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miércoles, enero 22, 2025

La cartomancia como género periodístico

 

Rue20 Español/Rabat

Mohamed Benabdelkader*

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Este tipo de periodismo al ser totalmente incapaz de producir un conocimiento objetivo y contextualizado sobre Marruecos, transmite a la opinión pública española una imagen errónea y negativa de un país amigo, que se supone ser un socio estratégico imprescindible.

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A principios del siglo pasado, vivía en París un periodista que frecuentaba la bohemia artística y se divertía escribiendo horóscopos para clientes en los acogedores salones parisinos y en los animados cafés de Montmartre y Montparnasse, especialmente para mujeres mundanas, falsos príncipes rusos, así como soñadores que buscan escapar de la banalidad de la vida cotidiana. Max Jacob, en la encrucijada entre la literatura y la astrología, fue conocido no sólo por su habilidad como escritor y su arte de hacer malabarismos con las palabras, sino también por su irresistible humor y su capacidad para capturar los deseos más íntimos y secretos de sus contemporáneos.

Detrás de la imagen del artista bohemio se escondía una inteligencia aguda, la de un hombre que, a través de sesiones de quiromancia, donde predecía el destino de sus clientes, conseguía desentrañar los misterios de la naturaleza humana. Aprovechando las tendencias astrológicas que fascinaban a la sociedad parisina de la época, Max Jacob se dedicó a escribir horóscopos, jugando con los motivos de la pasión y la desesperación, mientras sus clientes, en busca de lo absoluto, acudían a él, curiosos por saber su futuro. Sin embargo, Max Jacob no pretendía sinceramente ser un vidente, sino que le gustaba jugar con los códigos de la mistificación y la ironía, lo que podía llevar a confusión. De hecho, escribía horóscopos como una forma de entretenimiento o provocación artística, actividades que estaban más relacionadas con su gusto por la fantasía y el burlesque que con una creencia genuina en sus dones proféticos.

Aunque la práctica de las artes adivinatorias en las sociedades modernas queda hoy ligada a la imagen folclórica de una vidente que hecha las cartas en la trastienda de un almacén esotérico para arrojar luz sobre la situación de sus clientes, o acaricia suavemente una bola de cristal para predecir su futuro, parece que esta práctica, en contextos particulares, se está convirtiendo en un género periodístico.

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De hecho, existe hoy una categoría de periodistas que se consideran oráculos y afirman que su capacidad de predecir el futuro es una forma de excelencia periodística. Estos analistas, a menudo en desacuerdo con los hechos, se basan en conjeturas e interpretaciones sesgadas para alimentar la narrativa de los medios. Su tendencia a dramatizar los acontecimientos y hacer predicciones delirantes, es digna de tarotistas que transforman el periodismo en un espectáculo, donde la mentira se presenta como una evidencia. Esta práctica adivinatoria puede crear una ilusión de competencia y al mismo tiempo contribuir a la desinformación y la confusión en la opinión pública.

En los vericuetos de la actualidad, hemos descubierto recientemente la figura de un experiodista marroquí, residente en Madrid, que también se dedicó al arte de la cartomancia. A diferencia de Max Jacob de París, cuyas palabras bailaban al ritmo de las estrellas y fascinaban las mentes curiosas de los salones literarios, donde todos querían un poco de misterio para suavizar la realidad, nuestro analista/adivino de Madrid, parece convertirse en un intermediario imprescindible para ciertos medios de comunicación españoles, deseosos de descubrir los secretos de un Marruecos que les parece demasiado enigmático. Al ofrecer su «experiencia» en la tirada de cartas, proporciona a los periodistas sus habilidades adivinatorias, que tanto necesitan para pimentar sus artículos de prensa dedicados a aquel incomprensible vecino del sur.

Mientras que al bohemio periodista y escritor parisino, sin pretender ser un vidente, le gustaba jugar con los códigos de la mistificación y la ironía, el periodista marroquí autoexiliado en Madrid, parece haberse tomado demasiado en serio su papel de tirador de cartas. Impulsado por el deseo de saldar no sé qué cuentas, se dedica a la lectura de cartas del tarot como herramienta analítica para predecir el futuro de Marruecos a quienes lo desean.

En las oficinas de las redacciones españolas, sus visiones, siempre oscuras, ofrecen una lectura de la situación en Marruecos, que se sumerge en interpretaciones catastrofistas y melancólicas a la vez. Para el exjefe de prensa marroquí, el acto de echar las cartas no es ni entretenimiento ni metáfora, sino un compromiso serio que consiste en iluminar a sus interlocutores sobre las «realidades» marroquíes, a menudo percibidas en Madrid como enigmas difíciles de resolver, y es así como lo presentó recientemente el diario digital español El Independiente durante una larga entrevista. Se trata de alguien que «sabe bien los derroteros del régimen alauí» y que se percibe como un tipo fascinante ya que «su análisis y conocimiento sobre los entresijos de Marruecos constituye un tesoro«… Verdaderamente un tesoro brillante, aunque no todo lo que brilla es necesariamente oro, al parecer.

De las quince preguntas que se le hicieron sobre Marruecos en dicha entrevista, un tercio estaba dedicado al futuro. El periodista español observaba con gran fascinación y fervor cómo el adivino manejaba sus cartas :

  • —«Y qué piensa usted en este momento del plan de autonomía para el Sáhara?», le pregunta.

El analista/vidente baraja sus cartas, las corta, saca una, dos, tres…siete, no importa lo que haga con su soporte adivinatorio, porque lo esencial es lo que sale de su boca:

  •  —«Marruecos no está calificado para la autonomía del Sáhara; Es un país constitucionalmente subdesarrollado».

Otra pregunta sobre el futuro del país:

  • —«Todavía hay espacio para democratizar Marruecos?».

Otra lectura de cartas y el adivino responde con firmeza y seguridad:

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  •     —«Este régimen no está dispuesto a democratizarse».

Una pregunta más, centrada en el destino de este enigmático país:

  •  —«Es Marruecos hoy sostenible a largo plazo?».

Nuestro analista/vidente despliega sus cartas, toma dos, sus ojos se cierran por un momento, luego se abren con una nueva intensidad:

  • «No creo que este tipo de gobierno sea sostenible… Hay buenas noticias en la historia reciente de Marruecos, que para mí son geniales… la sociedad civil, el Rif».

El vidente marroquí emite una sonrisa cómplice invitando al periodista español a hacer más preguntas orientadas al futuro, como si ya pudiera percibir sus pensamientos más profundos, y el periodista le pregunta:

  • —«Habrá un nuevo levantamiento en el futuro?».

Una vez más, baraja, corta, mezcla y saca tres cartas que coloca cuidadosamente sobre la mesa, luego toma una para interpretarla y adivina adivinanza afirma con un tono reflexivo et sereno :

  • —¡¡«El levantamiento popular es inevitable»!!

Es así como algunos periodistas parecen haber cambiado sus teclados por las cartas del tarot, el rigor del análisis por la práctica de la adivinación. Fingiendo ser capaces de leer el futuro como los adivinos, no se contentan con explicar el presente, profetizan el futuro con una confianza que haría palidecer a Nostradamus.

Algunos periodistas españoles, tan pronto como mencionan Marruecos, parecen creer que todo está permitido para ellos, en particular la difusión de información no verificada, la confusión intencional entre la información y la opinión, el sensacionalismo y la manipulación emocional, así que la reproducción neocolonialista de aquellos estereotipos sobre “el extraño vecino del sur”, pero la práctica más arriesgada que va en contra de los principios deontológicos del periodismo, es el hecho de que estos periodistas españoles se conforman en todo lo que publican sobre Marruecos, con una fuente única, interesada e insignificante, una fuente constituida por un círculo estrecho de amistades, que corresponde perfectamente a su agenda mediática y su esquema ideológico. Este tipo de periodismo al ser totalmente incapaz de producir un conocimiento objetivo y contextualizado sobre Marruecos, transmite a la opinión pública española una imagen errónea y negativa de un país amigo, que se supone ser un socio estratégico imprescindible.

La prensa española es a menudo criticada por su tendencia a favorecer la opinión sobre la información, probablemente por razones relacionadas con la polarización política que difumina las fronteras entre ambas, así como por el modelo económico que favorece a los medios de opinión. Sin embargo, cabe precisar que el problema del discurso mediático en España sobre Marruecos, no es una cuestión de opinión, sino más bien una problematica de estereotipos y clichés.

Existen actualmente muchos periodistas en España que hacen un esfuerzo notable para ofrecer una visión auténtica de la realidad marroquí e informar de manera profesional a la opinión pública española sobre el Marruecos de hoy, sus problemas, sus progresos y las dinámicas que pone en marcha como socio y vecino comprometido con la cooperación por la paz, el desarrollo y la estabilidad, pero también siguen existiendo algunos periodistas que cada vez que se trata de Marruecos acuden al imaginario neocolonial cargado de ignorancia, de cliches simplistas, estereotipos esquemáticos y prejuicios reductivos. Si bien el antimarroquismo que de vez en cuando aflora en percepciones mediaticas y discursos políticos, no deja de ser un fenómeno marginal, las prácticas periodísticas de algunos medios constituyen un verdadero caso típico de la marrocofobia.

*Exministro e investigador en sociologia de la comunicación.

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