Rue20 Español/Rabat
Una vez más, el régimen argelino, aferrado a sus oxidadas tuberías petroleras, intenta por todos los medios comprar un lugar en la mesa de decisiones africana. Parece que los «gerontócratas» no han aprendido nada de las derrotas consecutivas de su política exterior, y recurren al último recurso que les queda: el dinero del petróleo.
El ministro de Asuntos Exteriores argelino, Ahmed Attaf, se ha convertido en una especie de mensajero errante, viajando de país en país con promesas de un cheque en blanco para los líderes africanos. Todo para apoyar a su candidata, Salma Malika Haddadi, en la carrera por la vicepresidencia de la Comisión Africana. Y no es un esfuerzo tímido: hablamos de mil millones de dólares ofrecidos como si fueran caramelos.
Pero claro, ¿qué más puede hacer un régimen que ya no convence a nadie? En lugar de construir alianzas sólidas basadas en el respeto mutuo y la cooperación, Argelia opta por su vieja táctica de «paga y vete». Lo irónico es que, a pesar de los maletines cargados de billetes, sus intentos siguen chocando con la cruda realidad: la falta de credibilidad de su política exterior.
Mientras tanto, Marruecos no necesita recurrir a sobornos para ganarse la confianza de los países africanos. Su enfoque, basado en el desarrollo conjunto, la estabilidad y la cooperación efectiva, ha demostrado ser mucho más eficaz. Marruecos no está ahí para imponer su voluntad, sino para trabajar hombro a hombro con sus socios, algo que los gerontócratas de Argel podrían aprender, si estuvieran dispuestos a mirar más allá de su rancio manual de tácticas.
En definitiva, la carrera por el puesto de vicepresidencia de la Comisión Africana no es más que otro reflejo de la decadencia del régimen argelino. En lugar de buscar soluciones constructivas, siguen aferrados a una mentalidad de compra-venta que solo los aleja más del respeto internacional. Tal vez sea hora de que Argelia, en lugar de tirar sus petrodólares al vacío, invierta en algo más duradero: la dignidad y el buen juicio.
