Rue20 Español/Rabat
En un mundo que lucha por avanzar hacia la justicia, el fenómeno del reclutamiento de niños en conflictos armados sigue siendo una cicatriz imborrable en la conciencia colectiva. Recientemente, el Centro Internacional para la Prevención del Reclutamiento de Niños, con sede en Dajla, expuso un informe escalofriante sobre esta práctica, que pone en evidencia cómo los grupos armados, entre ellos la banda terroseparatista del Polisario, instrumentalizan a los más vulnerables en aras de agendas políticas y militares inhumanas.
El Polisario, amparado y financiado por el régimen argelino, ha convertido los campamentos El Polisario, amparado y financiado por el régimen argelino, ha convertido los campamentos de Tinduf en una fábrica de niños soldados. Estos menores, arrancados de su infancia, son adoctrinados, entrenados y enviados a combatir en una guerra que no entienden. Pero no solo se les arrebata su infancia; se les inculca un odio visceral hacia Marruecos, un adoctrinamiento que los aleja de la posibilidad de reconciliación y los convierte en víctimas y herramientas de una narrativa destructiva.
El informe también resalta la falta de un sistema de registro fiable en los campamentos, lo que permite al Polisario operar con total impunidad. La ausencia de cálculos precisos sobre el número de niños involucrados no hace sino agravar el problema, convirtiéndolo en un «crimen invisible». Es difícil no preguntarse: ¿Cuándo rendirá cuentas Argelia ante la comunidad internacional por su complicidad en este abuso sistemático?
El contraste con la postura de Marruecos no podría ser más evidente. El Reino trabaja para promover la paz y el desarrollo en sus provincias del sur, mientras que Argelia y el Polisario perpetúan el sufrimiento de niños que deberían estar en las escuelas, no en campos de entrenamiento militar. Es hora de que los organismos internacionales dejen de ignorar esta realidad y actúen con la contundencia necesaria.
Porque no se trata solo de niños soldados; se trata del futuro de una región entera que, bajo el yugo del Polisario y la indiferencia argelina, corre el riesgo de perder otra generación a las llamas del conflicto. Alzar la voz no es suficiente. Hace falta acción, investigación y, sobre todo, justicia para quienes no tienen voz. El reclutamiento de niños es un crimen de guerra y una mancha imborrable en el alma de la humanidad.