Rue20 Español/ Rabat
Por años, la «Mezquita de París» ha sido un símbolo de la presencia musulmana en Francia, presentada como un espacio de culto y diálogo interreligioso. Sin embargo, bajo la dirección de Chems-eddine Hafiz, su rector desde 2020, esta institución ha adquirido un inquietante rol político al servicio del régimen militar argelino. Hafiz, lejos de limitarse a sus funciones religiosas, se ha convertido en un actor clave en la agenda de Argel, utilizando la mezquita como una herramienta de propaganda y control sobre la diáspora argelina en Francia.
Las recientes denuncias, particularmente las del opositor argelino Chawki Benzahra, revelan cómo la mezquita se ha transformado en un instrumento para promover el odio y silenciar las voces críticas del régimen de Argel. Benzahra, conocido por su apoyo a la soberanía marroquí sobre el Sahara, ha sido objeto de amenazas de muerte tras exponer las operaciones de influencia lideradas desde la mezquita. Estas acusaciones se suman a otras que vinculan a Hafiz con una campaña sistemática para desestabilizar Francia mediante la radicalización de ciertos sectores de la comunidad musulmana.
En su comunicado reciente, la «Mezquita de París» ha condenado lo que califica como una «campaña calumniosa» en su contra por parte de algunos medios franceses, como CNews. Este comunicado intenta desvincular a la institución de las acusaciones de interferencia política, subrayando su carácter de asociación francesa y su contribución histórica al diálogo entre Francia y Argelia. Sin embargo, la referencia explícita a los «fuertes vínculos históricos con Argelia» no hace más que reforzar las sospechas sobre su papel como un brazo político de la junta militar argelina.
La mezquita afirma en el mismo comunicado que sus críticas provienen de su oposición a la extrema derecha en las elecciones de 2024. Sin embargo, este argumento parece un intento por desviar la atención del verdadero problema: el uso de una institución religiosa como plataforma política en beneficio de un régimen autoritario. Además, la falta de transparencia financiera y la estrecha relación de Hafiz con altos funcionarios argelinos refuerzan las dudas sobre la independencia de la mezquita.
El caso de la «Mezquita de París» va más allá de una simple disputa política o mediática. Revela cómo el régimen argelino ha logrado infiltrarse en instituciones clave en Francia para promover su agenda. El Ministerio del Interior francés ya ha comenzado a investigar la influencia ejercida por los operadores del régimen argelino en la gestión de la mezquita, un paso necesario pero insuficiente. Las autoridades francesas no pueden seguir ignorando este problema, especialmente cuando se trata de preservar la laicidad y garantizar que las comunidades religiosas no sean utilizadas como herramientas de injerencia extranjera.
Es hora de que Francia investigue a fondo las actividades de la «Mezquita de París», exigiendo claridad sobre sus vínculos con Argelia y garantizando que los lugares de culto permanezcan al margen de agendas políticas. La defensa de los principios republicanos y la protección de los musulmanes franceses de cualquier manipulación son una prioridad para preservar la paz social y la convivencia en el país.
