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Fikri SOUSSAN
Las declaraciones de Julian Harston no son una mera opinión diplomática; representan un análisis certero de la realidad geopolítica del Sahara marroquí. Como exsecretario general adjunto de la ONU y antiguo jefe de la MINURSO, Harston no habla desde la superficialidad, sino desde el conocimiento profundo de una cuestión que ha marcado su trayectoria profesional. Cuando afirma que «la soberanía de Marruecos sobre el Sahara es legítima e incontestable», lo hace basándose en hechos históricos y en una experiencia que lo posiciona como una de las voces más autorizadas sobre el tema.
Harston desmonta, con firmeza, el discurso de quienes buscan cuestionar la marroquinidad del Sahara. Para él, esta región ha sido siempre parte integral del tejido histórico y cultural del Reino. «Es ancestral y un hecho histórico», subraya. Pero esta afirmación trasciende lo académico, situándose en el contexto de un cambio significativo en las relaciones internacionales, en el que el reconocimiento de la soberanía marroquí se convierte en un factor clave para la estabilidad regional. La reciente decisión del presidente francés, Emmanuel Macron, de reconocer dicha soberanía y abrir un consulado en Dajla o Al Aaiún simboliza un paso trascendental que, según Harston, marca «un momento histórico». Este gesto, cargado de simbolismo y pragmatismo, refuerza la legitimidad marroquí y establece un precedente que otras naciones, como el Reino Unido, deberían considerar seriamente.
La genialidad de la diplomacia marroquí bajo el liderazgo de SM el Rey Mohammed VI reside en su capacidad de transformar una postura defensiva en una estrategia activa y ambiciosa. Marruecos ha dejado atrás una diplomacia centrada únicamente en la defensa histórica para adoptar una estrategia económica y geopolítica orientada hacia el futuro. Según Harston, este cambio ha permitido al Reino «cambiar de dimensión e influencia», consolidándose como un líder continental en África y como un puente crucial entre Europa y un continente africano en pleno auge económico.
El Sahara marroquí no es solo una cuestión de soberanía, sino también un modelo de desarrollo y cooperación internacional. Harston destaca que las transformaciones visibles en Al Aaiún y Dajla no solo reflejan la estabilidad y el crecimiento en la región, sino que también proyectan una visión de futuro que combina tradición e innovación. Para Harston, «el único futuro para el Sahara occidental es la autonomía bajo soberanía marroquí». La propuesta de autonomía presentada por Marruecos no solo es viable, sino audaz, al ofrecer una solución realista frente a enfoques anacrónicos que ciertos actores insisten en mantener.
Julian Harston saludando a Ban Ki-Moon en 2007, al asumir su cargo como director de la MINURSO en el Sahara marroquí
La postura crítica de Harston hacia Argelia es contundente. Señala que este país, lejos de ser un observador neutral, es un actor central en el conflicto, cuya negativa a asumir su papel y a participar activamente en la búsqueda de soluciones constituye el principal obstáculo para la paz. Según Harston, el rechazo de Argelia a sentarse en la mesa de negociaciones refleja una falta de voluntad política que dificulta cualquier avance diplomático.
El liderazgo diplomático de Marruecos, en contraste, se caracteriza por su claridad y visión. Bajo la dirección de SM el Rey Mohammed VI, el Reino ha sabido consolidar alianzas estratégicas y proyectarse como un socio confiable y visionario. Esta estrategia no solo ha reforzado el respaldo internacional a la soberanía marroquí, sino que también ha posicionado al país como un modelo de liderazgo efectivo en un mundo marcado por la incertidumbre.
Harston se muestra optimista sobre el papel que pueden desempeñar otras potencias internacionales, como el Reino Unido, en el reconocimiento de la soberanía marroquí. Aunque admite que los desafíos internos del gobierno británico han retrasado su implicación en la región, considera inevitable que Londres siga el ejemplo de París y Washington. Según él, este paso no solo responde a una justicia histórica, sino también a un pragmatismo geopolítico que reconoce a Marruecos como un socio estratégico en una región clave para los intereses globales.
La contundencia de las palabras de Harston encuentra eco en las declaraciones de SM el Rey Mohammed VI, quien ha definido el Sahara como «el prisma a través del cual Marruecos considera su entorno internacional» y «el baremo que mide la sinceridad de las amistades y la eficacia de las alianzas». Esta claridad ha permitido al Reino no solo reafirmar su soberanía, sino también construir un modelo diplomático que combina la defensa de su historia con una visión de futuro orientada hacia la estabilidad y el desarrollo.
Las palabras de Julian Harston no solo respaldan la marroquinidad del Sahara, sino que también destacan el papel transformador de Marruecos en la política internacional. Bajo la visión de SM el Rey Mohammed VI, el Reino ha sabido convertir un desafío histórico en una oportunidad para liderar con principios claros y una estrategia audaz. El Sahara no es solo marroquí por derecho, sino también por la realidad de un desarrollo que lo proyecta como un modelo de estabilidad y progreso en una región que clama por ambos.