Rue20 Español/Rabat
Después de cinco intentos fallidos, Marruecos finalmente logró imponerse como coorganizador de la Copa del Mundo 2030, en asociación con España y Portugal.
Este triunfo ofrece al Reino una oportunidad única no solo para demostrar su experiencia en la organización, sino también para catalizar una dinámica de crecimiento económico.
El presidente del Comité Marroquí de la Copa del Mundo 2030, Fouzi Lekjaa, destacó durante un reciente Consejo de Ministros que este evento iba mucho más allá del deporte.
Según él, la organización de esta competencia representa un paso clave para lograr las ambiciones económicas y sociales de Marruecos, considerando que la mitad de los 36 millones de habitantes del Reino está compuesta por jóvenes menores de 30 años, listos para invertir en esta aventura.
Con seis ciudades marroquíes como anfitrionas de la competencia (Casablanca, Marrakech, Rabat, Tánger, Agadir y Fez) frente a once en España y tres en Portugal, las repercusiones económicas esperadas son colosales.
El sector del turismo, que representa alrededor del 7% del PIB, podría registrar un aumento sin precedentes.
En 2023, Marruecos recibió un récord de 14.5 millones de turistas, una cifra en constante aumento que ya se ha incrementado para 2024 (T3) en más de 100,000. Con millones de visitantes previstos durante el Mundial, los ingresos turísticos podrían experimentar un ascenso fulgurante.
Sin embargo, se necesitarán inversiones masivas para modernizar las infraestructuras.
La FIFA ha destacado el número aún limitado de habitaciones de hotel (Tánger y Fez), lo que ha llevado a Marruecos a acelerar la construcción de nuevos establecimientos.
Los aeropuertos de Casablanca y Marrakech verán duplicada su capacidad para 2030, con el fin de acoger hasta 38 millones de pasajeros, y ellos también ya están siendo objeto de trabajos de ampliación.
Paralelamente, cinco de los seis estadios previstos para albergar los partidos ya están en proceso de renovación, en el marco de los preparativos para la Copa Africana de Naciones 2025.
El futuro Estadio Hassan II, situado entre Casablanca y Rabat en Mansouria (provincia de Benslimán), será una auténtica joya arquitectónica, con una capacidad de 115.000 plazas.
Es muy probable que la final de la Copa del Mundo 2030 se celebre en este excepcional Estadio, un edificio destinado a marcar la historia deportiva y arquitectónica de Marruecos.
Sin embargo, la ambición del proyecto no se limita a la construcción del recinto deportivo; alrededor del futuro Estadio Hassan II, situado en 100 hectáreas en la región de Mansouria, está previsto un vasto programa de desarrollo urbanístico. Este incluye la creación de nuevos barrios modernos, concebidos para ser espacios de vida funcionales y sostenibles.
Estos barrios verán a la larga la aparición de universidades, viviendas modernas e infraestructuras sanitarias y de proximidad, que responderán a las necesidades de los habitantes y los visitantes.
Este proyecto no es una simple visión idealista o un ejercicio de comunicación. Se trata de una realidad sobre el terreno respaldada por planes detallados y colaboraciones entre gabinetes de arquitectura marroquíes e internacionales.
Al transformar Mansouria en un centro dinámico y atractivo, Marruecos pretende reforzar su imagen y ofrecer a su población infraestructuras que perduren mucho más allá de la Copa del Mundo.
La integración de una universidad en este complejo simboliza la importancia que se concede a la formación y la educación, mientras que los servicios de proximidad a disposición de los residentes tienen como objetivo crear un marco de vida óptimo.
Este desarrollo, aunque ambicioso, refleja la voluntad de Marruecos de asociar las infraestructuras deportivas y el progreso social en una visión coherente de crecimiento y modernización.
A pesar de este entusiasmo, algunos observadores se preguntan sobre la capacidad de Marruecos para hacer realidad estas ambiciones.
Estos destacan una tasa de desempleo cercana al 14%, que el Gobierno se esfuerza por reducir con la creación de numerosos puestos de trabajo, y una economía aún algo afectada por la pandemia de COVID-19, de la que Marruecos se está recuperando lenta pero seguramente.
A esto hay que añadir las incertidumbres climáticas, en particular los efectos de la sequía en la agricultura, que siguen siendo una espina clavada en el pie del Reino, y el reto es inmenso.
Pero Marruecos sabrá estar a la altura. Viendo el entusiasmo ante el anuncio de la organización, no hay lugar a dudas. La capacidad de lucha y de la sociedad, el patriotismo y la voluntad férrea de encontrar la felicidad son otras tantas esperanzas manifiestas para que esta CDM 2030, que tanto le importa a cada marroquí, sea un éxito.
Dicho esto, el gobierno apuesta por un plan a horizonte 2030, iniciado en 2021, para relanzar sectores estratégicos en plena expansión como el del automóvil, la aeronáutica y los fosfatos. De hecho, el Reino se ha embarcado en proyectos grandiosos sin esperar la confirmación.
El informe de costo-beneficio de este evento será examinado con atención. Si bien las proyecciones económicas son ambiciosas, tendrán que enfrentarse a la realidad del terreno. Sin embargo, Marruecos parece decidido a afrontar este reto y a convertir este evento en un catalizador de cambio duradero.
La Copa del Mundo 2030 constituye una etapa crucial en la historia contemporánea de Marruecos.
Simboliza una confianza renovada en su potencial económico, su estabilidad política y su capacidad para movilizar sus recursos.
Más allá del aspecto deportivo, este evento es una invitación a construir un futuro en el que la prosperidad económica y el desarrollo sostenible vayan de la mano.
La historia juzgará si este impulso se traducirá en resultados concretos, de lo que ningún marroquí duda. Pero, hasta entonces, Marruecos puede soñar legítimamente con un futuro en el que la ambición y la realización se encuentren.
