Rue20 Español/Rabat
El reciente nombramiento del diplomático argelino Said Moussi como embajador en Portugal ha generado una oleada de reacciones irónicas y críticas en las redes sociales, donde se destaca lo que algunos llaman la «maldición de Marruecos». Después de haber sido retirado de sus puestos en España y Francia debido al apoyo de estos países al plan marroquí de autonomía para el Sáhara, el regreso de Moussi al escenario europeo está rodeado de incertidumbre.
En un contexto donde Marruecos ha consolidado su influencia en Europa respecto a la cuestión del Sáhara, el nombramiento de Moussi en Lisboa ha levantado sospechas de que Portugal podría seguir el mismo camino que España y Francia. Estos países han apoyado, directa o indirectamente, la marroquinidad del Sáhara, lo que resultó en la retirada de Moussi de sus puestos diplomáticos en Madrid y París.
El tono irónico de los comentarios en las redes sociales refleja la percepción generalizada de la diplomacia argelina como ineficaz en comparación con la estrategia marroquí, que ha logrado victorias importantes en el ámbito internacional. Algunos internautas señalan que la presencia de Moussi en cualquier capital europea parece anunciar un futuro reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara, como sucedió en sus misiones anteriores.
Este escenario expone nuevamente las tensiones entre Argelia y Marruecos en su pugna por influir en la posición europea respecto al Sáhara Occidental. Mientras Marruecos sigue reforzando su posición diplomática y obteniendo reconocimientos en importantes países europeos, Argelia parece incapaz de frenar esta tendencia, recurriendo a cambios diplomáticos que han sido interpretados como señales de debilidad.
El nombramiento de Moussi en Lisboa podría ser visto como una oportunidad para Portugal de fortalecer sus lazos con Marruecos, un socio estratégico en África y en el mundo árabe. Ante esta situación, muchos observadores se preguntan si Portugal se convertirá en el próximo país europeo en cambiar su postura hacia el conflicto del Sáhara, siguiendo el patrón que ya han marcado España y Francia.
En definitiva, el movimiento diplomático argelino parece estar generando más preguntas que respuestas.