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domingo, diciembre 22, 2024

#Manich_Radi: el hashtag que desnuda las miserias de un régimen obsesionado con su reflejo

 

Rue20 Español/Rabat

En Argelia, la palabra «revolución» vuelve a asomarse tímidamente, esta vez camuflada en un hashtag: #مانيش_راضي (Manich_Radi: No estoy contento). Un lema sencillo, casi infantil, que ha puesto en jaque a un régimen que lleva décadas comportándose como si el país entero fuera su patio de recreo.

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La cúpula militar, acostumbrada a vivir entre algodones y cargada de condecoraciones, ha descubierto que no todos los argelinos están encantados con su gobierno. Y vaya sorpresa: parece que la gente se cansó de ver cómo los recursos del país se diluyen en absurdas competiciones armamentísticas y apoyo a causas perdidas mientras ellos apenas pueden llenar la nevera.

Los argelinos, hartos de sobrevivir mientras unos pocos prosperan, se han lanzado a las redes sociales y, de paso, a las calles. Desde los barrios más humildes hasta las vastas regiones del sur, el grito de «¡basta!» resuena en vídeos virales que muestran rostros cansados pero decididos. Y no, esta vez no se esconden. Con valentía admirable, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, señalan directamente a los responsables, empezando por el inquilino de turno en el edificio de mando militar.

¿Qué hace el régimen ante esta rebelión digital? Lo de siempre: tapar el sol con un dedo. Han sacado a pasear su maquinaria propagandística, esa que insiste en pintar un país de felicidad y progreso mientras los propios ciudadanos denuncian el hedor a moho que desprende el sistema. Pero las viejas estrategias ya no calan. Por mucho que los medios oficiales cacareen que todo está bajo control, los argelinos saben la verdad: un hashtag no es una simple tendencia; es un termómetro que mide la temperatura del hartazgo.

Lo que ocurre en Argelia con #مانيش_راضي no es un simple berrinche virtual. Es el preludio de algo más grande, de un cambio que ni los generales más encallecidos podrán evitar. Mientras tanto, los argelinos miran al cielo y, con el dedo índice bien alto, lanzan un mensaje claro: «No estamos contentos. Y no nos vamos a callar».

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