Rue20 Español/Rabat
La visita de Emmanuel Macron a Marruecos marca una redefinición diplomática con implicaciones profundas en la dinámica del Magreb. Tras el respaldo de Francia al plan de autonomía para el Sahara, se percibe un alineamiento claro hacia Rabat, que consolida a Marruecos como líder en estabilidad y desarrollo en África del Norte. Este cambio diplomático de Francia hacia Marruecos representa una declaración contundente en una región donde Argelia, al apostar obstinadamente por el respaldo al Frente Polisario, ha convertido el conflicto saharaui en un eje central de su política exterior, contribuyendo a la desestabilización del Magreb. La postura argelina, contraria a cualquier enfoque constructivo y enajenada de las tendencias internacionales, busca mantener una narrativa obsoleta y evitar cualquier avance que favorezca una resolución definitiva. En contraste, el apoyo de Macron al plan de autonomía marroquí fortalece la percepción de que el desarrollo y la paz en la región solo serán posibles a través de acuerdos realistas y viables.
En el plano económico, esta visita también tiene un matiz de aprendizaje y de apertura hacia la experiencia marroquí, que ha logrado crear sectores económicos dinámicos y sostenibles. El crecimiento industrial de Marruecos en la última década, junto con sus ambiciosos proyectos de infraestructura como el puerto de Tánger Med y la planta solar Noor, han posicionado al país como un modelo de desarrollo en África y un socio indispensable para Europa. Para Francia, Marruecos es más que un socio tradicional: es una puerta de entrada a África subsahariana y un nodo crucial para la transición energética en el continente. La posible firma de acuerdos en sectores estratégicos, como la educación y la energía, podría fortalecer esta relación y subrayar la importancia de Marruecos como un punto de conexión entre Europa y África.
Macron también debe entender que el enfoque de Marruecos, bajo el liderazgo de SM el Rey Mohamed VI, se basa en una visión estratégica y de largo plazo. Esta relación franco-marroquí requiere, por tanto, una atención renovada y respetuosa hacia el modelo de desarrollo marroquí, que combina tradición e innovación. En un contexto de cambios globales y desafíos regionales, Francia tiene mucho que ganar en esta asociación, pero el éxito dependerá de su capacidad para aceptar a Marruecos como un socio igualitario y a su modelo de desarrollo como un ejemplo de resiliencia y progreso en el contexto africano. Esta visita de Macron a Rabat simboliza un nuevo horizonte para las relaciones franco-marroquíes, con el potencial de marcar una era de cooperación auténtica y estratégica que mire hacia un futuro compartido en el Magreb y más allá.