Rue20 Español/ Rabat
En Argelia, el régimen gerontocrático militar se encuentra, una vez más, atrapado en su propia trampa de hipocresía y desesperación. Mientras el mundo observa, el gobierno argelino ha decidido elevar el decibelio de sus amenazas contra Francia por el apoyo al plan de autonomía del Sáhara bajo la soberanía marroquí, utilizando un tono tan dramático que parece sacado de algún bodrio de película lacrimógena de baja estofa.
El comunicado, emitido por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argelia bajo el sello de Ahmed Attaf, jefe de la diplomacia argelina, es un verdadero espectáculo de amenazas vacías y retórica inflamatoria. Argelia, que pretende no ser parte del conflicto del Sáhara, no pudo resistir la tentación de subirse al tejado y gritar al mundo su frustración ante la inevitable decisión de Francia de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara. ¡Qué sorpresa!
Es irónico cómo el régimen argelino, que se jacta de su «neutralidad» en foros internacionales, no pudo mantenerse quietecito ante esta noticia. En lugar de encajar en silencio el nuevo giro de la política francesa, Argelia ha optado por la diplomacia del berrinche, rasgándose las vestiduras y elevando el tono de sus amenazas a un nivel casi cómico. ¿Acaso espera alguien que estas amenazas surtan algún efecto real?
La desesperación de Argelia es comprensible. Después de todo, el régimen militar argelino, dueño del diktat y maestro de la intimidación, ha estado intentando en vano forzar a España a cambiar su postura sobre el Sáhara desde junio de 2022. Suspendieron relaciones, amenazaron con cortar suministros de gas, y todo para… nada. España mantuvo su postura firme, apoyando el plan de autonomía marroquí, dejando a Argelia sin concesiones y con una política exterior cada vez más errática y poco efectiva.
A perro flaco, todas son pulgas. El régimen argelino no tiene muchas cartas para jugar. La dependencia mutua en términos de relaciones comerciales y energéticas con países como Francia y España le impide tomar medidas drásticas sin perjudicarse a sí misma. El anuncio de Tayeb Zituni, ministro de Comercio argelino, sobre el restablecimiento de las relaciones comerciales con España y el envío de exportaciones de hierro es un claro ejemplo de esta contradicción flagrante.
Para colmo de males, el presidente Tebún está desesperado por mantener su legitimidad y planea una visita a Francia en octubre, una visita que necesita como el aire para su prolongación en el poder. ¿Será que las amenazas contra Francia son solo un intento de mostrarse fuerte ante una audiencia interna cada vez más escéptica? Todo indica que sí.
En fin, el régimen argelino sigue atrapado en su propia retórica vacía y su política exterior errática. Mucho ruido y pocas nueces. Mientras tanto, Marruecos sigue adelante ocupándose de sus asuntos estratégicos y consolidando su posición internacional con pasos firmes y seguros. Argelia, en cambio, se queda con sus amenazas vacías, demostrando una vez más que, en la diplomacia, los ladridos ruidosos rara vez resultan en mordidas efectivas. Y como dijo el bueno del Quijote: “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”.