratégicos más complejos, incluidos los intentos de potencias extranjeras de debilitar su influencia global.
Argelia debería tomar nota del cambio en la imagen y actitud de Trump, un mensaje claro hacia regímenes como el suyo que perpetúan tácticas de desestabilización y manipulación. En este contexto, el reciente mapa oficial de la CIA, que ratifica la marroquinidad del Sáhara, refuerza la postura de Estados Unidos hacia la integridad territorial de Marruecos y subraya la inutilidad de las estrategias argelinas. La firmeza y la determinación que Trump proyectará en su política norteafricana contrastan con el inmovilismo gerontocrático y la hostilidad crónica del régimen argelino, cuyas acciones desestabilizadoras quedan cada vez más expuestas y aisladas en el escenario internacional.
En definitiva, la nueva imagen de Trump, cargada de simbolismo, envía un mensaje contundente al mundo: en la arena internacional, la firmeza y la determinación han tomado el lugar de las sonrisas conciliadoras. Es el momento de decisiones claras para enfrentar a quienes recurren a la desestabilización y el caos como herramientas políticas. En este contexto, Marruecos continuará apostando por el desarrollo y la estabilidad, reafirmando una visión de futuro que pone en evidencia los métodos obsoletos y hostiles de sus adversarios.