Rue20 Español/Alhucemas
Fikri SOUSSAN
Cada 18 de noviembre, Marruecos celebra con orgullo el Día de la Independencia, una fecha que simboliza no solo la victoria contra el colonialismo, sino también la unión indisoluble entre el Trono y el Pueblo. Este día, que evoca sacrificios, valentía y resistencia, trasciende la historia para convertirse en un vínculo que conecta generaciones pasadas y presentes en la búsqueda compartida de libertad y dignidad.
Durante los años oscuros de la ocupación, el espíritu colectivo de los marroquíes brilló con intensidad. Las plazas de los pueblos se transformaron en espacios donde se alimentaba la esperanza y la resistencia, incluso bajo la sombra del exilio de Su Majestad el Rey Mohamed V. La lucha no se limitó al terreno político, sino que adquirió una dimensión profundamente personal. Cada hogar, con pequeños gestos cargados de simbolismo —una palabra susurrada, una bandera escondida, un mensaje clandestino—, contribuyó a mantener viva la llama de la resistencia.
Lo que hace única a nuestra independencia es la combinación de acción armada y movilización social pacífica. Desde las montañas del Rif hasta los mercados de Marrakech, la lucha unió a personas de todos los rincones del país. No fueron héroes de leyenda, sino ciudadanos comunes movidos por un profundo amor a su tierra y a su Soberano. Esta unión fue el motor que permitió a Marruecos recuperar su soberanía y preservar su identidad.
En este aniversario, es esencial reflexionar sobre las enseñanzas de aquella generación. ¿Qué significa hoy ser herederos de ese sacrificio? En un mundo donde el individualismo amenaza con fragmentar el tejido social, el Día de la Independencia nos recuerda que somos parte de algo más grande: una historia compartida que exige unidad, solidaridad y compromiso con el bien común. La independencia no fue solo la liberación de un yugo extranjero, sino un renacer de nuestra identidad, cultura y valores.
El legado de esta lucha continúa vivo. Como expresó SM el Rey Mohamed V: «Hemos pasado de la batalla del pequeño yihad a la del gran yihad». Estas palabras, profundamente arraigadas en nuestra memoria nacional, nos impulsan a seguir construyendo un Marruecos moderno, próspero y justo. Hoy, bajo el liderazgo visionario de SM el Rey Mohamed VI, ese «gran yihad» se traduce en esfuerzos por el desarrollo humano, la educación y la justicia social, aspirando a garantizar un futuro mejor para todos los marroquíes.
El 18 de noviembre no es solo una fecha conmemorativa; es una llamada a mirar atrás con gratitud y hacia adelante con responsabilidad. Al recorrer las calles decoradas con banderas y escuchar los himnos que resuenan en plazas y escuelas, se reafirma que este día no solo celebra nuestra historia, sino también nuestra esencia como pueblo: uno que encuentra fuerza en la unidad, incluso en la diversidad.
Hoy, al evocar aquellos días de lucha y las victorias que emergieron de ellos, sentimos una profunda gratitud por formar parte de un país donde la resistencia, la dignidad y el espíritu colectivo son pilares de nuestra identidad. Honremos ese legado no solo con palabras, sino con acciones que aseguren que las generaciones futuras sientan el mismo orgullo que hoy nos llena el corazón.
