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viernes, noviembre 22, 2024

Reivindicación de un escritor en lengua española: Dris Diuri (1921-1978)

 

Rue20 Español/ Agadir

Mohamed Abrighach*

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Dris Diuri merece de veras más de una atención. Es uno o casi el único autor que ha sido olvidado injustamente y sin razón en las letras marroquíes en lengua española. Pertenece de hecho y por mérito a la primera generación de escritores que empezaron a hacer literatura en su sentido profesional en la época del Protectorado cimentando las bases embrionarias de las letras en cuestión. Precisa subrayar, léase corregir, que no es el primer autor marroquí en lengua española como se ha señalado por parte de algún familiar o allegado larachense del autor. Su labor fundacional la comparte con otros nombres coetáneos de él como Mohamed Temsamani y Abdullatif Al Jatib. 

La referida injusticia se ha mantenido incólume hasta nuestros días. En primer lugar, nunca se hizo homenaje a su nombre a escala oficial o por parte del hispanismo local; tampoco se intentó, en signo de reconocimiento, reeditar total o parcialmente su obra publicada o dar luz a muchos de los textos que tenía inéditos. En segundo lugar, no se recoge ningún texto suyo en una importante y reciente publicación de López Enamorado, dedicada exclusivamente a su ciudad: Larache a través de los textos (2004), pese a que el motivo de Larache es muy intrínseco en él y está muy presente tanto en sus ensayos y relatos como en su poesía. Su figura y obra no se han beneficiado hasta el momento de ninguna investigación biográfica o crítica. Peor todavía, se le ha expulsado por completo, no sé si adrede o por desconocimiento, pero sin razón estética o histórico-literaria, de muchas, casi una veintena, antologías que se han venido haciendo desde los años ochenta del siglo pasado de la actual literatura marroquí escrita en lengua de Cervantes. La única, escríbase también última, excepción la hacen Mohamed Chakor y Sergio Macías en la famosa y polémica antología: Literatura marroquí en lengua castellana (1986) en la que incluyen a Dris Diuri en la primera generación de autores en lengua española correspondiente a los años 40 y 50 al lado de muchos nombres de hispanistas de su época, sean literatos o simplemente escritores, como Abdullatif Al Jatib, Mohamed Temsamani, Mohamed Ibn Azouz Hakim, etc. Sorprende que la reseña biográfica que los dos antólogos ofrecen del autor de Larache sea la única que se ha hecho hasta el momento después de casi cuarenta años. Los datos recogidos en ella han sido retomados sin actualización en las pocas reseñas o reflexiones que se han hecho de él y de su obra en blogs personales, caso de Sergio Barce Gallardo, o en algunas revistas, caso de Fernando de Ágreda. Este último aportó valiosa información en virtud de la correspondencia que tuvo con el mismo autor y con su hija, Farida, antes del fallecimiento de los dos.  

Según Chakor y Macías Brevis, Dris Diuri nació en Larache en 1921. Como muy pocos de los alumnos de su época, hizo sus estudios de primaria y secundaria en el sistema educativo español, por lo que, después de conseguir su bachillerato, siguió sus estudios en la Universidad de Granada para luego volver, al terminarlos, a su ciudad natal y desempeñar un importante cargo administrativo en la Municipalidad de Larache. Algo normal habida cuenta de que se consideró en su momento como el mejor alumno del todo el Protectorado. Fue a la sazón uno de los poquísimos marroquíes en beneficiar de semejante cargo, al igual que Ibn Azouz Hakim en Tetuán, por citar un ejemplo en concepto comparativo. Según indican siempre Chakor y Macías Brevis, Diuri fue también canciller en el consulado de Marruecos en Barcelona. No se sabe durante qué tiempo, pero Fernando de Ágreda considera como no confirmado este último dato. 1978 fue la fecha en que murió el autor. 

A decir verdad, no encuentro personalmente razones objetivas de naturaleza estético-literaria que fundamenten la larga marginación a la que se ha sometido nuestro escritor. La única que se podría aducir a este propósito es de naturaleza pragmática y estaría vinculada con los fenómenos extraliterarios de la recepción y de la distribución. Es la indisponibilidad de su obra para el receptor, sea lector normal o investigador especializado. Es imposible o un milagro conseguirla o encontrarla en las pocas y raras librerías de libro antiguo y de ocasión que hay en el país. Según mis investigaciones, no está ni siquiera catalogada en los más importantes repositorios bibliográficos de Marruecos: la Biblioteca Nacional de Rabat, y la Biblioteca General de la Fundación del Rey Abdul-Aziz Al Saoud de Casablanca. Tampoco, me imagino, está en los anaqueles de las deficitarias y mal regidas bibliotecas universitarias y municipales. Está solo disponible en la actual biblioteca del Instituto Cervantes de Tetuán para lectura en sala y fuera del préstamo. Por experiencia personal, debo confesar que he vivido esta dificultad para conseguir un ejemplar de Miscelánea. Lo intenté con la biblioteca del Instituto Cervantes de Tetuán, pero sin frutos porque estaba fuera de préstamo bibliotecario y las normas en vigor no permitían hacer una fotocopia del libro entero ni microfichas. Conseguí un ejemplar físico y fotocopiado hace un año por los buenos oficios de mi amigo, hispanista y escritor larachense Mohamed Laarbi al que estoy más que agradecido. Si no fuera por él no habría podido leer el libro y tenido una idea del mismo y desde luego, no estaría escribiendo el presente artículo. La citada razón de la indisponibilidad no se debe erigir en alibi para no echar la culpa, primero, a la intelectualidad local y a las correspondientes autoridades oficiales de Larache, encargadas del área de la cultura y de la gestión del patrimonio inmaterial de la ciudad, y segundo, al hispanismo marroquí tanto local como nacional, caracterizado por su indiferencia, cuando no desprecio, hacia cuantos escriben en español en nuestros lares. 

En puridad, hay muchas razones objetivas que hacen necesarias la recuperación y la reivindicación a la par de Dris Diuri. Mis amigos, el escritor también hispano-larachense, Sergio Barce, y el arabista, Fernando de Ágreda, me antecedieron hace años en este planteamiento. El primero lo vino comentando varias veces en su blog personal mientras que el último en varias de sus conferencias, artículos o estudios que salieron en revistas y espacios internáuticos. Otros familiares del escritor no dejaron de pedir lo mismo también. Intentaré en las páginas que siguen argumentar mis ideas destacando tres aspectos esenciales de la figura y obra cultural y literaria de Dris Diuri, el escritor de Larache en español por excelencia: su acción en torno a la revista hispano-marroquí de Al-Motamid, la trascendencia literaria de Miscelánea en la actual literatura marroquí en lengua española, y su lucha individual y militante en publicar sus creaciones inéditas manteniendo y escribiendo en español en un momento, los años sesenta y setenta del siglo pasado, en que esta lengua pasaba por momentos difíciles en nuestro país. 

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1-Acción cultural y labor traslaticia en torno a la revista Al-Motamid

Diuri fue conocido en su época en Larache por una considerable acción cultural que todavía no conocemos suficientemente y que necesita de cierta investigación para aclarar su contenido y alcance. Consiste, por lo general, según los escasos datos de los que disponemos, en escribir ensayos y ficciones en español en las publicaciones periódicas locales y regionales, en fundar o contribuir a fundar órganos de prensa cultural y en celebrar actividades o pronunciar conferencias sobre los temas que le eran familiares, muchos de ellos entroncados principalmente con su ciudad natal, la cultura española, las relaciones hispano-marroquíes y la historia política nacional de Marruecos. No obstante, tenemos muchas evidencias y, por supuesto, más información de otra labor, la más significativa en clave cultural e intercultural que el autor llevó a cabo en la época colonial: su participación en la famosa revista hispano-marroquí Al-Motamid que dirigía la también famosa poetisa española Trina Mercader entre 1947 y 1952, época que corresponde a la primera fase de la revista en que se publicaba en Larache antes de trasladarse a Tetuán.

Diuri trabajaba con Trina Mercader en la Municipalidad de Larache y se entabló entre ellos una gran amistad, razón por la cual se vinculó desde el principio con la revista encargándose de su sección árabe y desde luego de la traducción literaria al árabe o al español, incluso al francés. Sonia Fernández Hoyos hace constar esta afiliación en su famoso ensayo crítico: Una estética de la alteridad: la obra de Trina Mercader (2006), afirmando que Diuri era “un traductor que estuvo vinculado a Trina Mercader por lazos de amistad desde el comienzo de la revista prácticamente hasta el final” (2006: 36). Por supuesto, el nombre de Diuri aparece sólo como miembro del Consejo de Redacción en el número 12 (febrero de 1948) al lado de Jacinto López Gorgé, Pío Gómez Nisa, Eladio Sos y Juan Guerrero Zamora, y luego como miembro del Grupo Traductor de Árabe al lado de Ahmed Tadlaoui en el número 16 (mayo 1949), de Abdelmalek Nader en el número 21 (julio 1951 y de Hamido Laarbi en el número 24 (junio 1952). Su labor traslaticia fue enorme. Tradujo a poetas o prosistas tanto españoles (Trina Mercader, Carmen Conde, Rafael Morales, Ricardo Molina, etc.) como marroquíes o árabes (Abdellah Guennun, Abdelkader El Mokaddame, Mahmud Abu Raqiba, Fadua Tuqan, Abdel kasem Achhabi, Ali Mahmud Taha, etc.). También estaba detrás de las versiones árabes de las secciones llamadas Noticias y Aquí Marruecos. No obstante, su implicación en la revista se remonta al principio por lo que se podría considerar como uno de los fundadores, de una forma u otra, directa o indirectamente, de la revista siendo así el único marroquí que estuvo detrás de la misma. En el número 1 (marzo 1947) firma su primera colaboración titulada: “Visión poética de un soberano en su paisaje”. Un texto de impecable prosa literaria en que invocaba al poeta sevillano, al mismo Al-Motamid, en defensa del ideario estético hispano-marroquí de la revista. En el número 2 (abril de 1947), según indica Fernández Hoyos, estuvo detrás de la traducción de varias citas textuales del libro del famoso hispanista francés Reinhart Doz y, Histoire des musulmans d’Espagne, que Trina Mercader utilizaba citando datos sobre la singladura poética y política del poeta rey para justificar en clave conceptual y teórica el ideario hispano-marroquí pregonado en el texto editorial del número y su vinculación con la poesía arábigo-andaluza y el al-Ándalus en general. La labor de Diuri en Al-Motamid se debe interpretar al final como una aportación a la difusión de la cultura nacional marroquí, en este caso la poesía y la literatura, a escala universal en tiempos de la lucha larvadamente anticolonial por la identidad nacional. Su acción era entonces una indirecta contribución a lo que se llegó a llamar la Nahda de las letras marroquíes, que justamente empezó a gestarse en estas fechas, los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Es probable que Diuri hubiera participado también en labores no solamente de traducción en la revista sino de ayuda técnica y logística sobre todo que era compañero de trabajo aparte de amigo de la directora. Una vertiente que necesita de más investigación para aportar a su respecto más datos e información. 

2- Miscelánea, la obra literaria por antonomasia de Diuri 

Hasta el momento y abstracción hecha de los artículos en español y de las traducciones al árabe principalmente publicadas en las revistas y periódicos de entonces, tenemos constancia de dos de sus únicas obras del autor que salieron a la luz. La primera se titula Mohamed V, Monarca reencarnado, que se edita en Tetuán en 1961. Es un breve ensayo de considerable exaltación patriótica, pero de buena y poco acostumbrada prosa literaria entre los autores marroquíes en lengua española.  Copio en su totalidad la breve reseña, tal vez la única, que hizo del libro, pero en concepto póstumo, Sergio Barce resumiendo en su blog personal un poco su forma y contenido:

Es una obra curiosa, la edición está muy cuidada, cada página se separa con una hoja de papel cebolla, delicadas, hecho de manera artesanal y primorosa. Una pequeña joya. Hoy llama la atención por la grandilocuencia y el lenguaje empleado, muy propio de la época, con el que pretendía ensalzar y enaltecer la figura de Mohamed V, que, para los marroquíes, era y es sin duda un símbolo y una referencia (10 de noviembre de 2011). 

La segunda se titula, Miscelánea: año 1386-1962 (1963).  Es su obra por antonomasia y la que representa su genio, figura y estilo. En ella recoge textos de variado cauce expresivo: ensayístico, poético, narrativo y dramático. Unos los había publicado en la época colonial y otros inéditos seguramente redactados en tiempos inmediatamente posteriores a la independencia de Marruecos. Miscelánea contiene veintisiete poemas, tres piezas teatrales y cuarenta ensayos. Algunos de ellos son relatos, estudios críticos o biográficos. Al final se recoge su anterior libro, Mohamed V, rey reencarnado que está a su vez compuesto de nueve textos. El ser esta obra una miscelánea la hace muy diversa desde el punto de vista de la configuración genérica (lírica, ensayo, drama, relato, crítica literaria, reseña biográfica), los temas abordados (el amor, el patriotismo, la crítica social y de las costumbres, las relaciones hispano-marroquíes, la emancipación de la mujer, etc.) y los registros estilísticos (convencional, poético, rimbombante, filosófico, autobiográfico, crítico, etc.) y lingüísticos (español coloquial y culto, árabe clásico y darija). Miscelánea tiene a la verdad varias deficiencias que me es imposible señalar con detalle en este breve artículo, pero es fundacional en las letras marroquíes en lengua española en términos de historia literaria siendo pionera en muchos aspectos que resumiré a continuación en cuatro aspectos. 

Diuri advierte al lector en su justificación preambular de Miscelánea lo siguiente: “No esperes hallar una gran obra literaria ni siquiera una simple obra literaria. Los míos no pasan de ensayos elementales para el futuro” (8). Es una modestia por su parte porque él es un escritor de madera, muy comprometido con su oficio de escribir y, sobre todo, con la lengua vehicular que utiliza. Su amiga, Trina Mercader, afirma que tiene una “magnífica dicción castellana”. Es una constante presente en todos sus textos sean ensayísticos, poéticos, narrativos y dramáticos. Una prosa muy clara, bien pulcra y de indudable factura literaria, aunque a veces exagera en el uso de la repetición enumerativa, las interjecciones y cierto rebuscamiento formal. Es buen domador del español; lo escribe desde la familiaridad asumiendo su idiosincrasia desde dentro. Si no fuera por los arabismos locales que utiliza pasaría por escritor español. Su prosa es peculiar y, por eso, no tiene paralelo en autores de su generación ni en los posteriores a él. Sirva de espécimen de esta prosa, el inicio de su relato/ensayo titulado: “Novia del Atlántico, eso eres tú, mi Larache”:

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Beldad por todos amada, encanto sin igual, belleza de eterna fascinación. Todos te adoraron, sin conquista. Tu pureza, tu orgullo y tu personalidad, aumentan siglo tras siglo. ¡Oh, romántica y espiritual novia del Atlántico! Este romántico amante que a tu contacto espiritual se estremece y llora, con amargura, compungido. Este amor tuyo –fuerza espiritual arrolladora– que a todos subyuga, que a todos adormece en caudal venturoso, en inefables goces para el alma, no tiene semejanza ni parecido.

¿Qué dice el mar, cuando embravecido, se agiganta y envalentona? Reclama tu presencia, ¡oh, adorable criatura! para luego caer, postrado y estremecido, a tus níveas plantas, cuyo contacto no puede resistir. (95).

Diuri es el primer poeta en literatura marroquí en español, lo cual lo comprueban tanto las buenas y profesionales traducciones que hacía en Al-Motamid de la poesía marroquí y española como los poemas que recoge en Miscelánea. Según reseñan Chakor y Macías Brevis, su producción lírica es muy variada; a la vez que es telúrica y social, habla del amor y de la nación. Son de mencionar a este propósito sus poemas amorosos y dedicados a Larache, su ciudad natal. En óptica formal, su lengua poética hereda mucho de su prosa, pero esta vez se torna más lírica, más subjetiva, con metáforas ágiles y de alcance estético considerable, aunque a veces cae en cierta artificiosidad en léxico y sintaxis. Otra nota marcada del poeta de Larache es también ser un buen sonetista, un creador de sonetos, composición que realiza acatando las normas clásicas en métrica y rima del género e imitando en cierta medida a los clásicos españoles o sudamericanos. Es, por así decir, el pionero en cultivar el género del soneto en nuestras letras en castellano. He aquí un ejemplo ilustrativo: 

Luna

Majestuosa, bella en el Firmamento,

brilla junto a su séquito en su Trono,

de celestial albura, con encono,

por pesar humano, de triste acento.

 

Sus refulgentes rayos, con lamento,

buscan nueva semilla, nuevo abono,

es cual pesarosa canción que entono,

siempre en busca de espiritual sustento.

 

Luna lunera que a los niños besas,

en sus cunitas de marfil dorado,

con maternal dulzura, sin dolor.

 

¡Cuán sublime es tu bondad, sin tristeza,

cual noble corazón enamorado!

Cédenos siempre bendición y amor.

 Diuri no es solo traductor y poeta, sino también dramaturgo. Otra encarnación de su vanguardia literaria que le erige en el primer autor marroquí que inicia la escritura dramatúrgica. Tiene, según viene en Miscelánea, tres breves piezas teatrales: Destino (dos partes), Grito en el aire (dos partes) y Laura (drama en un acto). En ellas aborda, como es costumbre en él, temas sociales, políticos y amorosos. Tienen defectos en la construcción del personaje y en la estructura dramática, además de la inexistencia de acotaciones, lo cual es normal por ser sus primeras óperas primas y meros intentos en la materia. Lamentamos que no hayan salido a la luz sus dos obras inéditas: Luces y sombras, Drama y verdad, que, según indica De Ágreda, no pudo publicar en vida el autor. De haberlo hecho habría tal vez mejorado en su escritura dramática.

El papel de vanguardia literaria en Diuri abarca también a un género no absolutamente literario: el ensayo. Son casi más de cuarenta textos ensayísticos los que recoge en Miscelánea. Son, por lo general, ensayos literarios. pero no de investigación científica, relacionados con la etnología, los estudios literarios, la arqueología, etc., como era común en la época del Protectorado y lo sigue siendo hasta la actualidad, Es el primero en cultivar este tipo de escritura ensayística en nuestras letras marroquíes en español. Son ensayos de buen verbo como es costumbre en él y trata temas filosóficos y universales en base a una inequívoca argumentación a la par lógica e intelectual.  Abundan, en efecto, los que enfocan temáticas actuales de política nacional. En ellos mantiene su buena lengua y tienen el visible defecto de ser tan exagerados en apología y patriotismo que pierden trascendencia histórica, sobre todo que, en la época en que los escribió, Marruecos tenía otros problemas históricos que Diuri silencia tales como la lucha entre el Ejército de Liberación Nacional y el partido de El Istiqlal, la lucha por el poder entre este último y la monarquía, la represión política en el Rif de 1958, etc. Algunos son de índole informativa o de crítica literaria, artística y biográfica, pero los más significativos son los en que aborda y reflexiona sobre fenómenos tan humanos y universales como el carácter, la constancia, el bien y el mal, la amistad, la avaricia, etc. Son, a mi juicio, los mejores y, por eso, los únicos de su género en este ámbito. Es otro cauce expresivo que nunca se ha cultivado y que Diuri realiza con originalidad en el campo de la escritura marroquí en español. 

3- Lucha quijotesca por publicar su numerosa obra inédita  

Después de la independencia de Marruecos y hasta los años ochenta del siglo XX, fecha de publicación de las primeras obras literarias poscoloniales en lengua española, fue Dris Diuri el único escritor de la época colonial que siguió escribiendo al lado de Ibn Azouz Hakim. Este último era muy prolífico y publicaba sin problemas tanto en Madrid como en Marruecos por la relación que tenía con los españoles, heredada de la época colonial, y también por los cargos políticos y administrativos que desempeñaba a la sazón en Marruecos. No obstante, Diuri se enfrentaba con serias dificultades. En una carta dirigida a Fernando de Ágreda fechada en 1978, a poco tiempo de morir, le señala la indiferencia con que las editoriales e instituciones tanto españolas como marroquíes o francesas le trataron haciendo imposible que su obra viera luz o se tradujera, como él quería, a otros idiomas. Muy compungido y abatido, expresa este abandono de España del español y de los escritores que escribían en su lengua a la sazón en el Marruecos independiente. Sus palabras no tienen desperdicio.

Debo aclarar que todos mis trabajos –o pequeños libros– están escritos en el Gran Idioma Cervantino y no he podido encontrar ninguna ayuda para su publicación o traducción a otras lenguas. Finalmente desearía hacer una pequeña observación: tal vez sea el único marroquí –o somos muy contados– que escribimos en español, pero desgraciadamente no contamos con asistencia en ningún sentido por parte de nadie. Navegamos en mar solitario o en bosque sin luz. Y creo sinceramente que merecemos un poco de atención. 

Misma sensación de abandono y lucha quijotesca y tozuda en todos los frentes para buscar editor a su obra inédita la vuelve a mantener a finales de los sesenta según comenta un supuesto amigo del autor llamado Tiyani, el 10 de noviembre de 2011, en un comentario sobre el artículo que Sergio Barce publicó en su blog sobre Mohamed V, rey reencarnado

El encuentro fue casual. Estaba el hombre con su manuscrito poético bajo el brazo, a la búsqueda de un editor. Iba muy elegante, moviéndose por Madrid con la misma familiaridad con que se movía por el centro de Larache. Generoso por naturaleza, nos invitó a una comida en el restaurante Estrella, sito frente a la equina Desengaño con Libreros, si mal no recuerdo. Allí nos habló de su poesía y de su vocación literaria, de los problemas que encontraba el escritor marroquí hispanófono para poder publicar, cosa que sigue sucediendo, de su inmenso cariño a su ciudad natal y de su ferviente nacionalismo.  

En la misma carta anterior de 1978 dirigida a Fernando de Ágreda, el mismo Diuri le comunica que tiene en su haber e inéditos los siguientes títulos: dos breves piezas dramáticos: Luces y sombras, Drama y verdad, dos poemarios: Melodías y Latidos, otras creaciones en prosa, particularmente, Cartas a una amiga, entre otras. Esta última obra es esencialmente prosa amorosa que, según indica su hija Farida Diuri en un correo dirigido también a Fernando de Ágreda a principios del presente siglo, fueron cartas de amor dirigidas a Trina Mercader, la poetisa y directora de Al-Motamid. Según sus palabras existió entre ambos una íntima relación sentimental que tuvieron que vivir en silencio porque sus respectivas familias no consentían que un moro se casase con una cristiana y viceversa. Comenta también que cuando murió su padre, Trina Mercader tuvo que venir a Larache para visitar su tumba y decirle el último adiós:  

Papa y Trina han sido novios durante muchos años y se han amado toda su vida. Desgraciadamente por un problema de religión, ella católica y él musulmán, no se han casado, pero han quedado amigos hasta la muerte. Antes de morir, Trina Mercader ha venido a Larache y se fue sobre la tumba de mi papá que ha sido su único amor.

Trina nunca se ha casado. La historia de Trina y de mi padre es una historia de amor extraordinaria, triste y el tema de mi próximo libro Cartas a una amiga, son las cartas escritas a Trina Mercader que mi papá ha querido toda su vida. 

Esta atrevida confesión de la hija de Diuri es muy significativa. Sonia Fernández Hoyos que escribió el mejor libro de crítica y casi definitivo sobre Trina no mencionó ni por mera alusión esta supuesta y trascendental relación amorosa. Sólo afirmó una vez la gran amistad que los unía, sin avanzar en la investigación probablemente porque no tenía en aquel momento evidencias textuales o documentales al respecto. Estamos ante una relación de amor hispano-marroquí muy desconocida que constituye la intrahistoria sentimental y social de la revista Al-Motamid, que debería ser objeto de investigación biográfica en el futuro. Por desventura, el proyecto de libro que quería escribir Farida, Cartas a una amiga, sobre la relación amorosa de su padre con Trina Mercader no se pudo llevar a la práctica porque ella murió inmediatamente después. 

En conclusión, los datos y argumentos que he aportado muy brevemente en el presente artículo son más que suficientes para reivindicar al traductor, poeta, ensayista, dramaturgo y escritor de Larache, Dris Diuri. De cara a su necesaria y futura recuperación como escritor, merece que se reconozca su labor de vanguardia literaria en nuestras letras marroquíes en lengua española y por supuesto que se dé más atención crítica a su producción literaria por parte de los estudios filológicos y de nuestro hispanismo.  En virtud de ello, ninguna razón estética o de historia literaria stricto sensu permite descartar su figura y obra de muchos de los estudios o antologías que se han hecho de las letras marroquíes en lengua española. Cualquier futura labor antológica o histórico-literaria sobre estas últimas debe tomar en consideración la realidad que he venido describiendo con pruebas sobre este olvidado escritor de Larache. Manteniendo la repetida propuesta de Fernando de Agreda, pienso y recomiendo que es urgente necesidad para el hispanismo marroquí actual obrar a hacer pública parcial o totalmente la obra editada e inédita del Dris Diuri. Diwan Al Maghrib, sucursal de Diwan en Tánger, expresa su firme intención de reeditar Miscelánea, previa selección de sus textos, y también la obra inédita del autor, respetando las normas convencionales de calidad y originalidad literarias, pero todo dependerá entonces de la voluntad de la familia del escritor y de sus herederos.

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Dr. Mohamed Abrighach

 

*Hispanista y escritor.

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