Rue20 Español/ Rabat
Mohamed Benabdelkader*
Para entender mejor por qué el régimen argelino sigue favoreciendo el statu quo en el asunto del Sáhara, y por qué no se da cuenta de que su agenda separatista es cada vez más remota e insostenible, hay que leer un libro excepcional, Don Quijote de la Mancha, la obra maestra de Miguel de Cervantes. No es porque Don Quijote fuera un soñador demente que confundía sus alucinaciones con la realidad, ni porque a menudo se embarcaba en aventuras descabelladas, que le llevaban a luchar contra molinos de viento que confundía con gigantes, sino porque esta percepción perturbada de la realidad que padecía nuestro caballero andante, más allá de un síntoma común de la esquizofrenia, es precisamente el resultado de una confusión en el tiempo, consistente en atribuir a una época lo que se adscribe a otra. Acaso el conflicto artificial por el Sáhara marroquí, no refleja, en cierto modo, una fuerte desorientación temporal en el régimen argelino?
El Quijote es ciertamente fascinante desde el punto de vista psiquiátrico, pero también profundamente inspirador, en la medida en que explora no sólo las ideas de heroísmo y locura, sino también la muy fina línea que separa la realidad de lo imaginario, el pasado del presente. Así pues, me parece que este síndrome confusional está en el corazón de la increíble obstinación con la que Argelia prosigue su aventura separatista, temeraria, absurda y sin sentido.
Cuando el héroe cervantino se ve envuelto en ridículos enfrentamientos, llama nuestra atención sobre el tema central de la obra, a saber, la cuestión del anacronismo, sus complejos desplazamientos y tensiones relacionales, que marcan la transición del mundo acabado y cerrado de la épica, a la dimensión problemática y cuestionadora de la modernidad.
El anacronismo en El Quijote se manifiesta en el desfase entre los ideales caballerescos del protagonista y la realidad moderna de su tiempo. El anacronismo en la agenda separatista de Argelia, reside esencialmente en la confusión entre las percepciones de un pasado superado y las complejidades de la realidad actual, lo que da lugar a una glorificación delirante del yo, de la memoria de un «millón y medio de mártires», de un Estado que ayer fue la «Meca de los revolucionarios», de un país que hoy representa una «fuerza de choque» y que se presenta como el «ferviente defensor del derecho a la autodeterminación de los pueblos».
Don Quijote, en su intento de revivir los valores de una época pasada, resulta a la vez trágico y cómico, lo que destaca lo absurdo de sus aventuras heroicas en un mundo cambiante. Al persistir en sus temerarias maniobras contra la integridad territorial de Marruecos, Argelia se muestra incapaz de asumir las responsabilidades que exige la nueva configuración geopolítica. Al soñar con recuperar aquella diplomacia «antiimperialista» que ejercía cuando creía «hablar en nombre de un tercio de la humanidad», Argelia se encuentra no sólo esclerosada en la aridez de los dogmas tercermundistas, sino incapaz de hacer oír su voz, ya sea en el seno de la Liga de Estados Árabes o con sus vecinos africanos y mediterráneos.
El anacronismo en el Quijote conduce a una posición ridícula, ya que pone de relieve la distancia entre los ideales caballerescos del protagonista y la realidad contemporánea. Al intentar revivir valores obsoletos, Don Quijote se convierte en una figura cómica, subrayando la irrisión de su comportamiento frente a un mundo que ha evolucionado completamente. Este contraste crea una parodia que expone no sólo lo absurdo de sus acciones, sino también, la vulnerabilidad humana frente a ideales caducos, haciendo que su heroísmo sea a la vez trágico y risible.
También cabe destacar que el aspecto cómico del Quijote, prevalece sobre el trágico, debido al constante desfase entre las acciones del héroe y la realidad que le rodea. Al erigirse en caballero andante, Don Quijote actúa con excesiva seriedad, creando una situación burlesca ante sus fracasos y su incapacidad para comprender el mundo moderno. Sin embargo, no hay que olvidar que, al encarnar los valores caballerescos en un mundo moderno, Don Quijote ilustra la lucha por la justicia y el honor, a pesar de sus repetidos fracasos. Su idealismo frente a la realidad destaca la importancia del compromiso ético y la búsqueda de sentido, incluso cuando estos ideales parecen anticuados. Así, aunque su comportamiento anacrónico se considere a menudo absurdo, nos recuerda el valor de la integridad y la empatía en un mundo cambiante, mientras que el anacronismo del régimen argelino, diferentemente al de Don Quijote, ni es cómico ni se le puede atribuir un aspecto ético, es un anacronismo crudo, marcado por un desfase histórico de una fuerte dimensión trágica, su ideología basada en una experiencia neurótica del tiempo, se manifiesta a través de una relación dominante con el pasado, con un pasado extendido en el presente. Es un tipo de anacronismo compulsivo, generado por un sentimiento de repetición de la historia y de estar atrapado en un bucle temporal, un sentimiento de bloqueo colectivo en un presente poblado de fantasmas, habitado por una mezcla de complejos de la hogra revueltos con obsesiones de la thaoura, una terrible amalgama de orgullo desmesurado, confianza excesiva y gusto melancólico por la queja.
El anacronismo en el Quijote es, por tanto, crucial para comprender la obra de Cervantes, ya que ilustra el desfaseentre los ideales medievales y la realidad del siglo XVII, lo que permite poner de relieve la parodia de los valores caballerescos, transformando al héroe en una figura cómica al tiempo que subraya la tragedia de su incapacidad para adaptarse a los tiempos. Del mismo modo, el anacronismo del poder argelino constituye un paradigma explicativo que podría ayudarnos a comprender mejor por qué, frente a los llamamientos de la comunidad internacional en favor de una solución de la cuestión del Sáhara, basada en el plan de autonomía bajo soberanía marroquí, el régimen argelino sigue encerrado en otra época, prisionero de sus ilusiones doctrinales de la guerra fría, porque sigue creando sus propias mentiras, confundiendo sus alucinaciones con la realidad, estancado en su ridícula, estéril e irresponsable obstinación dogmática.
*Exministro de Justicia y dirigente de la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP).