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viernes, noviembre 22, 2024

La deriva fotográfica: una invitación a descubrir sin prisas el ensanche de Tetuán

 

Rue20 Español/ Fez

 

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Mustafa Akalay Nasser*

 

Una deriva para quien se interese por ver arquitectura española exportada o desplazada, es patear el ensanche de Tetuán. Existen varios motivos para ello: Por un lado, es una ciudad de origen colonial fundada en la época del protectorado español en Marruecos. Conforme a los principios del régimen de protectorado, correspondía a España introducir, en el norte de Marruecos, las reformas que juzgase útiles con objeto de conducir al país a la “civilización”, según los criterios occidentales imperantes en la época.

 

Se trataba, en palabras de un africanista de que España dedicara sus esfuerzos “a civilizar” la parte que nos corresponde de Marruecos y abrir el país a las ventajas del progreso”; siendo para ello imprescindible impulsar -entre otros aspectos- el desarrollo económico, en el que ocuparía un lugar la construcción de ciudades nuevas. (BOADA y ROMEU (José), 1912).

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En el contexto colonial, las medidas de política urbana, eran facilitadas por la apropiación del suelo y solían estar limitadas a la llamada ciudad nueva de envoltura ortogonal. La cuadrícula es la herramienta de planificación urbana más adecuada.

 

A su aspecto práctico y su apariencia igualitaria ahora se añaden las justificaciones higienistas. Este trazado vehicula también unos valores estéticos, a la vez que simboliza el orden y permite la jerarquización de los espacios. La ciudad es una escritura; quien se desplaza por la ciudad, es decir, el usuario de la ciudad (que somos todos) es una especie de lector que según sus desplazamientos aísla fragmentos del enunciado para actualizarlos. (Barthes, 1990: 264).

 

 A leer la ciudad se aprende y se practica cultivando la deriva, ahora en estos tiempos de prisa y de estrés yo creo que sería el momento de reinventar la deriva y de disfrutar la ciudad sin prisas practicando paseos sin rumbo, sin mapa, plano ni guía turística en la mano. La deriva se presenta como una técnica de paso ininterrumpido a través de ambientes diversos.

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El concepto de deriva está ligado indisolublemente al reconocimiento de efectos de naturaleza psicogeográfica y a la afirmación de un comportamiento lúdico-constructivo, lo que la opone en todos los aspectos a las nociones clásicas de viaje y de paseo. Una o varias personas que se abandonan a la deriva renuncian durante un tiempo más o menos largo a los motivos para desplazarse o actuar normales en las relaciones, trabajos y entretenimientos que les son propios, para dejarse llevar por las solicitaciones del terreno y los encuentros que a él corresponden. (véase Guy Debord: La sociedad del espectáculo).

 

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Derivar, callejear o “medinear” siguiendo a Juan Goytisolo es justo lo contrario de hacer turismo, aunque uno puede convertir cualquier viaje en una deriva y viceversa. Comparar ambas formas de recorrer la ciudad puede ser útil para comunicar que entendemos por deriva. La deriva implica el andar, recorrer y repensar, lejos del ávido ojo del turista, la deriva articula tiempo, paisaje y movimiento y evacua la tendencia a considerar lo urbano como espacio ocioso. El turista va a un destino, sin que le importa gran cosa cómo llega hasta él; y cuanto más rápido y cómodo, mejor. 

 

Según Manuel Delgado: “Lo que hace el turista es seguir esas sendas rituales, recorridos que le llevan de una marca a otra del plano. Con los elementos de ese itinerario- lo contrario de la deriva situacionista, el turista reconstruye un relato y un discurso que han sido elaborados para él y en los que reconoce las huellas del déjá vu de la ciudad por él, mismo soñada, ya conocida antes, ya recorrida antes a través de los reportajes, las guías o las películas.

 

En el mapa está la ciudad geométrica, perfecta, sin volumen, superficie en que las calles, las plazas o los parques se reducen tan sólo a llenos o vacíos reducidos a su nombre. En el plano turístico, esa esquematización se sazona con las imágenes en miniatura de los edificios singulares, los altos obligados, los puntos fuertes desde o hacia los que el turista debe confeccionar sus singladuras”. 

 

En cambio, para el andarín o paseante lo importante es el recorrido, es decir, vive, disfruta y aprovecha el recorrido de su deriva, para ello deberá liberarse de ciertos hábitos y dejarse llevar por el cuerpo sensor. Se debe dejar buen espacio al azar en la deriva como sostuvo Guy Debord, mejor dicho, un buen espacio a la improvisación y al cambio de planes, permanentemente abierto al acontecimiento, a seguir las múltiples vías de exploración que continuamente surgen.

 

 

De nuevo es oportuna la comparación con el turista, ni él puede influir en eso que se le ofrece, ni el sitio turístico está fabricado para otro propósito que para convencerle de que vuelva la próxima vez y siga consumiendo. 

 

Muy distinta es la deriva porque el conocimiento que adquirimos sobre la ciudad y sobre nosotros mismos en la relación con ella es la apertura para empezar a influir sobre un destino que hasta ahora se nos ha proporcionado decidido por otros y cerrado de antemano sin que nosotros nos hubiéramos enterado siquiera. La deriva es una actividad crítica y autocrítica; implica un compromiso serio con la ciudad entendida como territorio vivo. El errante que pasea por la ciudad y se va deteniendo en los escaparates, las tiendas, sin ninguna intención concreta.

 

Las derivas tienen inmensas posibilidades si se hacen en grupo, si después de la excursión se hace un trabajo de puesta en común, de la discusión que se produzca en el grupo surgirán nuevas ideas. También puede ser muy interesante la confrontación con otros datos (de tipo académico, literario, periodístico, fotográfico o dibujado etc.)

 

Las dimensiones de la deriva entonces se multiplican en experiencias y recorridos o desvíos y cada dirección abre puertas para lanzar nuevas derivas. La deriva es recomendable. La ciudad es el espacio de la representación de los símbolos, la memoria y los sueños, el lugar de la creatividad y la libertad, del orden y de su transgresión. Está compuesta por capas de vestigios, tensiones y placeres. En ella se establecen las relaciones personales. Toda ciudad dispone de puertas que cualquiera, en compañía de otros mejor que solo, puede abrir cuando estén cerradas.

 

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Nuestra deriva nos invita a una reflexión sobre la representación de la ciudad o, mejor, sobre el imaginario del Tetuán urbano español, los desvíos de dicha deriva describen una suerte de historia de esta representación, es decir, de cómo, en distintos momentos y circunstancias, se ha ido articulando una imagen de la ciudad y cómo ésta ha ido evolucionando desde los años veinte y treinta del pasado siglo hasta el presente, que es el arco cronológico que cubre la deriva.

 

Me siento agradecido por haber descubierto durante mis derivas por el ensanche de Tetuán el regocijo y la pasión de la fotografía urbana, algo que abarca los retratos espontáneos, momentos atrayentes, momentos en los que se capta joyas arquitectónicas y habitantes. Eso es la vida, y lo que proporciona ese hermoso sentimiento de “disparar” y echarles un vistazo a tus resultados después. También resulta, en cierto modo, relajante. No tienes que captar algo. Se trata de que, si quieres, puedes.

 

Nadie te controla el tiempo. Nadie te dice las fotos que quiere. Lo único que tienes que hacer es sentarte en algún sitio o caminar por algún lado y sacar una foto sin que importe si ha salido buena, nítida, o normal. Tan sólo hacerla ya proporciona buenas sensaciones.

 

El concepto de gestionar el tiempo, saborear los momentos, emociones, acciones y pensamientos siempre va a cautivar la intuición y la imaginación del ser humano. El fotógrafo flâneur o merodeador tiene la oportunidad única de captar el momento, congelar el tiempo, y al final del día conservar algo tangible que le recuerde esa valiosa milésima de segundo.  La cuestión entonces es: ¿Cuál es la meta de un fotógrafo urbano? ¿Cuál es la importancia para la sociedad y la fotografía en conjunto de unas imágenes tomadas por fotógrafos urbanos?

 

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La verdad estriba en que nuestro mundo lo pueblan una cantidad inmensurable de imágenes que esperan a que alguien las capture. Un desafío para el fotógrafo callejero (nuestro caso) es no encontrar el disparo sino perderlo. En conclusión, la fotografía urbana es un valioso artefacto para captar y retener las memorias territoriales que guardan las calles, plazas, edificios y lotes vacíos de la gente que vive en la ciudad… La ciudad, el barrio, la calle donde vivimos son innegable reflejo de lo que somos, de lo que hacemos. Nos retratan, nos definen, para en muchos casos, rodearnos y apoderarse de nuestros seres.

 

El fotógrafo se sumerge en el color, la composición y el ánimo de un artificioso conjunto para crear imágenes que simbolizan las tendencias y los diseños estéticos más candentes de la escena urbana.

 

Por eso, la escena urbana, nos contiene a nosotros, como elemento indispensable de la misma. A pesar del deterioro en que hemos sumido a muchísimos de nuestros entornos urbanos, aún somos capaces de crear y actuar positivamente. El reto está en convertir lo positivo en herencia para las generaciones futuras. Más que de una serie de elementos inanimados y fríos puestos ahí para desarrollar una función, la escena urbana está compuesta por características que sus mismos habitantes nos encargamos de impregnar.

 

Esta es una muestra de mi visión del tema urbano, en su mayoría desarrollado en una deriva fotográfica por el ensanche, un recorrido inédito y fascinante por nuestra historia común. Aún no hemos comprendido totalmente el impacto de las fotografías sobre nuestro sentido del pasado. En principio, no nos ofrecen crónicas ni procesos, sino impresiones, instantáneas, efímeras plasmaciones de fragmentos del pasado.

 

Inspirado por el concepto de flânerie acuñado por un Charles Baudelaire testigo de la extensión de Paris en el siglo XIX, Walter Benjamin consignó que la ciudad era –y sería– el campo de acción del viajero contemporáneo, la cartografía personal del nómada moderno, paradójico sedentario de toda gran urbe. Fiel a esta consigna benjaminiana y siguiendo coordenadas un tanto arbitrarias, nuestra deriva busca adentrarse en el dédalo urbano llamado ensanche oeste.

 

Un paseo sin prisas por el barrio español de Tetuán procura con todo al flâneur una excelente radiografía de la estructura y articulación de la ciudad. El urbanita que pasea por la ciudad y se va deteniendo en los escaparates, las tiendas, sin ninguna intención concreta. En ocasiones ese paseante entra en contacto con el otro. Detenerse y conversar con los vecinos, analizar las relaciones del espacio construido con la actividad de la gente, cómo cambia su aspecto a lo largo de las horas del día. (Véase Georges Perec). 

 

Durante nuestra deriva por las calles del ensanche un vecino del emblemático edificio “La equitativa” percatándose de nuestro interés por fotografiar el edificio insigne de Casto Fernández Shaw nos invitó a hacerlo por dentro desde su piso y desde la terraza.

 

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Derivar por el ensanche oeste es una fiesta para quien sea capaz de merecerla. La fuerza interior de los Tetuaníes, no se manifiesta sin más al recién llegado: éste debe calar en ella, aprendiendo a desvelar sus filones secretos con discreta tenacidad. Nada mejor que embeberse durante unas horas de su atmósfera para penetrar en el corazón de los habitantes de la ciudad de Tetuán. 

 

La arquitectura nos brinda excelentes oportunidades para la fotografía, pero no es un campo fácil. Inmuebles, templos, monumentos, multitud de detalles arquitectónicos aislados, nos impresionan por la belleza de sus magnitudes y proporciones. Las diferentes horas del día y las condiciones del cielo producen efectos muy distintos. La luz del sol crea en muchos casos una iluminación adecuada para realizar fotografías de arquitectura.

 

En todos los rincones habrá algún detalle que nos inspire hacer nuestras fotos, este es el caso de un edificio de tres plantas con torreón en su lateral derecho y que se presenta como elemento independiente al resto de la fachada que muchos han visto pero que nadie ha mirado detenidamente, contemplar el conjunto y saber resaltar cada aspecto en combinación o aisladamente es el objetivo del paseante sin prisas que se caracteriza por ser un fotógrafo ágil, curioso y atento observador.

 

La fotografía, pues, hace visible algo que el ojo no puede ver, mostrando lo que estaba oculto a la visión. Este “inconsciente óptico” no sólo se hace patente en la captación del detalle, sino también, y, sobre todo, en la “fijación” y captación del movimiento.  Esta y no otra es la base de la noción de “inconsciente óptico”, acuñada por Benjamin, según la cual la fotografía, con un obturador más rápido que el ojo, y gracias a las ampliaciones y el detalle, daría cuenta de algo que a la mirada se le escapa, algo de lo que sólo tomamos consciencia gracias al ojo de la cámara.

 

Actualmente Tetuán posee un Ensanche o   unidad urbana, muy particular en la planimetría y altimetría de sus edificios: que le proporciona volumen y composición que la caracterizan dentro del contexto armónico, como algo único de la arquitectura colonial donde predomina el estilo ecléctico. Del año de 1956 a nuestros días a partir de la década de 1980 se ha venido observando el deterioro de muchos edificios que se encuentran dentro del ensanche oeste.

 

Sin embargo, todo aquel que haya conocido el ensanche, siente hoy dolor y tristeza al patearlo: Los muros están resquebrajados, las ventanas desvencijadas, los cristales rotos, las puertas desgastadas. Los diferentes agentes externos a los que se exponen constantemente los edificios, causan el deterioro y daño habitual que se puede apreciar en fincas de mayor antigüedad. 

 

La ciudad española de Tetuán, se caracteriza por tener construcciones de más de 80 años las cuales con el pasar de los años se han ido dañando, debido a que el ensanche, ha sido protagonista de un proceso de crecimiento excesivo de la población.

 

Un porcentaje importante de las fincas de este ensanche posee diferentes problemas causados por el paso de los años y la merma constante como: debilitamiento de los refuerzos estructurales, necesidad de restauración de fachada, entre otros. Los edificios sufren diferentes problemas que derivan en una pérdida de su fuerza estructural, lo que se refleja en daños, erosiones y fisuras. Algunas de las causas son: la humedad, la lluvia, el sol canicular y el paso del tiempo.

 

Entre las patologías que se detectan en diferentes edificios podemos encontrar: desprendimiento de los aplacados, patologías de suelo, deslizamiento del cimiento, hormigón dañado, lesiones en los pilares. El desperfecto del patrimonio arquitectónico del ensanche oeste y la identificación que la comunidad posee de él, son interrogantes que difícilmente se abordan en dicha sociedad.

 

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Si bien, desde hace tiempo, existe un intenso debate en círculos universitarios y asociativos, éste aún no ha sido asumido por la sociedad tetuaní en su conjunto. Los procesos de cambio ponen en contraposición la conservación de estos edificios frente a los nuevos usos que la ciudad genera. A ello se suma, además, la falta de conciencia e interés existente entre los habitantes y la falta de medios económicos en las diferentes administraciones.  

 

Con este trabajo a base de deriva fotográfica se intenta despertar la sensibilidad, como primer paso en torno a la valoración y preservación del patrimonio arquitectónico por parte de los habitantes y todos aquellos que se acercan a visitarlo. Un testimonio espléndido lo tenemos en este ensanche, que constituye hoy una pieza urbana singular y reconocible, que desempeña un papel importante en el conjunto de la ciudad, entre la vieja medina y los desarrollos recientes, representa la huella física más relevante de la presencia española en el norte de marruecos.

 

En efecto, la ciudad nueva, construida al oeste de la histórica, presenta una trama heredada de la forma según la cual la sociedad colonial ocupo el espacio en que asentó su principal centro urbano, administrativo y comercial, y una arquitectura, fruto de los modelos culturales importados de la península. Sobre ella, los cambios de composición social y de cultura se han instalado, manteniendo una identidad morfológica y funcional, con relación a sí misma, y al conjunto.

 

*Director de Esmab UPF, Fez

 

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