Rue20 Español/ Fez
Walid El Moumen
El arraigo del ejército en el régimen de Argel se ha convertido en un cáncer difícil de extirpar. Con el nombramiento del jefe del Estado Mayor, Said Chengriha, como ministro delegado ante el Ministro de Defensa en Argelia, esta teoría se consolida aún más como una realidad absoluta.
Esta nueva asignación es vista por varios expertos como un regalo del presidente Abdelmadjid Tebboune al jefe del Estado Mayor, agradeciéndole el apoyo ofrecido durante su candidatura para la renovación de su residencia en el Palacio de Al Mouradia.
El nombramiento de Chengriha refuerza la influencia del Ejército en los ámbitos civil y político, reflejando la estrecha relación entre la Presidencia y las Fuerzas Armadas, según indican informes.
El nuevo rol de Chengriha, quien estuvo entre los retenidos durante la Guerra de las Arenas en 1963, le permitirá intervenir directamente en decisiones políticas y estratégicas, dejando de ser la sombra de algún alto responsable argelino. A partir de ahora, formará parte de los consejos de Gobierno y de Ministros.
Esta maniobra, aparentemente dirigida por el propio presidente Tebboune, ha sido percibida por la oposición como una violación de los principios constitucionales. Argumentan que el Ejército actúa como el verdadero poder gobernante, relegando a las instituciones civiles a una mera fachada.
El régimen de Argel se asemeja mucho al de la República Romana durante la primera etapa del mandato de Julio César como cónsul, cuando servía a los intereses de Pompeyo y Craso. Tebboune, ahora, parece estar replicando este modelo con Chengriha y sus militares.
Sin embargo, esto no es nuevo en la Argelia postcolonial. Ya existen precedentes históricos, como la presión ejercida por los generales en los años 90, durante el mandato de Chadli Bendjedid, para controlar el poder político y frenar el avance de los grupos islamistas.
La iniciativa de Tebboune parece buscar una mayor alineación entre la Presidencia y el Ejército, garantizando una conexión sólida y evitando conflictos internos en el poder. Una estrategia similar fue empleada por el difunto presidente Abdelaziz Bouteflika y su aliado, el general Gaid Salah, para erradicar al Hirak, movimiento que no se detuvo hasta la sexta semana del mandato del nuevo presidente, Abdelmadjid Tebboune.