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miércoles, diciembre 25, 2024

Argelia entre el peso de los uniformes y el clamor de la calle

 

Rue20 Español/Uchda

La Argelia de hoy sigue atrapada en una encrucijada que parece inquebrantable: un sistema político donde los uniformes de los generales pesan más que la voz del pueblo. Desde 2019, el Hirak, ese movimiento ciudadano que exige dignidad, derechos y un cambio auténtico, desafía a una élite militar anclada en el pasado. Sin embargo, cuatro años después, la estructura de poder sigue intacta, maquillada con reformas superficiales que no tocan las raíces del problema.

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El presidente Abdelmayid Tebboune, elegido bajo la tutela de los mismos generales que sostuvieron a Abdelaziz Buteflika durante dos décadas, encarna un liderazgo carente de legitimidad popular. Las elecciones y referendos se han convertido en un teatro político, diseñado para disfrazar un régimen autoritario con una máscara democrática. Pero la calle argelina no ha dejado de clamar por un cambio verdadero, aunque debilitada por la represión constante y la falta de una organización unificada.

Las redes sociales han emergido como un nuevo campo de batalla, donde hashtags como “#Manich Radi” (No estoy contento) o “#Eskaṭ_ennidham” (Derrocar al régimen) simbolizan la indignación colectiva frente a la corrupción, el nepotismo y la falta de oportunidades. Mientras tanto, el régimen insiste en señalar al «enemigo externo», con Marruecos como chivo expiatorio favorito, en un intento de desviar la atención de las auténticas demandas de su pueblo.

La situación de los derechos humanos en Argelia refleja la naturaleza represiva del sistema. Activistas, periodistas y simples manifestantes enfrentan detenciones arbitrarias y juicios amañados. Las libertades básicas están sofocadas por un aparato estatal que ve en cada voz crítica una amenaza existencial. Este clima de persecución afecta de forma poderosa a los argelinos, minando la credibilidad internacional del país, cada vez más aislado en el escenario global.

En el ámbito regional, la política exterior argelina, controlada por los militares, ha exacerbado la inestabilidad. En lugar de contribuir a la seguridad del Sahel, Argelia ha sido acusada de permitir, o incluso apoyar, la actividad de grupos armados para ganar influencia estratégica. Este enfoque, lejos de fortalecer su posición, ha deteriorado las relaciones con sus vecinos y ha generado desconfianza entre sus aliados tradicionales.

Argelia se encuentra en un punto crítico, enfrentando presiones internas y externas que amenazan con desbordar la fachada de estabilidad que intenta proyectar. La verdadera pregunta no es si el régimen podrá mantenerse a flote con sus tácticas de represión y propaganda, sino cuánto tiempo podrá ignorar el clamor de un pueblo que exige dignidad, justicia y un futuro mejor.

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