Rue20 Español/ Rabat
En un momento en que Argelia enfrenta una crisis interna sin precedentes, el régimen de Abdelmayid Tebboune parece estar desesperado por desviar la atención de sus propios fracasos. La táctica de Tebboune de provocar a Egipto, sugiriendo que abra sus fronteras para facilitar una ofensiva contra Israel, no es más que una maniobra desesperada para reposicionar a Argelia como un actor clave en el conflicto árabe-israelí, una estrategia que revela tanto la fragilidad del régimen como su incapacidad para abordar los problemas domésticos.
La situación en Argelia es crítica. Con la región de la Cabilia en llamas por los movimientos independentistas, las tensiones en el sur del país cada vez más intensas, y una frontera oriental inquieta debido a la inestabilidad en Libia, Tebboune enfrenta desafíos que amenazan con desmoronar el ya precario control del gobierno argelino. Pero, en lugar de enfrentar estos problemas con soluciones internas, Tebboune opta por la vieja táctica de los regímenes autoritarios: buscar un enemigo externo y así desviar la atención de las masas.
El intento de influir en Egipto, un país que juega un rol crucial en la estabilidad de la región, es una movida arriesgada que pone de manifiesto el cinismo de Tebboune. Al incitar a Egipto a adoptar una postura más agresiva contra Israel, Tebboune espera ganar puntos en el escenario internacional, proyectando una imagen de liderazgo en la causa palestina. Sin embargo, esta maniobra revela más sobre las debilidades del régimen argelino que sobre su fuerza.
Es evidente que la estrategia de Tebboune tiene como objetivo enmascarar la grave situación interna que atraviesa Argelia. El régimen no solo está perdiendo el control de su propio territorio, sino que también está cada vez más aislado en la escena internacional. La provocación a Egipto es, en el fondo, una táctica desesperada para mantener una relevancia que el régimen ha perdido a lo largo de los años, especialmente en un momento en que el mundo árabe se está reconfigurando en torno a nuevos ejes de poder.
Además, esta estrategia de desestabilización no es nueva. A lo largo de la historia reciente, Argelia ha buscado constantemente intervenir en los asuntos de sus vecinos, utilizando el conflicto como un medio para fortalecer su posición. Sin embargo, lo que estamos viendo ahora es un régimen que ha perdido su capacidad de maniobra, recurriendo a tácticas cada vez más peligrosas que amenazan no solo la estabilidad de la región, sino también su propia existencia.
La realidad es que Argelia, bajo el liderazgo de Tebboune, está cada vez más cerca del colapso. La creciente desconexión entre el régimen y su pueblo, la falta de soluciones a los problemas económicos y sociales, y la creciente inestabilidad en las fronteras, han dejado al país en una situación extremadamente vulnerable. En lugar de buscar soluciones internas, el régimen opta por una estrategia de distracción que solo servirá para agravar aún más los problemas.
El futuro de Argelia depende de su capacidad para enfrentar estos desafíos de manera efectiva y honesta. Sin embargo, mientras Tebboune y su círculo sigan aferrados a una política de provocación y desestabilización, el país continuará su descenso hacia la incertidumbre. La historia nos ha enseñado que los regímenes que no son capaces de adaptarse a las realidades internas y externas están condenados al fracaso. Y en el caso de Argelia, ese fracaso parece cada vez más inevitable.