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lunes, diciembre 16, 2024

Cuando hasta Burundi dice ‘no’

 

Rue20 Español/Rabat

Ahmed Attaf, ministro de Exteriores argelino, es un hombre incansable. A pesar de que las evidencias le gritan ¡detente!, él sigue adelante, llevando su maletín lleno de «diplomacia» (y quizá otras cosas más tangibles) a rincones insospechados del planeta. Esta vez, su peregrinaje lo llevó a Burundi, con un objetivo tan claro como imposible: convencer a este país de cerrar su consulado en Al Aaiún. Una misión diplomática que, como era previsible, terminó en otro sonoro fracaso.

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Al parecer, Attaf olvidó que Burundi no es de esos países que se dejan intimidar fácilmente. Su consulado en Al Aaiún representa no solo un acto de soberanía, sino también una declaración de apoyo a Marruecos y a su integridad territorial. Intentar revertir esa decisión con discursos rimbombantes y técnicas de persuasiones trasnochadas demuestra que el «poder blando» argelino se encuentra tan desinflado como su credibilidad en la escena internacional.

Es curioso ver a la diplomacia argelina reciclar estrategias que solo funcionan en los círculos cerrados de sus propios aliados más fieles, como ciertos países que disfrutan de su generosidad financiera sin comprometerse demasiado. En contraste, la diplomacia marroquí, basada en el respeto mutuo y argumentos históricos, sigue acumulando victorias discretas pero contundentes.

El episodio de Burundi subraya una realidad más amplia: el aislamiento creciente de Argelia en los foros internacionales. Al tiempo que Marruecos recibe un respaldo cada vez más amplio de la comunidad internacional, los dirigentes argelinos parecen estar atrapados en un bucle de frustración que les lleva a cometer errores diplomáticos dignos de vodevil político.

Pero no todo está perdido para Ahmed Attaf. Al regresar a Argel, podría considerar abrir un taller sobre «Cómo fracasar con estilo en diplomacia internacional». Seguramente tendría una buena acogida entre sus colegas que comparten su visión retrógrada del mundo.

Por su parte, Marruecos a lo suyo: seguir consolidando sus posiciones en el Sahara con hechos y no con fanfarronerías. Porque en diplomacia, como en la vida, quien lleva la razón no necesita gritar.

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