Rue20 Español/Rabat
En un rincón del desierto magrebí, se yergue un régimen militar atrapado en el tiempo, con generales que han logrado lo impensable: convertir la gerontocracia en un modo de vida y la hostilidad en una virtud de Estado. Mientras los mauritanos celebran la visita de su presidente a Marruecos con palabras como «estás bajo la protección de los grandes», el régimen argelino no hace más que retorcerse en su obsesión enfermiza por sabotear todo lo que huela a unidad magrebí.
¿A qué se debe este tic nervioso permanente? Quizás sea el síndrome de la irrelevancia: mientras Marruecos y Mauritania estrechan lazos históricos y proyectan un futuro prometedor, Argelia, aferrada a su envejecida narrativa, solo atina a mover fichas en su ajedrez de derrotas diplomáticas. La comunidad internacional ya no compra la retórica del «derecho de los pueblos a la autodeterminación» cuando detrás de ella se oculta un descarado interés por mantener una marioneta como el Polisario para justificar su propio fracaso como potencia regional.
La frase «»Hoy estás bajo la protección de los grandes, junto a los grandes y entre los hermanos grandes que no traicionan ni apuñalan por la espalda” representa un elogio a Marruecos, pero sobre todo un diagnóstico brutal para Argelia: su incapacidad para posicionarse como un actor confiable y respetado. Mientras Marruecos ofrece puentes, rutas y desarrollo conjunto, Argelia solo ofrece contratos comerciales y la promesa de enojarse si Mauritania osa acercarse demasiado a Rabat. ¡Vaya oferta irresistible!
El pueblo mauritano, pragmático y con memoria histórica, no necesita que le expliquen dónde está el camino. Sus tribus y su historia saben bien que la hermandad con Marruecos no es un capricho reciente, sino un tejido ancestral que resiste cualquier intento de deshilacharlo. Y mientras tanto, los generales argelinos, que cada vez se parecen más a personajes sacados de un mal culebrón político, continúan con sus berrinches diplomáticos, incapaces de asimilar que su narrativa de «gran potencia» ya no engaña ni al más despistado.
Mauritania se ha dado cuenta de que la verdadera grandeza no se mide en toneladas de gas o petróleo, sino en la capacidad de construir relaciones sólidas y fiables. Argelia seguirá atrapada en su ciclo infinito de hostilidad y aislamiento, gritando en el desierto mientras el Magreb avanza sin ella.