Rue20 Español/Rabat
Aquellos que apostaron a que la hora de la verdad entre París y Argel se pospondría a una fecha indefinida, parecen ser desmentidos por los hechos.
Esta hora casi llegó el día en que las autoridades argelinas, pensando en sancionar a Francia por su postura sobre el Sáhara marroquí, consideraron congelar las operaciones económicas y comerciales entre los dos países. El régimen argelino dio marcha atrás cuando se dio cuenta del alcance suicida de la decisión.
Hoy, esta hora de la verdad parece llegar con la detención del escritor franco-argelino Boualem Sansal. Se le reprocha a este reconocido intelectual francófono haber emitido verdades históricas sobre el proceso de formación de los Estados en el Magreb, realizando una comparación entre las virtudes del Reino de Marruecos y las fallas del régimen militar argelino.
La detención de Sansal provocó una inmensa conmoción en Francia dentro de la clase mediática y política. Todos pidieron al presidente Emmanuel Macron que hiciera todo lo posible para obligar a las autoridades argelinas a liberar a Sansal y permitirle regresar a Francia, de la cual tiene la nacionalidad por reintegración.
Este caso Sansal es de gran gravedad porque dará lugar a un verdadero pulso político entre París y Argel.
Quienes escudriñan los entresijos de la relación entre los dos países, que a menudo varían entre tensiones y efervescencias, saben que el desafío político, tanto para el régimen de Tebboune como para el presidente Macron, es inmenso.
O la palabra presidencial francesa es escuchada y esta detención no será más que un lúgubre episodio en la larga letanía de fallas y fracasos del régimen argelino. O no tiene ningún efecto y esto relanza de manera abrasiva la muy tensa relación entre Francia y Argelia.
Emmanuel Macron está obligado a reaccionar y proceder a una gran clarificación con el régimen argelino.
Mucho antes de la desventura de Sansal, muchas voces se mostraban muy activas en una demanda de sanciones frente a un régimen que utiliza abiertamente el odio a Francia como combustible de su existencia y movilización.
En ese momento, se habían mencionado muchas vías de sanción. La anulación pura y simple del famoso acuerdo de 1968 sobre inmigración que otorga preferencia a la mano de obra argelina, un control más estricto de los flujos financieros entre los dos países, una revisión de las facilidades de visado concedidas a la nomenclatura militar argelina, junto con un posible congelamiento de sus bienes mal adquiridos en Francia.
Se supone que esta panoplia de medidas disuade en el difícil diálogo entre Macron y Argelia. Para los más mordaces, sólo se menciona como último recurso para intentar hacer entrar en razón a un régimen argelino embriagado por una peligrosa huida hacia adelante y una irracionalidad de consecuencias incalculables.
Tanto en el caso de Kamal Daoud, donde el escritor franco-marroquí Tahar Ben Jelloun, miembro de la Academia Goncourt, es acusado por el régimen argelino de haber favorecido la obtención del prestigioso premio literario para dar visibilidad mediática a la década negra argelina, como en el caso de la detención de Boualem Sansal, la relación con Marruecos está en el centro de las gestiones argelinas. Argel nunca ha perdonado a París su reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre su Sáhara y el régimen argelino busca todos los medios para expresar este mal humor.
Salvo que esta vez, con el espinoso caso Sansal, los dos países alcanzan un nivel de tensión y exigencias de concesiones lo suficientemente agudo como para provocar esa deflagración diplomática tantas veces aplazada por razones de realpolitik.
Para gran desgracia del régimen argelino, Emmanuel Macron no podrá seguir indefinidamente dando la espalda a sus numerosas provocaciones.
Él, el hombre que al inicio de su mandato en el Elíseo fue acusado de ser víctima consentida de un tropismo argelino sin precedentes, podrá sin duda ser el presidente francés que hablará con lenguaje de verdad y firmeza a un régimen argelino que utiliza el odio a Francia y la renta memorial como instrumento de existencia política.
Es en este contexto que hay que esperar que esta particular relación entre Francia y Argelia pueda experimentar chispazos y decisiones inesperadas.