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El Abbas Tahri Joutey Hassani
El vecindario del Viejo Continente nunca ha sido tan incierto. El barco de la Unión Europea está haciendo agua por todas partes. Entre la reconfiguración del mapa político mundial, los conflictos armados y la morosidad económica, Bruselas busca tranquilizarse como puede. En estos tiempos turbulentos, se necesitan aliados fiables.
En vista de la historia común y las experiencias pasadas, Marruecos puede ser uno de los socios más cercanos de la UE, que sigue con cautela los ilegibles desarrollos en Siria tras el derrocamiento de Bashar Al-Assad.
Aunque largamente deseada, la caída del régimen dictatorial de Damasco no ha hecho más que añadir una nueva capa a las preocupaciones europeas.
Estos últimos temen que este país del Mediterráneo oriental, no lejos de sus fronteras, se transforme en un segundo Afganistán, ya que la estructura de la oposición armada está formada por antiguos miembros de Al-Qaeda.
Es una auténtica pesadilla para los países europeos. Aunque los funcionarios hasta ahora mantienen posiciones mesuradas, los líderes de opinión gritan a los cuatro vientos sus temores de que resurjan las actividades terroristas en su suelo.
El brusco cambio en Siria se produce apenas unas semanas después de otro cataclismo en Estados Unidos con la elección de Donald Trump, un partidario de la desvinculación de su país de los conflictos exteriores (America First).
Una actitud que no arregla en absoluto los asuntos de los europeos, que siempre se han apoyado en el papel estadounidense dentro de la OTAN (guerra en Ucrania) y en Oriente Medio. La nueva situación pone a los europeos ante desafíos de seguridad de gran envergadura.
Esta digresión era necesaria para comprender la importancia capital de la relación con Marruecos, que ha honrado constantemente sus compromisos pero que empieza a estar harto de la cacofonía y las disonancias entre las numerosas estructuras de la UE; desgarrada entre Bruselas y Luxemburgo, donde jueces mal aconsejados deciden la suerte de los vínculos diplomáticos de 27 países con el resto del mundo.
Este sentimiento de hartazgo resuena aún después de las palabras pronunciadas, el 25 de noviembre de 2024, por el ministro de Asuntos Exteriores Nasser Bourita con el Comisario de Política de Vecindad, Oliver Varhelyi.
«El Reino espera que la Unión Europea demuestre su compromiso con la asociación mediante actos y no palabras», afirmó Bourita.
El ministro destacó que la UE debe proteger esta asociación contra «el chantaje y el acoso jurídico y económico», en referencia a las recientes decisiones controvertidas del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE).
Cuando alguien tan diplomático como Bourita pronuncia este discurso, demuestra que la paciencia de Marruecos ha llegado a su fin.
Parece que la reprimenda marroquí ha surtido efecto en Bruselas. Recién nombrada Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, la estonia Kaja Kallas, dedicó ayer lunes, 9 de diciembre, su primer contacto con un responsable de la región del Magreb y África al jefe de la diplomacia marroquí.
«Sé que podemos contar con Marruecos para reforzar nuestras relaciones de larga data y afrontar los retos juntos», declaró la Sra. Kallas, en un post X tras una conversación telefónica con el Sr. Bourita dedicada a cuestiones bilaterales y regionales de interés común.
La prioridad concedida a la toma de contacto con la diplomacia marroquí es una señal de la urgencia de mantener un canal de comunicación con el país más seguro del norte de África, según todas las clasificaciones mundiales, y el socio más fiable de la UE, en opinión de muchos de sus responsables actuales y antiguos.
Cabe recordar que los jueces del TJUE habían arrojado una piedra en el estanque, a dos días del final de su mandato (6 de octubre), al pronunciar la anulación de los acuerdos de pesca y agricultura que vinculaban a Marruecos con la UE.
Esta decisión descontextualizada y políticamente sesgada amenaza con perturbar una asociación esencial, especialmente para países europeos como España, cuyas economías locales dependen de los recursos marroquíes.
En un mundo cada vez más multipolar, Marruecos ha conseguido establecer asociaciones con todos los principales actores de la escena internacional.
Le resultará más fácil pasar página de la UE, que ya no es tan esencial para las exportaciones marroquíes. Incluso la ayuda al desarrollo que se presta al Reino sigue siendo irrisoria y no pesa mucho en la balanza.
Ahora la cuestión es si Bruselas podría encontrar un socio tan digno de confianza para hacer frente al desorden y la inseguridad que se avecinan. La experiencia ha demostrado que la respuesta es simplemente negativa.