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Fikri SOUSSAN
El reciente «Libro Blanco» sobre los retos y aspiraciones de los marroquíes en el extranjero analiza con detenimiento la situación de esta diáspora, que se posiciona como un puente estratégico entre Marruecos y el mundo. Este documento, fruto de un esfuerzo colaborativo entre expertos, activistas y representantes de comunidades marroquíes en distintas regiones del planeta, aborda la complejidad de mantener el equilibrio entre las raíces culturales y las demandas de integración en sociedades diversas. Además, subraya la importancia de una relación más sólida y activa entre la diáspora y su tierra de origen.
El «Libro Blanco» no se limita a describir los problemas que enfrenta la diáspora. Ofrece una perspectiva orientada hacia el futuro, con propuestas que buscan reforzar los vínculos afectivos, culturales y económicos entre los emigrantes y Marruecos. Este planteamiento parte del reconocimiento de la diáspora como un componente esencial de la identidad nacional, un recurso invaluable para el desarrollo del país y un actor clave en la proyección internacional del Reino. Sin embargo, también deja claro que esta conexión requiere esfuerzos concertados entre el Estado, la sociedad civil y los propios emigrantes.
Una diáspora vibrante pero fragmentada
El «Libro Blanco» destaca el inmenso valor que los marroquíes en el extranjero aportan al Reino. Representan una diversidad cultural y social que conecta a Marruecos con múltiples contextos mundiales. La diáspora es una extensión viva de la nación, capaz de fortalecer lazos culturales, económicos y diplomáticos con los países donde reside. Además, actúa como un motor de ideas, talentos y recursos con un enorme potencial para contribuir al desarrollo del país.
Sin embargo, este panorama se enfrenta a grandes desafíos. Las diferencias culturales entre generaciones dificultan la transmisión de valores y la preservación de la identidad nacional. Las segundas y terceras generaciones, nacidas en el extranjero, experimentan a menudo una desconexión con Marruecos. A esto se suman las dificultades administrativas, que entorpecen tanto los trámites básicos como la participación activa de la diáspora en las iniciativas nacionales. Estas barreras generan una percepción de distancia entre la comunidad marroquí en el extranjero y las instituciones del Reino.
El desafío radica en convertir estas dificultades en oportunidades. Marruecos puede aprovechar el potencial de la diáspora mediante políticas inclusivas que promuevan su participación, reduzcan los obstáculos burocráticos y creen plataformas que fortalezcan los vínculos entre los emigrantes y las instituciones del país. Esto beneficiaría grandemente a los ciudadanos en el extranjero y al propio desarrollo nacional.
La clave está en consolidar una red cohesionada que integre a los marroquíes en el extranjero como socios estratégicos. Este esfuerzo requiere acciones concretas y una visión de largo plazo que valore las contribuciones de la diáspora y las incorpore al proyecto de nación. Marruecos tiene la oportunidad de reforzar estos lazos y construir un futuro donde sus ciudadanos del mundo desempeñen un papel activo y decisivo.
Identidad y pertenencia: retos intergeneracionales
El «Libro Blanco» aborda con especial atención la cuestión de la identidad, un tema crucial para los marroquíes en el extranjero. Las segundas y terceras generaciones, nacidas y criadas en contextos culturales distintos, enfrentan un desafío constante para mantener su vínculo con Marruecos. Este reto se manifiesta de manera más visible en la desconexión cultural y lingüística. La pérdida del árabe y el amazigh, idiomas profundamente enraizados en la identidad nacional, es una de las preocupaciones más destacadas. La lengua, como vehículo de memoria y sentido de pertenencia, actúa como un puente que une a estas generaciones con sus raíces.
La distancia cultural y lingüística no es simplemente una cuestión de adaptación al país de acogida. Refleja una desconexión más profunda con las tradiciones y valores marroquíes, lo que plantea preguntas urgentes sobre el futuro de esta identidad compartida. La falta de acceso a programas educativos que promuevan estas lenguas, junto con la limitada oferta cultural que conecte a los jóvenes con Marruecos, exacerba el problema.
Fortalecer estos lazos requiere una estrategia ambiciosa que trascienda las soluciones convencionales. Es fundamental implementar programas educativos y culturales adaptados a las realidades de la diáspora, diseñados para jóvenes que crecen en entornos multiculturales. Esto incluye el desarrollo de materiales pedagógicos innovadores y accesibles, así como la creación de espacios de encuentro que celebren la diversidad cultural de Marruecos.
Además, renovar la narrativa nacional es clave. Marruecos debe presentarse como un país inclusivo, no solo en términos de política, sino como un espacio en el que las generaciones jóvenes de la diáspora puedan proyectar su identidad de forma auténtica y moderna. Esta narrativa debe subrayar que la diversidad dentro de la unidad además de ser una debilidad, es también una fortaleza que enriquece tanto a la diáspora como al país.
El reto es preservar la identidad y hacerla evolucionar y adaptarla a los tiempos actuales, para que siga siendo un faro que guíe a las nuevas generaciones. Esta es una tarea conjunta que implica a las instituciones marroquíes, a la diáspora y a las familias que transmiten estos valores desde su vida cotidiana. Marruecos tiene ante sí la oportunidad de construir un puente sólido entre su pasado y su futuro, y la identidad de su diáspora es la clave para lograrlo.
El papel del Estado: más allá de la gestión burocrática
El «Libro Blanco» subraya la importancia del rol del Estado en la vida de los marroquíes residentes en el extranjero. En su análisis, denuncia las trabas burocráticas que dificultan el acceso a derechos básicos y la participación activa de la diáspora en los asuntos nacionales. Estas barreras generan frustración y desincentivan el fortalecimiento de los vínculos con Marruecos.
El documento insiste en la necesidad de adoptar un enfoque más humano y eficiente en la administración. Simplificar los trámites y adaptar las políticas a las realidades de la diáspora son pasos imprescindibles. Sin embargo, este cambio va más allá de la mecánica administrativa. Requiere un sistema que comprenda las circunstancias particulares de cada ciudadano, incluyendo situaciones de vulnerabilidad como la precariedad económica o el aislamiento social. Esto implica una administración que escuche, se anticipe y actúe con sensibilidad.
El reto para el Estado está en transformar su relación con la diáspora de una dinámica de resolución de problemas aislados a un modelo proactivo y estratégico. Esto significa diseñar políticas inclusivas que respondan a las demandas inmediatas y al mismo tiempo construyan una visión de futuro compartida entre los marroquíes dentro y fuera del país. Una administración que valore a su diáspora debe dejar de percibirla como un desafío logístico y comenzar a considerarla un aliado estratégico para el desarrollo y la proyección internacional de Marruecos.
El éxito de esta transformación depende de la voluntad política y de la capacidad de las instituciones para adaptarse a una ciudadanía global. Marruecos tiene la oportunidad de liderar un modelo que integre a sus ciudadanos en el extranjero como socios en la construcción de su futuro, superando la visión limitada de los marroquíes en la diáspora como simples receptores de servicios. La pregunta no es si el cambio es necesario, sino si se hará con la urgencia y profundidad que los tiempos demandan.
¿Qué está en juego?
El «Libro Blanco» aborda con claridad los desafíos y las aspiraciones de un Marruecos que reconoce y valora a todos sus ciudadanos, estén donde estén. Esta visión se alinea con la estrategia liderada por Su Majestad el Rey Mohamed VI, quien ha subrayado reiteradamente la importancia de fortalecer los vínculos entre el Reino y su diáspora. Bajo su dirección, Marruecos ha adoptado una política de apertura y modernización que busca integrar a los marroquíes en el extranjero como parte esencial del tejido nacional.
La implementación de esta visión exige compromiso y acción conjunta. Las instituciones deben reflejar el espíritu de apertura y adaptarse a las realidades y necesidades de la diáspora, siguiendo las directrices reales. La sociedad marroquí tiene la responsabilidad de valorar y celebrar la diversidad que esta comunidad representa. Por su parte, los marroquíes en el extranjero enfrentan el reto de reforzar su conexión con el Reino y mantener vivos sus lazos culturales.
Este documento no se limita a señalar problemas; es un llamamiento que refleja el espíritu del proyecto de Su Majestad, orientado hacia un Marruecos inclusivo y dinámico. Se necesita una administración receptiva, una sociedad inclusiva y una diáspora comprometida, para que esta conexión se convierta en un pilar estratégico del desarrollo nacional y de la proyección internacional del país.
El desafío es grande, pero Marruecos, bajo el liderazgo del Rey, ha demostrado su capacidad para superar barreras y avanzar con unidad. Este es el momento de reafirmar el legado de resiliencia que define a Marruecos y de construir una narrativa en la que la diáspora se consolide como un puente vivo que fortalezca tanto la identidad común como el desarrollo colectivo. La cuestión no está en si es posible lograrlo, sino en nuestra determinación para honrar esta visión real y convertirla en un futuro compartido, guiados por el liderazgo firme y visionario de Su Majestad el Rey Mohamed VI.