Rue20 Español/ Dajla
Salem Ouled Ahmed
En el complejo escenario diplomático internacional, algunos países parecen verse afectados por lo que podría denominarse «esquizofrenia diplomática», caracterizada por posturas contradictorias y selectivas en la defensa de principios fundamentales. Tal es el caso de Argelia, un país que ha demostrado una serie de decisiones políticas divergentes en relación con la independencia y secesión de otros territorios.
Recientemente, durante una visita oficial a Pekín, el Presidente de Argelia, Abdelmajid Tebboune, reafirmó la posición «indefectible» de su nación de oponerse firmemente a la independencia de Taiwán de China, respaldando el principio de «una China unificada».
Sin embargo, esta postura contrasta con las acciones pasadas de Argelia en otros escenarios de “autodeterminación”.
Argelia ha rechazado de manera categórica la independencia de Kosovo de Serbia y la secesión de Cataluña de España. En ambos casos, las autoridades argelinas sostenían que no reconocen las declaraciones unilaterales de independencia, adhiriéndose al principio de la integridad territorial y la unidad nacional. Es aquí donde se hace evidente la esquizofrenia diplomática de Argelia.
Sin embargo, el enfoque selectivo de la política exterior argelina se hace aún más evidente cuando mira hacia nuestra dirección, Marruecos.
A pesar de mantener una postura intransigente en otros contextos de secesión, Argelia ha apoyado de manera explícita el «principio de autodeterminación» en relación con el Sáhara, un territorio vinculado a Marruecos desde tiempos inmemoriales.
Argelia ha respaldado durante más de cuatro décadas las ilusas aspiraciones independentistas del Frente Polisario en el Sáhara, una posición que contrasta agudamente con el contexto de la política internacional, donde la integridad territorial y otros intereses nacionales prevalecen, así como con su negativa a reconocer la independencia de otros territorios.
Esta ambivalencia diplomática plantea cuestionamientos sobre la coherencia y la ética en la política exterior de Argelia. Si defiende el derecho de autodeterminación en una región, ¿por qué no lo hace en otras? ¿Qué criterios utiliza para determinar cuándo apoyar la independencia y cuándo negarla?
Estas preguntas son legítimas y merecen una respuesta clara por parte del gobierno argelino.
Esta ambigüedad diplomática puede tener implicaciones significativas para la estabilidad regional y las relaciones internacionales en el Magreb. La falta de coherencia en las posturas diplomáticas de Argelia está socavando la credibilidad y la confianza de otros actores internacionales, y debilita la posición del país como actor relevante en la escena mundial, cosa que estamos notando a raíz de los varapalos diplomáticos que está encajando últimamente, sobre todo los reconocimientos de grandes países como Estados Unidos, España, Alemania e Israel de la marroquinidad del Sáhara.
En un mundo cada vez más interconectado, donde la credibilidad y la coherencia son fundamentales en las relaciones internacionales, esta esquizofrenia diplomática ya empieza a tener repercusiones en la posición y el rol de Argelia en la región y más allá.
Es crucial que Argelia recapacite y revalúe su postura y adopte una política exterior más coherente y ética, y que acepte la mano que Marruecos siempre le ha tendido, para así promover, juntos, la prosperidad y la paz en la región del Magreb.