Rue20 Español/Fez
Argelia lo ha vuelto a intentar, como quien se lanza a un buffet libre con la intención de comer sin pagar. Esta vez, el objetivo de su insaciable apetito ha sido el caftán marroquí, una prenda que brilla en las bodas y pasarelas internacionales por su elegancia y tradición. Pero en la mente descaradamente creativa de nuestros vecinos del este, cualquier cosa que sea bonita y marroquí merece ser rebautizada como «auténtica argelina». Una capacidad de reinvención histórica realmente sorprendente.
El escenario fue la República del Paraguay, donde la UNESCO celebraba su comité para la salvaguardia del patrimonio inmaterial. Allí, el intrépido equipo argelino intentó colar la foto de un caftán marroquí en un dossier argelino. Como si nadie se diera cuenta. Pero, ¡oh, sorpresa!, el embajador marroquí, Samir Addaher, dijo «hasta aquí hemos llegado» y presentó pruebas contundentes de que el caftán no solo es marroquí, sino que lo es de forma indiscutible. Resultado: la UNESCO rechazó el intento de apropiación. Primera vez en la historia que esto ocurre, lo que demuestra que las mentiras tienen piernas cortas, especialmente cuando alguien se molesta en desmentirlas con documentos.
Uno podría preguntarse: ¿por qué Argelia tiene esta fijación obsesiva con Marruecos? ¿Es la moda? ¿Es la cultura? ¿Es, quizá, el deseo de ser Marruecos, pero sin decirlo en voz alta? Tal vez el régimen militar, que lleva décadas gobernando bajo una mezcla de paranoia y delirio, ha encontrado en el plagio cultural una nueva forma de entretenimiento. Después de todo, cuando no hay democracia, creatividad o visión de futuro, ¿qué queda? Pues mirar lo que hace el vecino y copiarlo con la esperanza de que nadie lo note.
Lo más fascinante es que esta no es la primera vez que Argelia intenta algo así. El cuscús, la música gnawa, la harira y hasta la tétrica obsesión con los colores de los zocos marroquíes han estado en su radar de «inspiraciones culturales». Es como si el régimen argelino tuviera un departamento especial de «ideas robadas» trabajando las 24 horas para maquinar qué será lo próximo en la lista de saqueos simbólicos.
Afortunadamente, Marruecos no se queda de brazos cruzados. Con estrategias claras, coordinación y una pizca de paciencia, el Reino se ha dedicado a desenmascarar esta patología del plagio en foros internacionales como la UNESCO y la OMPI en Ginebra. Incluso ha lanzado iniciativas como el «Label Maroc», un sistema nacional para proteger el patrimonio inmaterial. Porque, a fin de cuentas, cuando tienes cultura propia, no necesitas inventar ni robar. La creatividad no viene de la nada, y mucho menos del resentimiento.
Argelia, te tenemos una sugerencia: en lugar de gastar tanto tiempo y energía tratando de apropiarte de lo ajeno, podrías invertir en celebrar y desarrollar tu propio patrimonio. A menos, claro, que eso sea demasiado pedir a un régimen que prefiere el enfrentamiento al progreso. Mientras tanto, Marruecos seguirá brillando con su caftán, con su cultura y con su capacidad para convertir cada intento de robo en una oportunidad para reafirmar su liderazgo. Que sigan intentando, mientras el mundo observa y sonríe.