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viernes, noviembre 22, 2024

Un incendio simbólico: el absurdo intento de Argelia de borrar la herencia marroquí

 

Rue20 Español/Rabat

El reciente incendio en el histórico edificio de la Oficina Central de Correos en Argel, que ha dañado su icónica puerta principal, ha suscitado no solo preocupación, sino también incredulidad. Aunque las causas exactas del fuego aún no se han confirmado, algunos activistas no han tardado en señalar un motivo más oscuro detrás de este incidente: el deseo del régimen argelino de eliminar cualquier rastro de influencia marroquí en un edificio que ha sido testigo de la historia.

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Este no es un acto aislado, sino el último de una larga serie de absurdos intentos por parte de las autoridades argelinas de borrar la rica herencia cultural marroquí que ha dejado huella en la región durante siglos. El diseño del edificio, creado por maestros artesanos en la técnica de yesería y decoración tradicional marroquí, es un testimonio vivo de cómo las artes y la cultura marroquíes han traspasado fronteras, embelleciendo paisajes que hoy, por caprichos políticos, se intentan negar.

La absurda obsesión de Argelia por distanciarse de cualquier cosa que tenga el sello de Marruecos ha alcanzado nuevas cotas de ridículo. En lugar de celebrar una herencia compartida y la riqueza cultural que ambos países han tejido a lo largo de la historia, el régimen prefiere incendiar la memoria en un vano intento por reescribir el pasado. ¿Y qué es más patético que intentar borrar lo imborrable? La historia, como el fuego, tiene una manera de arder con fuerza, pero nunca puede ser eliminada por completo.

En esta farsa, no solo se pierde un fragmento de la historia arquitectónica, sino que Argelia se queda expuesta ante el mundo: un país que, en su desesperación por distanciarse de su vecino, recurre a actos de vandalismo simbólico. Pero lo que Argelia parece olvidar es que la cultura, como las llamas que consumen su negación, siempre encuentra una manera de resurgir. Marruecos no necesita adornos en edificios ajenos para demostrar su influencia; su legado se erige con orgullo, independientemente de estos intentos patéticos por borrar su huella.

Es hora de que Argelia deje de incendiar su propio patrimonio en nombre de un nacionalismo malentendido y de que reconozca que la grandeza de las civilizaciones no se mide por lo que se destruye, sino por lo que se preserva y celebra. Lo marroquí, lo argelino, lo magrebí son parte de un mismo tejido histórico que, aunque algunos intenten reducir a cenizas, siempre estará entrelazado.

 

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