Rue20 Español/Rabat
El régimen militar argelino vuelve a la carga con su habitual victimismo diplomático, esta vez convocando al embajador francés en Argel para quejarse del presunto «trato discriminatorio» a ciudadanos argelinos en los aeropuertos de París. Una maniobra que, lejos de responder a una preocupación genuina por sus ciudadanos, parece una nueva jugada en su estrategia de distracción ante la creciente presión internacional sobre su gestión y su política exterior beligerante.
El guion es predecible. Cada vez que Argelia sufre un revés en la arena diplomática o se encuentra en medio de un escándalo, saca del cajón su carta favorita: la indignación teatral y la convocatoria de embajadores. El problema es que ya pocos compran este discurso. La verdad es que las relaciones franco-argelinas se han deteriorado de manera notoria desde que París decidió alinearse con el creciente consenso internacional en torno a la marroquinidad del Sáhara. Desde entonces, la élite militar argelina ha intentado por todos los medios convertir a Francia en su nuevo chivo expiatorio, mientras sigue armando y financiando al Frente Polisario en su guerra absurda contra la soberanía de Marruecos.
Pero si la intención del régimen era poner a Francia contra las cuerdas, la realidad es que el tiro le ha salido por la culata. La opinión pública francesa ya no se traga las tácticas de presión argelinas. Una encuesta reciente muestra que apenas el 29% de los franceses mantiene una opinión favorable sobre Argelia, mientras que Marruecos goza de una aprobación del 68%. Más preocupante aún para el régimen de Argel es el creciente rechazo al acuerdo de inmigración de 1968, que otorga privilegios especiales a los argelinos en territorio francés. La frustración de París con Argelia no hace más que aumentar, y esta nueva queja oficial difícilmente cambiará esa dinámica.
Este episodio llega, además, en un momento incómodo para el régimen. Apenas unos días después del escándalo de los «influencers» argelinos detenidos en Francia por promover discursos de odio y terrorismo contra opositores al régimen. Un asunto que ha expuesto, una vez más, la oscura red de propaganda y represión que opera desde Argel. El objetivo de esta nueva crisis diplomática parece claro: desviar la atención y presentarse, una vez más, como la eterna víctima de conspiraciones extranjeras.
Argelia sigue atrapada en una lógica de confrontación que ya no le sirve. La vieja narrativa de la descolonización y el antiimperialismo pierde peso frente a su propia incoherencia: mientras clama por la dignidad de sus ciudadanos en Francia, mantiene en sus cárceles a intelectuales y opositores como Boualem Sansal, en condiciones denunciadas por organismos internacionales. Y mientras se indigna por supuestas «humillaciones» en los aeropuertos parisinos, no duda en usar a los saharauis de Tinduf como peones en su obsesión enfermiza contra Marruecos.
La gran pregunta es hasta cuándo el pueblo argelino seguirá soportando este juego de manipulaciones y enemistades artificiales. Dejemos que el régimen siga gastando la poca energía que le queda en peleas inútiles con Francia, ya que la verdadera crisis no está en los aeropuertos de París, sino en Barcelona Argel.
