Rue20 Español/Rabat
Las recientes declaraciones del ministro de Exteriores de Marruecos, Nasser Bourita, revelan una lectura profunda de la escalada en las relaciones con Argelia. Bourita subraya que la postura de Argelia, inclinada hacia la confrontación, responde a un aislamiento diplomático creciente, especialmente en lo relativo a la cuestión del Sahara marroquí, donde el respaldo internacional a la soberanía marroquí ha ganado terreno en los últimos años. Según el ministro, Argelia parece recurrir a una política de “fuerza” como último recurso en su estrategia regional, una táctica que busca redefinir las dinámicas de poder en el norte de África.
Los analistas coinciden en que esta actitud responde a una estrategia de huida hacia adelante. La diplomacia argelina, incapaz de frenar la posición cada vez más sólida de Marruecos en el ámbito internacional, opta por una militarización preocupante en su relación con Marruecos. Esta escalada incluye el respaldo más activo al Polisario y la intensificación de maniobras militares en la frontera, un lenguaje de poder que apunta a una posible transición del apoyo diplomático a una disposición beligerante. Esta postura presenta serios riesgos para la estabilidad regional y podría conducir a una crisis de gran escala en una región ya fragilizada por complejos problemas económicos y sociales.
Frente a este desafío, Marruecos mantiene una posición prudente y diplomática. El país ha trabajado en fortalecer sus alianzas estratégicas con potencias internacionales clave, consolidando así un respaldo en caso de que el conflicto con Argelia se intensifique. Sin embargo, el enfoque marroquí se basa en agotar las vías diplomáticas y en recurrir a la presión internacional para contener la deriva militar de Argelia. Bourita envía un mensaje claro a la comunidad internacional: es esencial una intervención decisiva para evitar que el norte de África se vea arrastrado hacia una confrontación armada.
Marruecos entiende el delicado equilibrio que se juega en esta región y se esfuerza por evitar una espiral de hostilidades. Al reiterar su compromiso con la diplomacia y con los mecanismos internacionales de mediación, Marruecos evidencia su interés por una estabilidad duradera, que pasa por evitar la militarización de las relaciones con su vecino oriental. El llamado de Bourita recuerda que el costo de un enfrentamiento directo no solo sería devastador para ambos países, sino que también podría abrir la puerta a actores desestabilizadores en la región, como grupos terroristas que aprovecharían el caos para expandir su influencia.