Rue20 Español/ Uxda
La política exterior de Argelia vuelve a ser objeto de crítica, esta vez por su torpe intento de imponer su narrativa sobre el Sahara marroquí en el panorama mediático mauritano. El reciente episodio protagonizado por el exembajador argelino en Nuakchot, Mohammed Ben Attou, ejemplifica el modelo de diplomacia coercitiva del régimen militar argelino, que pretende convertir a sus vecinos en satélites de su ideología.
Ben Attou solicitó sancionar al sitio web mauritano AnbaaInfo por mantener una postura editorial independiente que desafiaba las afirmaciones argelinas sobre el Sahara. El gobierno mauritano, no obstante, reafirmó su compromiso con la libertad de prensa y rechazó las presiones del diplomático, dejando claro que la soberanía mauritana no está en venta. Este rechazo culminó en una queja formal de Mauritania contra Argelia y la posterior destitución de Ben Attou, en lo que parece una admisión implícita de su fracaso.
No es la primera vez que Argelia intenta manipular a los medios mauritanos. En noviembre de 2023, Ben Attou ya había acusado a ciertos periodistas locales de ser «mercenarios» al servicio de Marruecos. Tales acusaciones, acompañadas de amenazas y propaganda, reflejan el desprecio del régimen militar argelino hacia las reglas más básicas de la diplomacia y el respeto mutuo entre naciones.
El intento de controlar a la prensa mauritana es una extensión de la política obsesiva de Argelia hacia Marruecos. Incapaz de superar su rivalidad histórica, el régimen de los generales parece dispuesto a sacrificar su relación con Mauritania en su afán por desacreditar a Rabat. Pero esta estrategia coercitiva no hace más que evidenciar la debilidad de un sistema que recurre a la intimidación y la propaganda para suplir su falta de legitimidad.
Mauritania, al resistir estas presiones, envía un mensaje contundente: la libertad de prensa y la soberanía no son negociables. Este episodio también pone de relieve la necesidad de que la comunidad internacional condene estas prácticas, no solo en defensa de Mauritania, sino para frenar una política exterior argelina que amenaza la estabilidad del Magreb.
Argelia debe comprender que sus intentos de imponer narrativas unilaterales solo refuerzan su aislamiento diplomático. La diplomacia del chantaje y la injerencia no tienen cabida en un mundo donde las relaciones internacionales se rigen por el respeto mutuo y el derecho internacional. Quizá sea hora de que el régimen argelino abandone sus viejas prácticas y comience a construir relaciones basadas en la cooperación, no en la imposición.