Rue20 Español/ Uxda
Argelia no cesa en su manía de hostigar a sus vecinos, y ahora es Mauritania quien sufre las consecuencias de esta política de intimidación. Las incursiones del ejército argelino en territorio mauritano, como la reciente entrada de sus fuerzas en la región de “Chakat”, son un ataque directo contra la soberanía de Nuakchot y un nuevo episodio de las prácticas invasivas del régimen militar argelino.
En el último incidente, tropas argelinas cruzaron dos kilómetros dentro del territorio mauritano y confiscaron una camioneta perteneciente a un minero que operaba legalmente. Este acto no es un caso aislado. En diciembre pasado, una patrulla argelina se adentró ocho kilómetros en Mauritania y atacó a mineros locales bajo el pretexto de combatir el terrorismo, una excusa que ya se ha convertido en una constante para justificar abusos en la región.
Estos actos ponen de manifiesto la absoluta falta de respeto del régimen argelino por los principios de buena vecindad y la legalidad internacional. Mientras pregona discursos de autodeterminación y respeto a los pueblos, Argelia aplica en su propia región una política de arrogancia territorial y agresión, actuando como si sus límites nacionales fueran una mera sugerencia.
Mauritania, un país soberano y pacífico, ve cómo su estabilidad y seguridad se tambalean por la insistencia de Argelia en trasladar su caos interno más allá de sus fronteras. Este comportamiento afecta a Mauritania y también amenaza con encender nuevas tensiones en una región ya frágil.
Este desdén por la soberanía mauritana es coherente con el mismo modus operandi que emplean en su política exterior, basada en la desestabilización de los vecinos para desviar la atención de los problemas internos de su país.
Argelia, que se presenta como defensora de los derechos de los pueblos, tiene en casa un régimen militar incapaz de atender las necesidades de su propia población. Mientras sus ciudadanos padecen precariedad, sus generales se dedican a aventuras fronterizas que solo buscan consolidar un poder basado en el miedo y la manipulación.
La comunidad internacional, especialmente los aliados de Mauritania, deben tomar una posición firme ante estas provocaciones. Argelia no puede seguir actuando como un gendarme descontrolado que pisotea la soberanía de los países vecinos bajo el silencio cómplice de quienes deberían exigirle cuentas.
Mauritania no está sola en esta lucha por defender su soberanía. Las voces de la región, Marruecos incluido, deben alzarse para denunciar estas violaciones y garantizar que las fronteras no se conviertan en un tablero donde el régimen militar argelino juegue sus partidas de agresión.
¿Hasta cuándo permitirá el mundo que un régimen obsoleto continúe desestabilizando el Magreb y hostigando a sus vecinos? La respuesta no puede seguir siendo el silencio.
