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viernes, noviembre 22, 2024

De Bastión del Polisario a Socio Estratégico: La Diplomacia Marroquí en América Latina

 

Rue20 Español/Rabat

Por *Fikri SOUSSAN

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La evolución de la política exterior de Marruecos en América Latina representa un testimonio del ingenio y la determinación diplomática bajo el liderazgo de SM el Rey Mohamed VI. Durante años, esta región fue un bastión para las narrativas del Polisario, impulsadas por décadas de desinformación y un fuerte arraigo ideológico. Sin embargo, la marea ha comenzado a cambiar, y Marruecos ha logrado avances notables en este complejo escenario.

La diplomacia marroquí ha demostrado una capacidad admirable para adaptarse a las particularidades de cada país en América Latina. Ha sido una labor ardua, pero efectiva, que ha permitido a Marruecos forjar relaciones estratégicas con países clave como Brasil, Argentina y Chile. Estos países, cada uno con su propio contexto político y económico, han reconocido la viabilidad y el pragmatismo del Plan de Autonomía para el Sáhara, impulsada por Marruecos como una solución justa y duradera al conflicto.

Este éxito no es casualidad; es el resultado de una diplomacia persistente y multifacética que ha sabido combinar la defensa de los intereses nacionales con una oferta de cooperación en áreas clave como el comercio, la inversión y la seguridad. Marruecos ha sabido presentarse no solo como un socio fiable, sino también como un puente entre América Latina y África, una región con la que muchos países latinoamericanos buscan estrechar lazos.

Sin embargo, el camino hacia este éxito ha estado lleno de desafíos, especialmente en países como México, Paraguay, Colombia y Uruguay, que, aunque mantienen buenas relaciones con Marruecos, continúan reconociendo a la entidad separatista del Polisario. Este reconocimiento, enraizado en antiguas alianzas y marcos ideológicos que ya no se corresponden con la realidad actual, sigue siendo un obstáculo significativo en la consolidación de la marroquinidad del Sáhara a nivel internacional.

México, con su tradición de apoyo a las causas de “autodeterminación”, ha mantenido una postura rígida respecto al reconocimiento de la autoproclamada RASD, un ente inexistente para el derecho internacional. No obstante, la creciente cooperación en sectores estratégicos ofrece una oportunidad para que Marruecos refuerce su influencia y promueva un cambio en esta posición. Es necesario que la diplomacia marroquí continúe trabajando para demostrar a México los beneficios de una asociación más cercana, basada en el reconocimiento de la integridad territorial de Marruecos.

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En Paraguay, la situación es similar, aunque la apertura hacia un mayor intercambio económico y cultural ha mostrado señales de que la posición de este país podría ser susceptible de cambio. Marruecos debe continuar su labor diplomática para persuadir a Paraguay de los méritos de la propuesta de autonomía para el Sáhara, y de cómo este enfoque puede beneficiar a ambas naciones.

Colombia, por su parte, ha experimentado fluctuaciones en su postura hacia el Sáhara. La reciente inclinación hacia el Polisario bajo la administración de Gustavo Petro subraya la necesidad de que Marruecos mantenga una diplomacia activa y adaptable, preparada para aprovechar cualquier cambio político futuro que pueda abrir nuevas oportunidades para fortalecer los lazos bilaterales.

En Uruguay, la situación es igualmente compleja. A pesar de su reconocimiento de la autoproclamada RASD, Uruguay ha mostrado interés en mantener relaciones cordiales con Marruecos. Aquí, la estrategia debe centrarse en aumentar la cooperación en áreas donde ambas naciones pueden beneficiarse mutuamente, y utilizar estos lazos como una base para cuestionar y, eventualmente, cambiar la postura uruguaya respecto al conflicto del Sáhara.

En este contexto, el Mercosur se presenta como una plataforma vital para el avance de los intereses marroquíes en la región. Este bloque económico, liderado por Brasil y Argentina, representa una oportunidad significativa para Marruecos de no solo expandir sus relaciones comerciales, sino también de afianzar su influencia política en América Latina. Un acuerdo de libre comercio con el Mercosur no solo abriría mercados para los productos marroquíes, sino que también consolidaría la posición de Marruecos como un socio clave en la región, capaz de mediar y colaborar en temas de interés común.

El Salvador es un ejemplo reciente del éxito diplomático marroquí en la región. Bajo el liderazgo del presidente Nayib Bukele, El Salvador ha reconsiderado su posición, retirando su reconocimiento a la autoproclamada RASD y buscando fortalecer las relaciones bilaterales con Marruecos. Este cambio refleja el impacto positivo que puede tener una diplomacia bien dirigida, capaz de revertir posturas históricas desfavorables.

Por otro lado, Argentina y Perú han sido receptores directos de la influencia positiva de la visita histórica de SM el Rey Mohamed VI en 2004. Esta visita no solo cimentó las relaciones diplomáticas con estos países, sino que también abrió la puerta a una cooperación más profunda en sectores clave. Aunque Perú ha experimentado inestabilidad política, la base sólida establecida durante la visita real ha permitido a Marruecos mantener una presencia significativa en su política exterior.

Sin embargo, Venezuela y Cuba siguen siendo retos importantes. Estos países, atrapados en una lógica ideológica de la Guerra Fría, continúan apoyando al Polisario. En Venezuela, el régimen de Maduro mantiene su respaldo al separatismo, alineándose con Argelia en un discurso antiimperialista que ya no refleja las realidades del siglo XXI. En Cuba, el apoyo al Polisario está profundamente arraigado en su política exterior histórica, lo que presenta un desafío persistente para la diplomacia marroquí.

El futuro de las relaciones entre Marruecos y América Latina es prometedor, pero requiere una estrategia constante y bien articulada. La tarea no es solo mantener los avances logrados, sino también convertir a los países aún escépticos en socios confiables y aliados en la causa de la marroquinidad del Sáhara. Con una diplomacia inteligente y proactiva, Marruecos está bien posicionado para no solo defender sus derechos, sino también para liderar un nuevo capítulo en sus relaciones con América Latina, basado en el respeto mutuo y la colaboración fructífera.

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Al final, el éxito de Marruecos en América Latina dependerá en gran medida de su capacidad para adaptar su diplomacia a las realidades políticas, económicas y culturales de cada país en la región. Esta adaptación no es una tarea sencilla, ya que cada nación presenta un conjunto único de desafíos y oportunidades que requieren una comprensión profunda de su contexto interno y de sus relaciones exteriores.

Por un lado, Marruecos debe continuar abordando los desafíos ideológicos que persisten en algunos países de la región. En naciones como Venezuela y Cuba, donde las posturas ideológicas aún están fuertemente influenciadas por la historia de la Guerra Fría y por narrativas de lucha antiimperialista, Marruecos enfrenta una batalla cuesta arriba para cambiar percepciones profundamente arraigadas. Estos países, aunque minoritarios en el contexto regional, tienen una influencia significativa debido a su activismo en foros internacionales y su capacidad para movilizar apoyo en favor del Polisario. Para superar estos desafíos, la diplomacia marroquí debe ser paciente, persistente y estratégica, buscando maneras de involucrar a estos países en un diálogo constructivo que pueda, con el tiempo, erosionar sus posturas intransigentes.

Por otro lado, aprovechar las oportunidades que se presenten será crucial para el éxito continuo de Marruecos en la región. Las relaciones con países como Brasil, Argentina y Perú, que han mostrado una apertura significativa hacia Marruecos, deben ser fortalecidas mediante la profundización de los lazos económicos, culturales y políticos. La participación activa en bloques económicos como el Mercosur no solo debe ser vista como una oportunidad para expandir el comercio, sino también como una plataforma para influir en las políticas regionales en favor de la marroquinidad del Sáhara.

El enfoque bilateral también es esencial. Marruecos debe tratar a cada país como un actor independiente con sus propios intereses y dinámicas internas. Esto implica desarrollar estrategias diplomáticas que no solo respondan a los desafíos actuales, sino que también anticipen cambios políticos y económicos futuros. Por ejemplo, en países como Colombia, donde la política puede cambiar rápidamente, Marruecos debe estar preparado para adaptarse a nuevas administraciones que podrían ser más receptivas a su causa. En México, donde las tradiciones de política exterior han sido un desafío, la diplomacia debe centrarse en la construcción de relaciones a largo plazo que puedan suavizar gradualmente la posición del país sobre el Sáhara.

Además, Marruecos debe involucrar a actores no gubernamentales en su estrategia diplomática. El papel de la diplomacia paralela, a través de intercambios culturales, académicos y empresariales, es fundamental para construir un apoyo más amplio y profundo en la sociedad civil de estos países. La influencia de líderes de opinión, académicos y empresarios puede ser decisiva para cambiar las percepciones y fortalecer el apoyo a la posición marroquí.

La innovación diplomática será otro factor determinante. Marruecos ha demostrado ser capaz de innovar en su diplomacia, ya sea mediante la diversificación de sus alianzas o la utilización de nuevas herramientas de comunicación y diplomacia pública. En un mundo donde las relaciones internacionales son cada vez más complejas y multifacéticas, la capacidad de Marruecos para mantenerse a la vanguardia en estas áreas le permitirá no solo defender con eficacia sus intereses, sino también proyectar una imagen de estabilidad y liderazgo en América Latina.

Finalmente, la consolidación del apoyo a la marroquinidad del Sáhara en América Latina no debe ser vista como un fin en sí mismo, sino como parte de una estrategia más amplia de fortalecimiento de la posición global de Marruecos. A medida que el Reino continúe su camino hacia el desarrollo y la modernización, el respaldo de América Latina no solo servirá para legitimar su causa en foros internacionales, sino que también contribuirá a la construcción de un orden mundial más equilibrado, en el que Marruecos juegue un papel destacado como puente entre África, Europa y América Latina.

El futuro de las relaciones entre Marruecos y América Latina es prometedor, pero requiere una estrategia integral que no se limite a la diplomacia oficial. Es crucial que todos los sectores involucrados, desde youtubers e influencers hasta ONGs, sociedad civil, parlamentarios y académicos, se unan para educar, sobre todo, a los jóvenes latinoamericanos, quienes son el futuro pero que en su mayoría desconocen la verdadera historia del Sáhara marroquí. La diversificación de los canales de comunicación y la utilización de plataformas modernas pueden ayudar a contrarrestar la desinformación y fomentar un entendimiento más profundo y matizado del conflicto. Solo a través de un enfoque multidimensional y coordinado se podrá construir un apoyo sólido y duradero para la posición de Marruecos en la región.

Al final, el éxito de Marruecos en América Latina dependerá de una combinación de perseverancia, adaptación estratégica y aprovechamiento de oportunidades. Es un desafío complejo, pero con el liderazgo visionario de SM el Rey Mohamed VI y la continua innovación en su política exterior, Marruecos está bien posicionado para consolidar su posición en la región y asegurar que la marroquinidad del Sáhara sea reconocida y apoyada por un número creciente de naciones latinoamericanas, contribuyendo así a la estabilidad y prosperidad tanto de Marruecos como de América Latina.

*Fikri SOUSSAN, profesor en el departamento de Estudios Hispánicos de Fez

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